SUMAIA, CUENTO PARA JÓVENES por Iusra Hamida Mi amiga Fátima vive en Córdoba y por esa razón nos vemos muy poco pero nos hablamos por teléfono y nos escribimos bastante a menudo porque ella es mi mejor amiga. En el Instituto me siento como una extraterrestre y no tengo a nadie con quien hablar de los temas que me preocupan, tampoco puedo unirme a las chicas de mi clase para salir los fines de semana pues ellas van a discotecas, beben alcohol y se pasan todo el rato hablando de chicos así que yo les resulto aburrida. A mi amiga Fátima le ocurre lo mismo allí en Córdoba. Las chicas musulmanas que vivimos en países no islámicos tenemos estos problemas: nuestra mentalidad es diferente y nos separa una gran distancia con la mayoría de los otros jóvenes. Pero hace poco me pasó una cosa que me hizo ver mi vida de otra manera y a partir de ahí, lo que creía que era una mala suerte de mi destino se transformó en algo maravilloso: Al entrar en el Instituto nadie sabia que yo era musulmana pues no llevaba hiyab justamente para que no se burlasen de mí ya que la mayoría de esos jóvenes son unos racistas ignorantes, pero un día el profesor sacó el tema de la discriminación de la mujer y puso como ejemplo a las mujeres musulmanas diciendo que eran consideradas en el Islam con inferioridad respecto al hombre. El hombre llevaba ya como media hora arremetiendo contra los musulmanes, diciendo barbaridades y estaba clarísimo para mí que no tenía ni idea sobre el Islam, así que no me pude contener más y sin pensármelo dos veces me levanté y le dije: - Perdóneme usted, pero yo soy musulmana y no me identifico con nada de lo que usted está diciendo. ¿En qué se basa usted para decir que la mujer está discriminada en el Islam? Todos se quedaron de piedra al oír mis declaraciones con voz tan firme y alta, ya que a mi me consideraban «una tonta» que no hablaba ni se juntaba con nadie. El profesor, después de unos momentos de asombro me pidió muy amablemente que explicase mi punto de vista. Yo no se cómo fue que me vinieron a la boca toda una serie de palabras en defensa de la mujer musulmana y del Islam, yo misma me escuchaba con sorpresa, no sólo por lo que estaba expresando sino de verme a mi misma, por primera vez, defendiendo una postura que nunca me había planteado, reconociéndome musulmana públicamente y sintiéndome orgullosa de ello. Cuando se lo conté a mi amiga Fátima no se lo podía ni creer y le conté que ahora mis compañeros me miraban con curiosidad, pero con respeto y algunas chicas se me acercaron curiosas para que les explicase más sobre el Islam. La animé a mi amiga para que ella hiciese lo mismo, porque yo había comprobado que antes yo me sentía mal conmigo misma, por no tener una identidad clara que asumir y defender, al mismo tiempo que mi relación con los demás era de inferioridad, inconscientemente, pero el rechazo que yo sentía que me hacían los de mi clase era, creo yo, por mi misma actitud poco clara... les esquivaba y les daba de lado porque sentía el peso de esa religión, que vivía como algo impuesto y que me hacía diferente. Parece ser que el profesor quedó impactado con lo que le conté del Islam y me pidió que le prestase algún libro donde poder informarse más sobre el Islam y luego me pidió perdón por haber dado aquella charla sin bases fidedignas. Todo eso, ocurrido en pocas horas, me hizo ver lo equivocada que había sido de mi actitud; todo el tiempo intentando que nadie se enterase que yo era musulmana, comportándome como una más de ellos, rozando siempre las fronteras de lo halal y lo haram, diciéndome «cuando me case ya me pondré el hiyab», «ahora soy muy joven para cumplir con la oración». . . . . . Recibí carta de Fátima: «Me he peleado con un chaval en el Instituto, pero cuando le iba a dar un guantazo me he frenado para que no me pongan parte en mi expediente. Se ve que a estos chicos lo único que les importa es su propia persona, van por la vida avasallando y no tienen ningún respeto por las chicas... no se si voy a tener tanta paciencia a lo largo del curso, me siento muy confusa. A veces pienso que estudiar es lo más bonito que hay pero, otras veces, pienso que para qué estoy perdiendo mi tiempo si ni siquiera estoy segura de que voy a seguir estudiando. La verdad, tengo la cabeza echa un lío. Me animas a que me ponga el hiyab y me dices que lea sobre el Islam pero yo no veo nada claro que eso me pueda ayudar ¡bastantes problemas tengo ya! Me siento muy sola, mi familia no me entiende, sólo están encima mía para decirme que haga la oración, para interrogarme sobre con quién salgo, a dónde voy. Y fíjate que injusticia, mi padre deja salir a mi hermano con chicas cristianas pero yo no tengo ninguna libertad y me lo prohibe todo... ¡Estamos perdiendo los mejores años de nuestras vidas! Tengo miedo de hacer alguna locura». Me puso tan triste leer esa carta y me sentí tan impotente e incapaz de poder ayudar a mi amiga que pensé que sería bueno ir a visitar a una mujer mayor para que me aconsejase. Sin pensármelo dos veces esa misma tarde me presenté en casa de una mujer que mi madre iba a menudo a visitar y también muchas mujeres iban allí donde se reunían para la recitación del Corán o simplemente a charlar. Le enseñé la carta sin más preámbulos y con la mirada le pedí ayuda. - Lamentablemente estáis sufriendo ahora los jóvenes lo que hubiese podido ser evitable tal vez. Sois hijos de musulmanes pero no os han trasmitido el mensaje del Islam. Os dicen lo que está prohibido pero no os explican la razón. Lo tenéis difícil porque os movéis entre el mundo de vuestra familia regida por las normas islámicas y el mundo exterior que por un lado os atrae y al mismo tiempo se os presenta como el enemigo... ¿Cómo poder reconocer el Islam como la fórmula exacta y perfecta para salvarnos del hastío y la infelicidad? Esto es algo de lo que ni el mejor vendedor podría convencer con palabras pues aunque la Razón juega aquí un papel importante, se trata principalmente de una cuestión de Fe, eso nace en el corazón y forma parte del espíritu. ¿Sabes? No te preocupes demasiado por tu amiga pues esos momentos de crisis que sufrimos a veces las personas son buenos. Nos obligan a ahondar en nosotros mismos y cuando estamos en los momentos más álgidos de nuestra desesperación, es cuando reconocemos a Dios por nosotros mismos y sólo entonces, por nosotros mismos, sentimos la necesidad y aprendemos la importancia de hablarLe y pedirLe. Sólo ocurre en esos momentos. A partir de ahí es cuando realmente estamos dispuestos a aprender y prepararnos conscientemente para llevar una vida islámica. Has du’as por tu amiga. ........ Con mi amiga Fátima me vi unos meses después para la fiesta del cordero. La encontré muy mayor... Ella dijo lo mismo de mí. Al principio estábamos un poco cohibidas, pero eran tantas las ganas que teníamos de contarnos nuestras cosas más íntimas que pronto se rompió el hielo y nos pusimos a charlar entre risas, grandes gestos y susurros de secretos. Cuando ya nos hubimos calmado hablamos más seriamente y entonces me dijo que había decidido estudiar para maestra y las cosas le iban mejor en su casa pues su padre había estado muy preocupado por ella y le estuvo hablando largamente y eso le hizo mucho bien pues le aclaró muchas dudas que tenía. Al despedirnos nos juramos amistad eterna y que por encima de todo estaba nuestra creencia en Allah Subhana wa Ta’ala. |