Comentario de cuarenta hadices
Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní
Traducción de Raúl González Bórnez
Primer hadiz
El combate del ego
Recogió Al-Sukuní que Su Santidad Abu Abdel
lah al-Sádeq, la paz sea con él, dijo que el Profeta, las
bendiciones y la paz sean con él y con su familia, envió un
grupo de combate (sariya) y, cuando regresaban, dijo:
«Bienvenida sea la gente que ha
realizado el combate menor (al-yihád al-asgar) y a los
que les queda pendiente el combate mayor (al-yihád al-akbar)»
Y le fue preguntado: «¡Oh Mensajero de
Dios! ¿Qué es el combate mayor?»
Dijo: «El combate del ego.»[1]
Explicación: Sariya es una compañía del
ejército. Se ha dicho: La mejor sariya es de
cuatrocientos hombres.[2]
Los restantes términos del hadiz son claros y no
necesitan explicación.
Has de saber que el ser humano es un ser
sorprendente que posee dos nacimientos[3]
y dos mundos: un nacimiento al exterior de este mundo, que es el
de su cuerpo y otro nacimiento interior oculto y angélico (malakutí)
que pertenece a otro mundo.
Y su alma,
que pertenece al mundo oculto y angélico, posee estaciones (maqamát)
y grados (darayát) que, unas veces y de manera general,
han sido divididos en siete[4]
y otras en cuatro[5]
y, a veces, en tres[6]
y, a veces, en dos.[7]
Para cada una de las estaciones
y grados existen ejércitos de seres misericordiosos e
inteligentes que les atraen a los reinos más elevados y les
invitan a la felicidad. Y existen ejércitos demoníacos e
ignorantes que les atraen a los reinos más inferiores y les
invitan a la desdicha. Y entre estos dos ejércitos siempre
existe un estado de enfrentamiento, hostilidad y conflicto y el
ser humano es el campo de batalla de estas dos fuerzas.
Si vence el ejercito de la
misericordia, la persona emerge como un ser feliz y virtuoso,
entra a formar parte de la comunidad de los ángeles y se une al
grupo de los profetas, los amigos de Dios (awliyá) y los
rectos (sálehin). Pero, si vencen los ejércitos
demoníacos y las tropas de la ignorancia, será una persona
desdichada e iracunda que pasará a formar parte de la comunidad
de los demonios, los descreídos y los maldecidos.
Como este no es el lugar para
explicar este asunto de manera detallada, cuando indiquemos
algunas de las moradas del alma y expliquemos, de manera breve,
los aspectos relativos a las causas de su felicidad o desdicha,
comentaremos en esa morada las particularidades del combate del
ego, si Dios quiere.
Primera estación
En ella existen varias partes
Has de saber que la primera
estación del alma y la morada más inferior es la que corresponde
a la morada de este mundo (manzel-e mulk) exterior y
bajo. Que las luces divinas ocultas en su interior han sido
mezcladas con su cuerpo sensible y su condición física externa
para conformar su existencia en este mundo y que es en ese
cuerpo donde han sido colocados los ejércitos combatientes. Que
el campo de batalla de ellos es ese mismo cuerpo y que las
fuerzas manifiestas de él son esas tropas con las que combate y
que están situadas en siete cuarteles, es decir: los oídos, los
ojos, la lengua, el estómago, el sexo, las manos y los pies.
Y todas estas fuerzas distribuidas en estos
siete reinos están bajo control del alma en la estación de la
conjetura y el pensamiento (wahm), ya que el pensamiento
es quien gobierna las fuerzas exteriores e interiores del alma.
De esa manera, si el pensamiento establece
el gobierno de ellas para uso propio o de Satanás, transforma
estas fuerzas en ejército satánico y pone al reino bajo el
control de Satanás y las fuerzas de la misericordia y los
ejércitos del intelecto son destruidos y expulsados por ellos. Y
si el pensamiento las pone al servicio de la razón y de la ley
divina y sus movimientos y su reposo están bajo el mando de la
razón y la ley divina, se convierten en el reino de la
misericordia y de la inteligencia y cierran el paso a Satanás y
sus ejércitos y les obligan a retirarse derrotados.
Por tanto, el combate del ego en esta
estación, es un gran combate, más elevado que el ser matado
defendiendo la causa de Dios. Consiste en hacer triunfar al ser
humano sobre las propias fuerzas y facultades exteriores,
poniéndolas a las órdenes del Creador y liberando el territorio
de nuestro cuerpo de la poderosa contaminación de Satanás y sus
ejércitos.
Sobre la reflexión (tafakkur)
Has de saber que la primera condición del
combate con el ego y del movimiento hacia la Verdad Altísima es
la reflexión (tafakkur).
Algunos de
los sabios en la ciencia del carácter (ajláq) la han
situado en el quinto lugar y eso también es correcto en su
contexto.[8]
En esta estación, «reflexión» consiste en
que la persona inteligente dedique cada día un tiempo, por
pequeño que sea, a meditar sobre cuál es su obligación con el
Rey del mundo, su Señor y Creador, que le trajo a este mundo,
que le proporcionó todos los elementos para su disfrute y
comodidad y que le ha otorgado un cuerpo sano, facultades y
poderes, cada uno de los cuales otorga unos beneficios que dejan
perpleja a la inteligencia, y que, por otro lado, ha enviado a
todos los profetas y ha hecho descender todas las Escrituras
Sagradas con sus orientaciones y llamamientos al camino recto.
¿Acaso todos estos elementos nos han sido
otorgados únicamente para ponerlos al servicio de la existencia
animal que compartimos con el resto de los seres vivos y para
satisfacer nuestras pasiones? ¿O responden a otra intención
diferente?
¿Es posible que los nobles profetas, los
grandes santos, los sabios y pensadores de cada nación que
invitan a las gentes a seguir los mandatos que dicta la razón y
la ley divina y a no caer víctimas de los deseos animales y de
las tentaciones de este mundo efímero, fueran y sean enemigos de
las personas? ¿O puede que conciban un camino para nuestra
salvación que nosotros, pobres criaturas sumergidas en las
pasiones, no conocemos?
Si la persona inteligente reflexiona un
momento, entiende que la intención de todo lo que nos ha sido
otorgado es otra. Que la razón de esta creación es un mundo
superior y más grande y que la finalidad esencial no se
circunscribe a este plano de la vida animal.
La persona inteligente debe reflexionar y
tomar conciencia de su estado de indefensión y decirse: «¡Oh
alma miserable que has desperdiciado los años de tu vida
corriendo tras los deseos sensuales y las pasiones y que no has
obtenido otra cosa que aflicción y decepción! Sería bueno que
tuvieses un poco de compasión de tu estado. Humíllate ante tu
Señor Soberano y da un pequeño paso hacia la meta verdadera,
pues ello es la causa de la vida eterna y de la felicidad
permanente y no vendas tu felicidad eterna a cambio del disfrute
sensual de unos pocos días efímeros que, además, no se consiguen
sino con gran esfuerzo.
Piensa un poco en la vida de la gente de
este mundo desde el pasado hasta el presente que estás viendo.
Observa cuan numerosos son sus esfuerzos en comparación con sus
momentos de felicidad y reposo y que muchos incluso ni siquiera
obtienen esos escasos momentos de felicidad y tranquilidad.
Observa por un momento a esa persona, con
figura de persona pero un soldado de Satanás y enviado por él,
que te invita a satisfacer tus pasiones y que te dice que hay
que hacerse con los placeres de esta vida material, y considera
si él mismo está satisfecho de su situación o sufre y pretende
que otro pobre desgraciado sufra también.
Y, en cualquier caso, pide a tu Dios con
humildad que te muestre tus obligaciones hacia Él.
Existe la esperanza de que esa reflexión
que realizas con intención de combatir contra Satanás y contra
el alma que incita al mal (nafs-e ammaré) te indique otro
camino y puedas alcanzar con éxito otra morada distinta a la del
combate del ego.
Sobre la determinación (azm)
Tras la
morada de la reflexión, la persona que se esfuerza accede a la
morada de la determinación (azm). Está morada es
diferente a la morada de la voluntad (iráda) que el Sheij
Ar-Raís en su obra Al-Isharát considera la primera morada
de los gnósticos.[9]
Algunos de nuestros maestros, quiera Dios
proporcionarles una larga vida, han dicho que la determinación
es la esencia de la condición humana y la balanza en la que se
pesa la valía de las personas y que la diferente calidad de las
personas viene dada por los diversos niveles de voluntad que
cada uno posee.
La determinación que corresponde a esta
estación consiste en establecer las bases para llevar una vida
correcta, tomar la decisión de abandonar el pecado, realizar
aquello que es obligatorio, compensar el tiempo perdido de su
vida y, finalmente, tomar la decisión de comportarse como una
persona inteligente y religiosa. Es decir, adoptar el
comportamiento propio de un ser inteligente y religioso, de
manera que se pueda decir de él que es un ser humano.
Y ser un individuo religioso significa
actuar conforme a los mandatos de las leyes divinas, comportarse
de manera semejante a como lo hacía el noble Profeta, las
bendiciones y la paz sean con él y con su familia, tomar a esta
gran personalidad como modelo e imitar sus actos, hacer lo que
él hacía y apartarse de lo que él se apartaba. Y éste es un
asunto perfectamente posible, ya que comportarse como él noble
Profeta lo hacía es algo que está al alcance de cualquier siervo
de Dios.
Y debes saber que el ser humano no puede
acceder al más mínimo conocimiento divino si no comienza
cumpliendo con los ritos y con los aspectos formales y
exotéricos de la religión.
Mientras la persona no lleve a la práctica
los mandatos y disposiciones de la ley islámica no podrá
alcanzar ni uno solo de los elevados atributos morales. No es
posible que la luz y el conocimiento divinos brillen en su
corazón ni que se desvelen para él el conocimiento esotérico y
los secretos de la ley divina.
Por tanto, aun después de que la verdad y
los rayos de las luces de la gnosis iluminen su corazón, deberá
seguir cumpliendo con los mandatos exotéricos de la religión.
Son vanas las pretensiones de quienes
defienden que el conocimiento interno se obtiene abandonando las
prácticas rituales o de quienes dicen que una vez alcanzado
aquél ya no se tiene necesidad de las prácticas externas. Eso
sólo puede decirlo quien ignora las moradas de la adoración y
los grados de la condición humana.
Quizás, en estas páginas sea capaz de
explicar algo de esto, si Dios quiere.
Consideración
¡Oh querido! Esfuérzate hasta que consigas
determinación y voluntad, pues, si sales de este mundo, Dios no
lo quiera, sin poseer voluntad y determinación, eres una forma
humana sin cerebro y en el otro mundo no tendrás forma de ser
humano, pues ese mundo es el lugar en el que se evidencia lo
interno y se manifiestan los secretos.
Cuando la persona se atreve a transgredir,
poco a poco se convierte en una persona sin determinación y esta
joya preciosa le es arrebatada.
Nuestro gran maestro, que su sombra se
prolongue en este mundo, solía decir que escuchar canciones
debilita en la persona la voluntad y la determinación más que
ninguna otra cosa.
Por tanto ¡Oh hermano! Apártate de los
pecados y las transgresiones y toma la determinación de emigrar
hacia la Verdad Altísima y adopta el aspecto de un ser humano.
Ingresa en el camino de los señores de la ley de Dios y pide a
Dios bendito y elevado en tu soledad, para que Él te ayude en
este objetivo y ruega al Profeta, las bendiciones y la paz sean
con él y con su familia, y a los miembros de su Casa, que
intercedan por ti ante Dios para que Él te conceda el éxito y te
tome de la mano ante los errores que tienes ante ti, ya que, el
ser humano, a lo largo de su vida, puede llegar a cometer
errores tan graves que, en un instante, le precipiten de tal
manera en un proceso de destrucción, que ya no pueda hacer nada
para salir de él, que ni siquiera llegue a plantearse buscarle
remedio. Y puede que ni siquiera quienes pueden interceder ante
Dios puedan interceder por su estado. Nos refugiamos en Dios de
tal cosa.
Sobre el condicionamiento (mushárata),
la vigilancia espiritual permanente (muráqaba)
y el recuento de los actos y los estados
interiores (muhásaba)
Estos tres asuntos son cuestiones
imprescindibles para el combatiente espiritual (muyáhed).
Mushárata
significa establecer un acuerdo con uno mismo al principio del
día. Por ejemplo, decirse: «Hoy no haré nada que vaya contra los
mandatos de Dios bendito y elevado» y tomar la decisión de
cumplirlo.
Evidentemente, pasar todo un día sin hacer
nada contrario a las disposiciones divinas es algo muy fácil, a
la persona le resultará muy sencillo cumplir su acuerdo.
Toma la determinación, establece tu acuerdo
y comprueba qué fácil te resulta cumplirlo. Es posible que
Satanás y los ejércitos de ese maldito te lo traten de presentar
como un tarea demasiado difícil, pero eso no es más que uno de
los engaños de ese maldecido. Maldícele desde lo más profundo de
tu corazón y saca de él las falsas ilusiones y haz la
experiencia durante todo un día y verificarás lo fácil que es.
Después de establecer ese acuerdo, deberás
prestar atención al estado de vigilancia espiritual permanente (muráqaba).
Muráqaba
consiste en prestar atención permanente a los términos del
acuerdo establecido durante todo el tiempo que éste dure,
sabiendo que necesitas actuar conforme a lo que has acordado.
Si, Dios no lo quiera, en tu ánimo entra el
deseo de cometer un acto que vaya contra los mandamientos
divinos, debes saber que ese proviene de Satanás y de sus
ejércitos, que tratan de apartarte del acuerdo que has
establecido.
Maldícelos y refúgiate en Dios del mal que
ellos representan y saca de tu pecho esa fantasía vana. Dile a
Satanás: «Hoy he cerrado conmigo mismo el acuerdo de no hacer
nada que vaya contra los mandatos de Dios Altísimo durante todo
el día. Él durante todos estos años me ha llenado de abundantes
favores, me ha dado salud y me ha protegido y me ha otorgado
mercedes tales que, aunque dedicase el resto de mi vida a Su
servicio, no podría compensar una sola de ellas. No es correcto
que sea desleal a un pequeño acuerdo parcial.»
Es de esperar que, si Dios quiere, Satanás
se sienta rechazado y se desanime y que los ejércitos del
Misericordioso venzan.
Esta vigilancia permanente de tus actos no
es incompatible con el resto de tus actividades: negocios,
trabajo, estudio, viajes, etc…
Deberás mantener ese estado hasta que
llegue la noche y, con ella, el momento de hacer recuento de los
actos y balance de los estados interiores (muhásaba).
Muhásaba
consiste en examinar si has cumplido con el acuerdo que
estableciste con Dios al principio del día y no has traicionado
esa transacción particular que cerraste con el Señor del Favor.
Si has actuado leal y correctamente, da
gracias a Dios por haberte permitido obtener esa victoria y sabe
que has avanzado un paso y que has merecido la atención divina
y, Dios mediante, Él te guiará para que puedas progresar en los
asuntos de este mundo y del otro y el trabajo de mañana de
resultará un poco más fácil.
Presta atención a unos cuantos actos de
este tipo y es de esperar que se te conviertan en un habito, de
manera que te resulten una tarea muy fácil y sencilla de
realizar y que, al mismo tiempo, obedecer los mandatos divinos y
abandonar los pecados en este mismo mundo sea para ti una fuente
de placer.
Aunque éste no sea el mundo de la
recompensa, obtendrás placer de tus buenos actos y recibirás una
recompensa divina por ello.
Y, debes saber que Dios bendito y ensalzado
no te ha encomendado tareas difíciles y que no te ha cargado con
obligaciones que escapan a tu responsabilidad o que son mayores
de lo que puedes soportar sino, más bien, que Satanás y sus
ejércitos te las presentan llenas de dificultades.
Y si, Dios no lo quiera, al hacer recuento
de tus actos, descubres que no has sido capaz de cumplir
completamente con el acuerdo que habías establecido, pide a Dios
Altísimo que te perdone y comprométete a que mañana te
comportarás con hombría y cumplirás con las condiciones que has
establecido y persevera en ese estado hasta que Dios Altísimo
abra para ti las puertas de éxito y de la felicidad y te haga
llegar al sendero recto de la condición humana.
Sobre el recuerdo (tadakkur)
Tadakkur es
una de los asuntos que presta a la persona una ayuda definitiva
en el combate con el ego y con Satanás y con la que el viajero
espiritual esforzado (sálek) debe ser muy cuidadoso. Y
con él ponemos final a esta primera estación, a pesar de que
quedan muchos asuntos pendientes.
Tadakkur,
en esta estación, consiste en recordar a Dios Altísimo y los
dones que ha otorgado al ser humano.
Has de saber que uno de los
asuntos innatos, de aquellos que todo ser humano realiza de
manera instintiva y natural, es el mostrar agradecimiento hacia
quien le favorece.
Cualquiera que reflexione un instante en el
libro de su naturaleza esencial, verá que en él está escrito que
deberá mostrar agradecimiento y respeto hacia quien hace un
favor a un ser humano. Y, es evidente que, cuanto mayor sea ese
favor, cuanto más valioso sea el don que el donante otorga, de
manera instintiva, el agradecimiento se hará más necesario y
será mayor.
Por ejemplo, es evidente que,
si alguien te regala un caballo para que tengas buena opinión de
él y otra persona te regala un pueblo entero, sin pretender nada
de ti, el agradecimiento que sentirás por cada uno de ellos será
diferente. O si, por ejemplo, el doctor te cura la ceguera, te
sentirás agradecido hacia él espontáneamente, pero si te salva
de la muerte, el respeto y agradecimiento que sentirás hacia él
será muchísimo mayor.
Ahora, considera las mercedes
externas e internas que el Señor del Mundo, ensalzada sea Su
majestuosidad, te ha otorgado, que aunque todos los hombres y
los genios se unieran no podrían darnos ni una sola de ellas, y
cómo nosotros vivimos sin prestarlas atención.
Por ejemplo, ese aire que respiramos noche
y día y del que nosotros y todos los seres vivos dependemos para
vivir, de tal manera que, si nos faltase por quince minutos, no
quedaría ni un solo animal vivo ¡Qué inmenso favor es! Si todos
los genios y los hombres se juntasen para facilitárnoslo serían
incapaces de conseguirlo.
Lo mismo podríamos decir del
resto de los favores divinos: la salud corporal y las potencias
exteriores como la vista, el oído, el tacto, el gusto, y las
interiores, como la imaginación, el intelecto y demás, cada una
de las cuales supone un beneficio ilimitado.
Todas ellas nos las ha regalado el Señor
del Mundo sin que se las hayamos pedido y sin pedirnos nada a
cambio. Y no se ha contentado con eso y nos ha enviado profetas
y mensajeros y escrituras sagradas y nos ha indicado el camino
hacia la felicidad y la desgracia, hacia el Paraíso y el
infierno. Nos ha otorgado todo aquello que necesitamos para esta
vida y para la otra sin tener necesidad de nuestra obediencia o
adoración, o sin que nuestra obediencia o desobediencia Le
afecte. Nos ha explicado lo que debemos hacer y de lo que
debemos apartarnos solamente para nuestro propio beneficio.
Después de mencionar todas
estas mercedes y miles de otras más que no podríamos entre todos
llegar a enumerar, eso sin entrar en analizar las
particularidades de cada una de ellas ¿No pensáis que vuestra
naturaleza debería sentirse espontáneamente agradecida? ¿Qué
dice la razón de traicionar a Quien nos otorga tales favores?
De la misma manera, otro de los
asuntos que están establecidos sólidamente en la naturaleza
humana es el respeto hacia la personalidad dotada de grandeza e
importancia.
¿Acaso todo ese respeto que las gentes
muestran hacia las personas que posee poder y riqueza en este
mundo, hacia los gobernantes y poderosos, no se debe a que los
consideran grandes y elevados?
¿Y qué grandeza puede ser mayor que la
grandeza del Soberano del Reino, que ha creado este pequeño
mundo y sus insignificantes criaturas, que representan el más
pequeño de los mundos por Él creado y, a pesar de ello, no ha
podido llegar a ser conocido y comprendido en su totalidad por
la mente de criatura alguna?
Considera nuestro mismo sistema solar, que
no es sino un pequeño sistema en comparación con la importancia
de muchos otros, y sin embargo no ha llegado a ser conocido por
los más grandes descubridores e investigadores del mundo ¿Acaso
la naturaleza innata de la mente no siente necesariamente
respeto y admiración ante esa grandeza que ha sido capaz de
crear con una sola indicación todos estos mundos y otro millón
más de mundos ocultos a los sentidos?
También existe otro asunto presente en el
libro de la naturaleza innata que ésta considera necesario
respetar y admirar.
Podéis ver que si una persona, Dios no lo
quiera, habla mal de alguien que no se encuentra presente y de
pronto esta persona aparece, la otra, de manera instintiva,
calla y trata con educación y respeto al que ha llegado.
Es evidente que, no tan solo Dios bendito y
altísimo está presente en todos lados y que todos los mundos
existentes se encuentran bajo Su control y dirección, sino que
todo ser existente y todo mundo es presencia del Señorío.
Ahora, recuerda ¡Oh ego pecador del
escritor! qué gran opresión y qué inmenso pecado cometes si
frente a Su favor, que es tu fuerza, tú cometes una falta de tal
magnitud ante Su sagrada presencia. ¿Acaso si te quedase un
grano de mostaza de modestia no deberías deshacerte en llanto y
caer a tierra avergonzado?
Por tanto ¡Oh querido! Recuerda
permanentemente la grandeza de Dios y Sus dones y mercedes y
recuerda que estás ante Su presencia y abandona todo acto de
desobediencia a Él y sal victorioso de esa gran guerra contra
los ejércitos de Satanás.
Convierte tu territorio en territorio de la
bondad y la Verdad y haz que sea el lugar en el que se
establezcan los ejércitos de la Verdad Altísima y no los
ejércitos satánicos, hasta que Dios bendito y ensalzado te
conceda el honor de combatir en otra plaza mayor aun, que está
por venir. Esa plaza es la del combate del ego en el mundo
interior, que es la morada segunda del alma y de la que
hablaremos, si Dios quiere.
Te recuerdo de nuevo que, de cualquier
manera, no esperes que tus actos regresen a nadie más que a Dios
Altísimo. Así pues, pide con súplicas y lamentos a Dios Altísimo
mismo que te conceda éxito en este combate, hasta que, si Dios
quiere, salgas victorioso. Ciertamente, Él es el Señor de la
Victoria.
Segunda estación
El combate entre los ejércitos del bien y
del mal en el alma de la persona
Debes saber que existe otro territorio y
otra estación para el alma de la persona, que es su territorio
interior y su esfera angélica (malakút), en la que los
ejércitos de su alma son más numerosos e importantes que en el
territorio exterior y el combate y el enfrentamiento entre los
ejércitos del bien y del mal en él son de mayor importancia y la
victoria en esa esfera es de mucha mayor importancia. No sólo
eso, sino que todo lo que existe en el territorio exterior
desciende de éste y se manifiesta en el reino terrenal (mulk)
y si uno de los ejércitos del bien o del mal triunfa en ese
territorio, triunfa también en éste.
Los grandes maestros de la
gente de la senda espiritual y del comportamiento moral conceden
una gran importancia al combate del ego en esta estación, hasta
el punto de que pueden llegar a considerarlo la fuente de todas
las felicidades y penalidades, de todos los grados y
percepciones.
La persona deberá tener mucho
cuidado de sí misma en este combate.
Es posible, Dios no lo quiera,
que, habiendo sido derrotados los ejércitos del bien en este
territorio y habiéndolo dejado libre a las fuerzas usurpadoras y
pecadoras de los ejércitos del mal, el ser humano sea destruido
para siempre y sin remedio y su estado no pueda ser alterado por
la intercesión de los intercesores. No tan solo que el Más
misericordioso de los misericordiosos le observe con dureza y
enfado ¡Que Dios nos proteja de algo así! sino que los
encargados de interceder por él le consideren un enemigo. ¡Ay de
aquel para quien su intercesor se convierta en su enemigo!
Sólo Dios sabe los castigos y
las tinieblas, las dificultades y desgracias que se siguen del
enfado de Dios y de la enemistad de los amigos de la verdad,
frente al cual todos los fuegos del Infierno y todos los árboles
de Zaqúm, y todas las serpientes y escorpiones de él no son
nada.
Dios no permita que todo lo que
han dicho los filósofos y los gnósticos y la gente de la
práctica y de la senda espiritual respecto a tales castigos
caiga sobre nuestras cabezas, pobres individuos débiles y
desvalidos, pues, frente a ellos, todos los castigos que podáis
imaginar son nada y todos los infiernos de los que habéis oído
hablar, frente a esto, son misericordia y Paraíso.
Normalmente, las descripciones
del Paraíso y del Infierno que se hacen en el Libro de Dios y en
las noticias de los Profetas y los Santos son el Paraíso y el
Infierno creados para recompensar los buenos y malos actos.
A veces, también se hacen ligeras
referencias al Paraíso y al Infierno moral, que posee una mayor
importancia; y, a veces, también, al Paraíso del Encuentro (Besht-e
Liqá) y al Infierno de la Separación (Yahannam-e Feráq)
que son los más importantes, pero todo tras un velo y para su
gente.
Tu y yo no somos de sus gentes, pero es
bueno que no lo neguemos y que tengamos fe en todo lo que han
dicho Dios Altísimo y los santos (Awliyah). Es posible
que esta fe ligera sea también útil para nosotros.
A veces, es posible también que negar sin
sentido y rechazar sin razón y sin conocimiento y entendimiento
tenga muchísimos perjuicios para nosotros y este mundo no es un
lugar en el que podamos percibir esos perjuicios.
Por ejemplo, no taches de vanas
y fantasiosas las palabras que escuches de tal filósofo o de tal
gnóstico o de tal asceta, simplemente porque no son de tu gusto
o no se ajustan a tu manera de pensar. Puede que tal idea tenga
su fuente en el Libro de Dios y en la sunna y la razón y
tú no llegues a comprenderla.
Puede que un doctor de la ley
emita un juicio, por ejemplo, sobre compensaciones económicas a
cambio de ofensas cometidas, que tú no conozcas bien y, sin
revisar las pruebas, tú lo rechaces. O que un viajero hacia Dios
o un gnóstico de Dios digan algo relativo a los conocimientos
divinos o relativo a los estados del Paraíso y del Infierno y
que tú, sin revisar sus fuentes y pruebas, lo rechaces. Es fácil
que le ofendas o que seas impertinente con él. Es posible que
esa persona que está versada en el tema y que domina esa
ciencia, posea pruebas procedentes del Libro de Dios, o de las
noticias transmitidas de los Imames de la Guía, de las que tú no
estás informado. Entonces, habrás rechazado la palabra de Dios y
del Profeta sin excusa justificable, pues es evidente que «En mi
opinión no era correcto» o «Mi conocimiento no llegaba a tanto»
o «Había escuchado decir otra cosa diferente a la gente del
púlpito» no son justificaciones aceptables.
En cualquier caso, no nos
desviemos del objetivo. Aquello que ellos han dicho sobre el
Paraíso moral y sus territorios y del Infierno moral y sus
fuegos, son pruebas que no estamos capacitados para escuchar.
Por tanto ¡Oh querido! Piensa,
pon atención y cuidado y encuentra el camino de tu salvación y
los instrumentos y medios necesarios para ello. Y refúgiate en
el Más misericordioso de los Misericordiosos y pide a la Esencia
Sacrosanta, en la oscuridad de las noches, con súplicas y
lamentos, que te asista en este combate del ego, hasta que, si
Dios quiere, salgas victorioso y conquistes el territorio de tu
ser para el bien y expulses de él a los ejércitos satánicos;
entregues la casa a su Dueño y Dios te otorgue felicidades,
bendiciones y alegrías tales que todo lo que has oído sobre los
atributos del Paraíso y la huríes y las mansiones y palacios, no
sea nada comparado con ello. Pues en el dominio divino absoluto
del que los amigos de Dios de esta comunidad luminosa de
buscadores nos han hablado y, más arriba aun, existen cosas que
ningún oído ha escuchado, ningún ojo ha visto y ningún corazón
ha experimentado.
Indicaciones sobre algunas de las potencias
esotéricas
Has de saber que Dios bendito y ensalzado
ha creado, por medio de Su fuerza y sabiduría, ciertos poderes,
en el mundo oculto a los sentidos y en el interior del alma, que
poseen infinitos beneficios.
Nosotros hablaremos aquí de tres de ellos:
el poder de la imaginación (al-quwwah al-wahmiya), el
poder de la ira (al-quwwah al-gadbiya) y el poder de la
pasión (al-quwwah al-shahwiya).
Cada una de estas fuerzas poseen cualidades
muy útiles para proteger a la especie humana y al individuo y
para la preservación de esta vida y de la otra, que los sabios
han mencionado y que nosotros no tenemos ahora necesidad de
repetir. Lo que es necesario mencionar aquí es que esas tres
fuerzas son la fuente de la que manan todos los beneficios y
perjuicios y el origen de todas las formas angélicas ocultas a
los sentidos.
Explicaremos esto brevemente.
De la misma manera en que el ser humano
posee en este mundo una forma material terrenal que Dios bendito
y ensalzado ha creado a la perfección, dotada de sentidos,
belleza y una composición tan novedosa y única que deja perplejo
el intelecto de los filósofos y los sabios y que la anatomía y
la cirugía no han sido capaces hasta el día de hoy de comprender
y descubrir en su totalidad; un ser al que Dios ha dotado de una
constitución y una forma que le hacen superior a todas Sus otras
criaturas, ha dispuesto para él, en el mundo que hay tras la
muerte, tanto el mundo intermedio entre esta vida y la otra (barzaj)
como el mundo al que vamos a partir del Día del Juicio Final (qiyámat),
una forma angélica oculta a los sentidos corporales, que viene
determinada por las cualidades de su alma y por su naturaleza
esotérica.
Si la disposición esotérica de la persona y
sus hábitos secretos son los propios de un ser humano, su forma
inmaterial también será humana, pero si sus cualidades no son
humanas no tendrá forma humana sino otra, en correspondencia con
su disposición oculta.
Por ejemplo, si en su interior vencen las
pasiones y la animalidad y son estas quienes gobiernan su
territorio interior, su apariencia inmaterial será la de la
bestia que tenga semejanza con su temperamento. Y si su interior
y sus hábitos secretos se encuentran dominados por la ira y la
furia salvaje y el juicio que merece su territorio interior es
el de un animal salvaje, su forma inmaterial en el mundo oculto
a los sentidos será la de un animal salvaje. Y si su imaginación
y sus hábitos son satánicos y su interior se ha poblado de
atributos satánicos, tales como la mentira, la falsedad, la
deshonestidad, la maledicencia y la calumnia, su forma
inmaterial será la de un demonio adecuado a ellos. Y, a veces,
es posible que, debido a la mezcla de dos o más hábitos, su
forma inmaterial no se parezca a la de ningún animal conocido,
sino que adopte una forma extraña y desconocida en este mundo.
Nos ha sido transmitido que el Mensajero de
Dios, las bendiciones y la paz sean con él y con su familia,
dijo que algunas personas serán resucitadas el Día del Juicio
Final con formas tales que los monos y los cerdos resultarán más
bellos que ellos. Incluso es posible que una misma persona
reciba en ese mundo varias formas, ya que ese mundo no se rige
por los mismo parámetros que éste, en el cual cada cosa adopta
una sola forma. Éste es un asunto que tiene su propia lógica y
momento.
Y, has de saber que el criterio según el
cual se establecen estas diferentes formas, una de las cuales es
la forma humana, es el estado del alma en el momento de salir de
este cuerpo y entrar en el territorio intermedio, es decir en el
dominio de la otra vida, cuyo primer nivel es el mundo
intermedio (barzaj).
Los hábitos con los que el alma sale del
cuerpo en el momento de partir de esta vida son los que
conformarán el aspecto que esa alma adoptara en la otra y con
los que será vista por los ojos inmateriales propios de ese
mundo intermedio y con la que ella misma se verá con los ojos
inmateriales que poseerá en ese mundo, si es que le es dado
poseer ojos en él.
No es obligatorio que la persona adopte en
el otro mundo la misma forma que posee en éste.
Dios
Altísimo dice que, el Día de la Reunión, algunos le dirán: «¡Oh
Dios! ¿Por qué me has resucitado ciego, si en la otra vida tenía
ojos?» y Dios le responderá: «¿Acaso tú no te olvidaste de Mí?
Así eres hoy olvidado.»[10]
¡Oh desgraciado! Tenías dos ojos que te
proporcionaban la visión externa pero estabas ciego a la visión
interior e inmaterial. Ahora percibes tu ceguera interior, pero
eras ciego desde antes, no poseías los ojos de la percepción
esotérica con los que se contemplan las señales divinas.
¡Oh desgraciado! La figura y el rostro que
ahora posees pertenecen a este mundo, pero las maneras de
sopesar y valorar en el mundo inmaterial son diferentes a las de
éste.
Deberás encontrar tu figura erguida
interior si quieres poseerla el Día del Levantamiento Final. Tu
alma deberá ser un alma humana si quieres poseer una apariencia
humana en el mundo intermedio y en la otra vida. ¿Crees que el
mundo oculto a los sentidos, que es el mundo en el que se
desvelan los secretos y se manifiesta lo inmaterial, es igual
que el mundo aparente y material, donde todo está mezclado y
confundido?
En el otro mundo, los ojos, los oídos, las
manos, los pies y el resto de las partes de tu cuerpo darán
testimonio de lo que hiciste en la lengua propia del mundo
inmaterial y, según algunos, hasta con formas propias de ese
mundo inmaterial.
Por lo tanto ¡Oh querido! Abre los oídos de
tu corazón, eleva tus miras y ten misericordia de tu miserable
situación, quizás así puedas obtener una forma humana y salir de
este mundo con aspecto de un ser humano y consigas así ser de
los que se salvan y logran la felicidad.
No vayas a pensar que esto son solo
palabras y sermones. Todo ello son conclusiones de los
razonamientos de los grandes teósofos y desvelamientos de la
gente de la práctica espiritual, así como información
transmitida por los verídicos y purificados, pero no son estás
páginas el lugar para extenderse en demostraciones y
argumentaciones excesivas sobre este asunto.
Sobre el control de los instintos naturales
según los profetas
Debes saber que el poder de la imaginación
(al-quwwah al-wahmiya), el poder de la ira (al-quwwah
al-gadbiya) y el poder de la pasión (al-quwwah
al-shahwiya) pueden formar parte de los ejércitos del bien y
ser causa de felicidad y buena fortuna para la persona si se
someten a una razón sana y a la guía de los profetas enviados
por Dios, o pueden formar parte de los ejércitos satánicos si se
les deja sin control y es el poder de la imaginación y la
ilusión quien les gobierna.
Es evidente que ninguno de los profetas de
Dios, sobre ellos la paz, ha dicho que debamos eliminar
totalmente la imaginación, la ira y la pasión. Ninguno de los
que llaman a seguir el camino de Dios ha pretendido que debamos
acabar con la imaginación, ni apagar totalmente el fuego de la
ira, ni suprimir totalmente los impulsos del deseo. Lo que ellos
han dicho es que debemos ponerles bajo el control de la razón y
de las leyes divinas, para que cada uno de ellos cumpla
correctamente la misión que tienen encomendada. Ya que cada uno
de estos poderes quiere cumplir su tarea y tiende a alcanzar sus
metas aunque ello suponga corrupción, destrucción y caos.
Por ejemplo, el alma animal sumergida en
sus propias pasiones y completamente descontrolada quiere
conseguir sus propósitos de cualquier manera aunque eso suponga
cometer adulterio con una mujer casada en la sagrada Kaba.
El alma iracunda busca igualmente
satisfacer sus deseos aunque para ello tenga que matar a los
profetas y los santos y el alma dominada por las fantasías
satánicas querrá hacer lo que le apetezca aunque ello suponga
corromper la Tierra y crear el caos en el mundo.
Los profetas, sobre ellos la paz, vinieron
con las leyes y las Escrituras Sagradas descendieron a ellos
para enseñarnos a refrenar los excesos de los instintos y
colocar la naturaleza bajo el control de la razón y de las leyes
divinas, para conducirla hacia el equilibrio y educarla de
manera que no salga del punto de equilibrio que le dictan la
razón y los mandatos de Dios.
Así pues, toda alma que confronte su alma
con las disposiciones divinas y la luz de la razón obtendrá la
felicidad y será de la gente que se salva y si no, que busque
refugió en Dios bendito y ensalzado de las adversidades,
desgracias, tinieblas y dificultades que habrá de enfrentar y de
las formas bestiales y horrorosas que adoptará en el mundo
intermedio, en la tumba, el Día del juicio y en el Infierno,
como resultado de las malas cualidades que adquirió y de su
moral corrompida.
Sobre el control de la imaginación
Debes saber que la primera
condición para combatir en esta estación y en otras estaciones (maqamat)
y lo que te permitirá salir victorioso frente a Satanás y sus
ejércitos es el control de las alas de la imaginación, ya que la
imaginación es como un ave que vuela sin descanso y que va a
posarse en la rama de cualquier árbol y eso es causa de toda una
serie de desgracias.
La imaginación es uno de los
medios que Satanás utiliza para perder a la persona e incitarle
a cometer actos innobles.
La persona combatiente (muyahid)
entregada a su auto corrección y deseosa de purificarse
interiormente y de eliminar de su alma los ejércitos demoníacos,
deberá tomar en sus manos las riendas de su imaginación y no
permitirla que vuele donde ella quiera e impedir el paso a las
fantasías vanas y corruptas y a los pensamientos pecaminosos y
satánicos, haciendo que su imaginación esté siempre ocupada con
ideas nobles y puras.
Aunque esto suponga, al
principio un cierto esfuerzo y Satanás y sus ejércitos traten de
presentártelo como una tarea imposible de alcanzar, con un poco
de atención y de cuidado se transformará en una labor fácil de
realizar.
Debes tener esto en cuenta:
cada vez que quieras prestar atención a un asunto inadecuado y
pecaminoso deberás apartar tu atención de él y pensar en otra
cosa que tenga relación con cuestiones nobles y elevadas.
Si ves que lo consigues, da
gracias a Dios Altísimo por haberte concedido éxito y persevera
en ello. Es posible que Dios, en Su misericordia, te abra una
vía de progreso espiritual que te guíe hacia el camino recto de
la condición humana y haga que las tareas de la senda espiritual
hacia Dios te resulten fáciles de realizar.
Presta mucha atención al hecho
de que las imaginaciones corruptas y degradantes y las
suposiciones vanas son parte de los intentos de Satanás para
instalar sus ejércitos en tu territorio interior y tú, que eres
un combatiente esforzado contra Satanás y sus ejércitos y que
deseas hacer de tu alma un espacio puro dedicado a Dios, deberás
tener cuidado en mantener alejado de ti a ese maldito y a todas
las fantasías que no sean del agrado de Dios Altísimo, hasta
que, si Dios quiere, puedas arrebatar esta muy importante
trinchera de las manos de Satanás y sus ejércitos. Esta
trinchera está en primera línea y si sales victorioso de ella
puedes tener esperanza de mayores progresos.
¡Oh querido! Pide a Dios
constantemente que te ayude y suplica ante la audiencia de Su
adoración y con arrepentimiento y humildad dile:
¡Oh Dios Altísimo! Satanás es
un enemigo grande y poderoso, que siempre tuvo y tiene envidia
de Tus profetas y grandes santos. Acompaña a este siervo débil y
aquejado de vanas fantasías, ilusiones y supersticiones sin
fundamento, para que pueda librarse de eso poderosos enemigos y
no me dejes solo en este campo de batalla en el que esos grandes
enemigos amenazan mi felicidad y mi condición humana, para que
pueda liberar el territorio que Te pertenece solo a Ti y cortar
las manos de ese usurpador que pretende apoderarse de la casa
que es únicamente Tuya.
Sobre el equilibrio
Una de las cosas que ayuda a la persona que
sigue este camino espiritual y a la que se debe prestar una gran
atención es el equilibro. Y lo que pretendemos indicar con ello
es que la persona inteligente debe comparar los beneficios y
perjuicios que reportan cada uno de los comportamientos
corruptos y cada defecto, producto de los excesos de las
pasiones, la ira y la imaginación bajo control de Satanás, con
los beneficios y perjuicios que comporta cada uno de los buenos
actos y de las virtudes morales que se encuentran a la sombra de
la razón y de la obediencia de la ley divina, y valorar cual de
ellos es el mejor camino a seguir.
Por ejemplo, el alma que está totalmente
controlada por sus pasiones y empapada de ellas y que ha
contraído todo tipo de vicios y malos atributos, se encuentra
incapaz de refrenarse ante cualquier acto pecaminoso que se le
ofrece, de rechazar cualquier beneficio que pueda obtener sin
preocuparse del camino por el que lo ha obtenido y de abstenerse
de conseguir cualquier cosa que le apetezca aunque para ello
tenga que seguir un camino criminal y corrupto.
Cuando la ira se convierte en un hábito y
da paso a otros defectos y vicios, tratará a cualquier persona
que caiga en sus manos con violencia, prepotencia y opresión. Y
buscará la manera de perjudicar a cualquiera que se resista a su
opresión y responderá con la violencia y el desorden ante la
menor señal de disconformidad y, por cualquier medio, alejará de
sí a quien moleste sus deseos, aunque eso suponga llevar al
mundo a la corrupción.
De la misma manera, un alma empapada por
las fantasías satánicas hasta el punto en que estas se hayan
convertido en un hábito para él, llevará adelante sus deseos y
pasiones aunque para ello haya de recurrir al engaño, las
trampas o cualquier otro tipo de comportamiento satánico, y
aunque con ello lleve la desgracia a una familia o condene a la
miseria a una ciudad o a un país.
Esas son las consecuencias que resultan de
esos poderes cuando caen bajo el control de Satanás.
Mientras que si lo pensamos bien y
observamos los estados de estos individuos, veremos que por muy
fuerte que sean y por mucho poder que tengan para obtener sus
deseos y aspiraciones, habrá miles de ellos que jamás podrán
alcanzar, ya que, en este mundo, no es posible obtener todos los
deseos y alcanzar todas las aspiraciones, pues este mundo es el
reino de las dificultades y la materia de la que este mundo está
hecho se resiste a que nuestros deseos se realicen.
Al mismo tiempo, nuestros deseos y
esperanzas son ilimitados. Por ejemplo, el poder de los deseos
en la persona es de tal manera que si, por imaginar algo
imposible, un hombre poseyese todas las mujeres de una ciudad,
desearía las mujeres de otra ciudad y si poseyese un país
desearía otro.
El ser humano siempre desea lo que no
posee. A pesar de lo imposible de nuestras fantasías y de la
presencia de este horno de pasiones, lo que tenemos sin cocer es
mucho y la persona nunca consigue todo aquello que desea.
Y lo mismo sucede con el poder de la ira en
la persona. Está creado de tal manera que, aunque fuera el
monarca absoluto de un reino, pondría su atención en otro reino
y trataría de apoderarse de él, al punto que, todo lo que viene
a sus manos sólo sirve para incrementar este poder. Quien no
esté de acuerdo, que observe sus propios sentimientos y los de
otras personas de este mundo que pertenezcan a las clases altas,
a la aristocracia y a quienes poseen poder y nos dará la razón.
Así pues,
el ser humano siempre está deseando algo que no posee. Es éste
un sentimiento innato en él, tal y como muchos grandes filósofos
y maestros del Islam han demostrado, especialmente nuestro
maestro y guía en lo relativo a la espiritualidad divina, el
gnóstico perfecto Aqa Mirza Muhammad Ali Shah Abadí.[11]
En cualquier caso ¿Cuánto tiempo puede un
individuo disfrutar de aquello que ha obtenido? ¿Cuánto tiempo
permanece en él el vigor juvenil?
Cuando la primavera de su vida da paso al
otoño pierde la alegría de su corazón y el vigor de sus
miembros, le abandona el gusto por el trabajo, deja de percibir
con claridad el sabor de los alimentos, se debilitan sus ojos,
sus oídos y el resto de sus sentidos y decaen los placeres,
total o parcialmente. Diferentes enfermedades comienzan a
invadirle, sus aparatos digestivo, excretor, defensivo y
respiratorio comienzan a no funcionarle bien y nada queda
excepto dolor y molestias.
Por tanto, el tiempo en que la persona hace
uso de esa fuerza corporal, desde los días en que puede
diferenciar lo bueno y lo malo hasta que sus fuerzas comienzan a
decaer, no pasa de treinta o cuarenta años, siempre y cuando sea
una persona de constitución fuerte y sana y que no sufra
enfermedades y problemas de los que estamos acostumbrados a ver
cada día y que solemos no tener en cuenta.
Ahora bien, supongamos que usted puede
llegar a vivir ciento cincuenta años y a disponer de todos sus
poderes pasionales y satánicos de los que ya hemos hablado, e
imaginemos también que durante ese tiempo no sufre ningún
percance o inconveniente y nada se opone a sus metas ¿Qué será
de usted después de ese pequeño tiempo, que pasa con la rapidez
del viento?
¿Acaso habrá podido almacenar algunos de
esos placeres para su vida eterna? ¿Para el día de su desgracia,
carencia y soledad? ¿Para los mundos de la tumba (barzaj)
y del levantamiento final? ¿Para el encuentro con los ángeles de
Dios y con los amigos de Dios y Sus profetas?
No contará con nada más que con malas
acciones y pecados, los cuales se manifestarán en usted en el
mundo intermedio y en el de la resurrección, transformando su
aspecto de tal manera que nadie más que Dios podrá reconocerle.
Te equivocas al comparar el fuego del
Infierno y los tormentos de la tumba y de la resurrección y todo
lo demás que has escuchado con el fuego y las penalidades y
castigos de este mundo. Has establecido una analogía equivocada.
El fuego de este mundo es un accidente relativamente suave. Los
castigo de este mundo son muy suaves y ligeros. Tu percepción de
las cosas en este mundo es muy parcial e incompleta. Todos los
fuegos de este mundo reunidos no son suficientes para quemar el
alma del ser humano. En el otro mundo, el fuego, además de
quemar el cuerpo, quema también el alma y funde el corazón. Todo
lo que has oído hasta ahora es sobre el Infierno de tus acciones
que allí se te hará presente y del que Dios Altísimo ha dicho:
Y encontrarán ante ellos lo que
hicieron.[12]
Es decir: Se encontrarán con que aquello
que hicieron está presente ante ellos.
La riqueza de los huérfanos de la que te
apropiaste y de la que disfrutaste con placer, sólo Dios sabe la
forma que tomará en ese mundo, cómo se aparecerá ante ti en el
infierno y qué tipo de sufrimiento te provocará.
Aquí hablaste mal a la gente, quemaste el
corazón de la gente. Sólo Dios sabe qué castigo tendrás en ese
otro mundo por haber quemado el corazón de los siervos de Dios.
Cuando lo veas, sabrás el castigo que tú mismo preparaste para
ti mismo.
Cuando calumniaste a la gente, la forma
celestial que había sido preparada para ti se aparta de ti,
quedas asociado a lo que hiciste y probarás el castigo por ello.
Esos son los infiernos de las acciones.
Infiernos fáciles, fríos, soportables y que pertenecen a los que
son pecadores. Pero aquellos que han corrompido sus actos y han
hecho un hábito de vicios como la codicia, la avaricia, el
rechazo de las obligaciones morales, el discutir las ordenes
divinas, la tacañería, el amor al dinero, a la posición social,
a los placeres mundanos y al resto de los atributos bajos y
degradantes, son gente que pertenece al infierno hasta un punto
que no es posible imaginar. Son imágenes horribles y
evanescentes que surgen de lo profundo del alma de las gentes de
esos infiernos, a consecuencia de los castigos que en ellos
sufren y que el corazón de gentes como tú o yo es incapaz de
imaginar.
Ha sido
recogido en algunas tradiciones proféticas dignas de crédito que
existe en el Infierno un valle denominado «Saqar» destinado
especialmente a los arrogantes. Se queja ante Dios Altísimo de
la intensidad del calor y le pide permiso para respirar un
momento. Y cuando obtiene permiso para respirar, emite una
respiración que inflama todo el Infierno.[13]
A veces,
estos atributos son la causa de que la persona permanezca
eternamente en el Infierno, ya que arrebatan la fe de la
persona. Por ejemplo, la envidia, de la que en una de nuestras
tradiciones proféticas auténticas se dice que devora la fe de la
misma manera que el fuego devora la leña.[14]
O como el
amor por este mundo, la posición y el dinero, del que, en una de
nuestras tradiciones proféticas auténticas, se dice que dos
lobos que atacan a una oveja perdida del pastor, uno por delante
y otro por detrás, no acaban con ella tan rápido como el amor
por el mundo, los honores y la riqueza acaban con la fe del
creyente.[15]
No quiera Dios que la persona acabe sus
días como un pecador, pues los hábitos y los comportamientos
malvados son causa de que la persona marche de este mundo
habiendo perdido la fe y el infierno del que no tiene fe y el
infierno de las creencias vanas son muchos grados peor, más
ardientes y tenebrosos, que esos dos que hemos citado
previamente.
¡Oh
querido! La teosofía ha dejado demostrado que los grados de
intensidad son ilimitados.[16]
Para cada nivel de intensidad del castigo que tu mente y la
mente de cualquiera pueda imaginar, aun es posible un grado
mayor.
Si no
conoces los argumentos de los filósofos ni crees en los
develamientos de los gnósticos, tú que, alabado sea Dios, eres
un creyente y sabes que los profetas, las bendiciones de Dios
sean con todos ellos, eran sinceros; tú, que sabes que las
tradiciones proféticas recogidas en nuestros libros acreditados
y que todos los sabios imamitas[17]
aceptan, son verdaderas; tú, que sabes que los ruegos y los
diálogos espirituales íntimos (munáyát) que nos han sido
transmitidos de los Imames purificados, la paz de Dios sea con
ellos, son ciertos; tú, que has conocido los diálogos
espirituales del Señor de los temerosos de Dios, Emir
al-Muminín, la paz de Dios sea con él; tú, que conoces los
diálogos espirituales que el Señor de los que se prosternan[18]
ante Dios, Said al-Sáyedín, sobre él la paz, ha pronunciado en
la súplica de Abu Hamza Az-Zumalí; reflexiona un poco sobre el
contenido de los mismos, piensa un poco en sus pasajes.
No es necesario que leas una súplica
larguísima de una sola vez y apresuradamente, sin pensar en sus
significados. Tú y yo no poseemos el estado espiritual del señor
de quienes se prosternan, el Imam Ali ibn al-Huseyn, sobre él la
paz, para ser capaces de recitar esa larga súplica con un estado
elevado. Lee un tercio o un cuarto de él, por la noche,
prestando un poco de atención y reflexionando en sus pasajes.
Quizás obtengas un estado de elevación espiritual.
Dejemos todo eso a un lado. Piensa un poco
en lo que el Corán dice sobre los castigos y cómo la gente
destinada al infierno suplica a Dios que les saque de él. Pero
no lo consiguen y tampoco pueden morir. Ve lo que dice Dios
Altísimo:
¡Ay de mí por mi negligencia con Dios![19]
¿A qué negligencia se refiere Dios Altísimo
otorgándole tal importancia y hablando de ella en esos términos?
Reflexiona sobre este noble versículo
coránico. No pases sobre él sin detenerte a meditar cómo Dios
describe el Día del Juicio Final:
El día en que lo veáis, olvidará toda
nodriza a su lactante y toda embarazada abortará y verás a las
gentes ebrias, pero no estarán ebrias sino que el castigo de
Dios será severo.[20]
Piénsalo bien querido. El
Corán, que Dios me perdone, no es un libro de cuentos. No bromea
contigo. ¿Has visto lo que dice? ¿Qué clase de castigo es ese
que hace que nos olvidemos de nuestros seres queridos y que la
mujer embarazada aborte? ¿Qué clase de castigo es para que Dios,
bendito y ensalzado sea, le califique de «intenso» y en otro
momento de «inmenso»?
¡Qué castigo será para que
Dios, cuya inmensidad no tiene límites y cuya grandeza y poderío
son infinitos, lo califique de «intenso» e «inmenso»! Dios sabe
que mi mente y la tuya y la de cualquier ser humano son
incapaces de imaginarlo.
Si revisáis las tradiciones
proféticas de los Imames de la Casa de la virtud y la Pureza y
reflexionáis sobre ellas, comprenderéis que la naturaleza de los
castigos de ese mundo es diferente a la de los castigos de éste.
No se pueden establecer analogías entre los castigos de este
mundo y los del otro. Eso es una equivocación y una analogía sin
sentido.
Voy a citarte un noble
hadiz[21]
del Sheyj
Yalil al-Qadr, Sadúq al-Táifa, el muy verídico de la comunidad,
para que sepas cómo es el asunto, cuán inmenso es el
sufrimiento, a pesar de que este hadiz se refiere al
infierno de las acciones, que es el más frió de todos los
infiernos.
Primero, debes saber que el Sheyj Sadúq,
que es quien transmite este hadiz, es alguien al que
todos los sabios consideran mayor que ellos y que todos aceptan
su grandeza. Esta personalidad es alguien que nació como
respuesta a una súplica del Imam, sobre él la paz. Es alguien
que mereció la atención y la estima del Imam de la Época, sobre
él la paz y quiera Dios acelerar su regreso, escritor de
importantes obras y uno de los grandes sabios imamitas, quiera
Dios estar satisfecho de todos ellos.
Voy a transmitir un hadiz
proveniente de Sheij Sadúq. Todos los que de él lo han
transmitido hasta llegar a nosotros son grandes maestros cuyo
testimonio es absolutamente digno de crédito (ziqa), por
lo tanto, si eres de la gente de fe, debes creer en él.
Transmitió Al-Sadúq, que lo recogió del
Señor de los sinceros, sobre él la paz, que dijo:
Estaba un día el Mensajero de Dios sentado,
cuando vino a él Gabriel, sobre él la paz, con una expresión de
preocupación y el rostro demudado y el Mensajero de Dios le
dijo: «¡Oh Gabriel! ¡Qué es eso que veo que te preocupa?»
Él dijo: «¡Oh Muhammad! ¿Cómo
podría no estar así después de haber visto cómo hoy se
establecían las burbujas del Infierno?»
El Mensajero de Dios dijo: «¡Oh
Gabriel! ¿Qué son las burbujas del Infierno?»
Y él dijo: «En verdad, Dios Altísimo ordenó al fuego
que ardiese durante mil años, hasta que se puso al rojo vivo.
Luego le ordenó que ardiese otros mil años, hasta que se puso
blanco. Luego le ordenó que ardiese otros mil años, hasta que se
puso negro. Y ahora es negro y oscuro. Y si un solo eslabón de
la cadena que cierra su entrada, cuya altura es de setenta
codos, cayese en la Tierra, la fundiría totalmente con su calor.
Y si una sola gota del Zaqúm[22]
y el Daríg[23]
cayese sobre las reservas de agua de la gente de este mundo,
todos morirían debido a su hedor.»
Y dijo: Entonces el Mensajero de Dios lloró y
también lloró Gabriel, así que Dios Altísimo envió para ellos un
ángel que les dijo: «Vuestro Señor os envía saludos y dice: En
verdad, os he librado a ambos de cometer pecados y por tanto de
castigaros por ello.»[24]
¡Oh querido! Existen muchos
hadices como este.
La existencia del Infierno y sus dolorosos
castigos son creencias establecidas de todas las religiones y
las pruebas de ello son evidentes. Los gnósticos y los señores
de los corazones han podido contemplar ejemplos de ello en este
mismo mundo.
Reflexiona atentamente en el
contenido de este hadiz terrible.
Si consideras la posibilidad de que sea
cierto ¿No debería eso hacerte sentir como un loco divagando sin
sentido ni dirección por el desierto? ¿Qué nos ha sucedido para
que nos encontremos hasta tal punto sumergidos en el sueño del
descuido y la ignorancia? ¿Acaso también para nosotros, como
para el Mensajero de Dios y para Gabriel, ha descendido un ángel
para anunciarnos que estamos a salvo del castigo divino? Incluso
así, el Mensajero de Dios y los santos no se libraban de temer a
Dios hasta el fin de sus días y el sueño y el apetito se
apartaba de ellos. Los santos de Dios llegaban al síncope de
temor de Dios. Los lamentos, las súplicas y las confesiones
espirituales de Ali ibn Al-Huseyn, sobre él la paz, que era uno
de los Imames Purificados, rompen el corazón. ¿Qué nos pasa que
no mostramos ninguna modestia ante la presencia divina y que nos
comportamos con tanta falta de respeto ante la santidad y
sacralidad divina?
¡Ay de nosotros por nuestra
falta de atención! ¡Ay de nosotros cuando nos lleguen los
difíciles momentos de la muerte! ¡Ay de nosotros y de nuestro
estado después de morir ante las dificultades del mundo al que
vamos (barzaj) y ante el Día de la Resurrección y sus
tinieblas! ¡Ay de nosotros ante el Infierno y sus castigos!
Sobre la cura de las enfermedades morales
Sí, querido ¡Despierta del sueño! Hazte
consciente de tu falta de atención y esfuérzate mientras todavía
estés a tiempo de arrepentirte. Considera el tiempo del que
todavía dispones como un tesoro y, mientras te quede vida,
fuerza y juventud, no hayas sido derrotado por una moral
corrupta y los hábitos viciosos no se hayan apoderado de ti,
aprovecha la oportunidad y busca un remedio para eliminar tus
malos hábitos y extinguir las llamas de los deseos inmoderados y
de la ira.
El mejor remedio que los maestros de moral
y las gentes del camino espiritual han encontrado para combatir
esos vicios morales, consiste en que tomes en cuenta cada uno de
los hábitos inadecuados que descubras en ti, te enfrentes y
resistas a ellos con fuerza y hombría y te propongas con firmeza
actuar durante un tiempo contra los deseos de tu ego y las
exigencias de esos vicios, pidiendo en todo momento a Dios que
te auxilie en este combate y te permita salir victorioso de él.
Es seguro que, después de poco tiempo,
habrás conseguido eliminar ese mal temperamento; que Satanás y
sus ejércitos abandonen esa trinchera y que, en su lugar, se
establezcan los ejércitos del bien.
Por ejemplo, una de las enfermedades
morales que llevan a la persona a su destrucción y son causa de
la opresión del alma en la tumba y del castigo en ambos mundos,
es el mal comportamiento con la gente de la casa o con los
vecinos o con los compañeros de trabajo o con la gente con la
que tratas al ir a comprar o en la zona en la que vives. Estos
comportamientos vienen generados por la ira y las pasiones.
Si la persona quiere combatir esas
inclinaciones y se mantiene un tiempo en la trinchera, atento a
luchar contra esos malos hábitos cada vez que aparezcan y que el
fuego de la ira se encienda, abrasándole por dentro e
incitándole a un mal comportamiento y a dirigirse a los demás
con malos modos; si actúa al contrario de lo que ellos le
sugieren, obrando con gentileza y educación, maldiciendo
interiormente a Satanás y buscando frente a él refugio en Dios,
yo te aseguro que, después de una cuantas veces, su actitud
cambiará completamente y los buenos hábitos se apoderarán de su
interior y harán casa en él. Pero si actúa conforme a los deseos
de su ego, es posible que, en primer lugar, le destruyan en este
mismo mundo.
Me refugio en Dios Altísimo de la ira que
en un instante puede destruir a una persona en ambos mundos. No
quiera Dios que seamos víctimas del ego.
Es posible que la persona, en un ataque de
ira, profiera insultos contra Dios, tal y como hemos visto hacer
a algunas personas dominadas por la ira, apartándose con ello de
la fe.
Los filósofos han dicho que un barco que no
tiene patrón que lo salve, en medio de las fuertes olas del mar
que le golpean, está más cerca de la salvación que la persona
dominada por la ira.
O si, Dios no lo quiera, eres una persona
que participa en los debates académicos con un espíritu agresivo
y discutidor, tal y como les ocurre a algunos de nuestros
estudiosos dominados por este mal, debes actuar un tiempo en
contra de tu ego, particularmente en las reuniones generales,
llenas de sabios y gentes comunes.
Si se suscitan debates y ves que la otra
parte esgrime argumentos convincentes, tú debes admitir tu error
y aceptar los argumentos de la otra parte. De esa manera, existe
la esperanza de que, después de poco tiempo, hayas podido
eliminar ese vicio.
Dios no quiera que las palabras de uno de
los sabios y de los gnósticos sean ciertas cuando dice:
«Me fue revelado en una visión que las
disputas entre la gente del Fuego, a las que Dios Altísimo se
refiere, son los discutidores entre la gente de conocimiento y
entre los transmisores de hadices.»
Si la persona piensa que es posible que
esas palabras sean ciertas, debería esforzarse mucho para
eliminar ese defecto.
Fue trasmitido por muchos compañeros del
Profeta que:
«Vino a
nosotros el Mensajero de Dios, un día que nos encontrábamos
discutiendo un asunto relativo a la religión y se enfadó como
nunca le habíamos visto enfadado. Después dijo: «En verdad, los
que existieron antes de vosotros fueron destruidos por esto
mismo. Apartaos de las discusiones, porque, en verdad, el
creyente no discute. Apartaos de las discusiones porque el
discutidor se pierde a sí mismo. Apartaos de las discusiones
porque el Día del Levantamiento yo no intercederé por él.
Apartaos de la discusión porque yo gratificaré con tres casas en
el Paraíso, una en sus jardines, otra en la mitad de él y otra
en lo alto de él, a quien abandone la discusión aun teniendo
razón. Abandonad la discusión porque lo primero que Dios me
prohibió después de la adoración a los ídolos fue discutir.»[25]
Y también, fue relatado que él, las
bendiciones sean con él y con su familia, dijo:
«No
completa el creyente verdaderamente su fe hasta que no se aparta
de las discusiones, aun teniendo la razón.»[26]
Los hadices de este tipo son abundantes.
¡Que malo es que una persona, para obtener una victoria parcial
que no procura ningún fruto ni beneficio, se prive de la
intercesión del Profeta, las bendiciones y la paz sean con él y
con su familia.
El debate intelectual, que es la mejor
forma de adoración y obediencia a los mandatos divinos si se
realiza con una intención correcta, destruye sus efectos si se
realiza con una actitud pecaminosa.
En toda circunstancia la persona debe
observar uno a uno todos los aspectos erróneos y pecaminosos de
su conducta y erradicarlos de su alma, controlando las
tendencias de su ego. Una vez que el usurpador es expulsado el
dueño de la casa se asienta en ella. No se necesita ningún otro
esfuerzo adicional.
Conclusión
Cuando finaliza el combate del alma en esta
estación, la persona consigue expulsar de su territorio a los
ejércitos satánicos y se establecen en él los ángeles divinos y
éste se convierte en el lugar de adoración de los siervos rectos
de Dios, las tareas de la senda espiritual hacia Dios se tornan
fáciles y el camino recto propio de la condición humana se
vuelve claro y evidente.
Las puertas de los paraísos se abren para
ella y las puertas de los infiernos y los caminos descendentes
se cierran para ella.
Dios
bendito y ensalzado la contempla con ojos favorables y
misericordiosos y la introduce en la vía de la gente de fe. Pasa
a ser de las gentes de la alegría y de los compañeros del lado
derecho y se abre para ella una senda hacia el conocimiento
divino, que es el la razón última de la creación de los seres
humanos y de los genios (yinn),[27]y
Dios Altísimo la toma de la mano en esa senda llena de peligros.
Quería haber hecho una alusión a la tercera
morada del alma y las particularidades del combate en ella y las
asechanzas de Satanás en este nivel, pero posteriormente no
consideré que fuera el momento y cambié de opinión.
Pido a Dios bendito y ensalzado que me dé
la oportunidad de hacerlo en algún otro momento.
*** Segundo hadíz Ostentación (riyá) Por una cadena de transmisión que se remonta a Muhammad ibn Yaqub, que lo recogió de Ali ibn Ibrahím, que lo recogió de su padre, que lo recogió de Abi Magrá, que lo recogió de Yazid ibn Jalífa, el cual dijo: Dijo Abu Abdel lah Imam Al-Sádeq, la paz sea con él: «Toda ostentación es politeísmo (shirk). En verdad, quien realiza sus obras para ser visto por la gente debe esperar su recompensa de la gente, pero la recompensa de quien realiza sus obras para Dios le corresponde a Dios.» Sobre el significado de ostentación (riyá) y sus grados. Ostentación significa realizar buenas acciones o manifestar buenas cualidades o buenas creencias para que los demás las vean y obtener una buena valoración en sus corazones y fama de bueno, correcto, digno de confianza y buen creyente entre ellos, sin tener en realidad una intención recta y pía. La ostentación se verifica en distinto niveles. El primer nivel tiene dos grados El primer grado consiste en manifestar creencias y conocimientos religiosos para conseguir fama de persona creyente y honesta y una buena opinión entre las gentes. Por ejemplo, diciendo: «Yo no me someto a nadie más que a Dios.» O diciendo: «Yo solamente busco la protección de Dios.» O actuando de manera engañosa para dar a entender que es una persona muy religiosa. Está segunda forma es la más corriente. Por ejemplo, en una conversación se habla de poner la confianza en Dios o de aceptar aquello que Dios dispone para uno y la persona ostentosa emite una exclamación o mueve la cabeza, queriendo hacer ver con ello que él pertenece a ese tipo de personas. El segundo grado es el de la persona que se aparta de las creencias vanas y purifica su alma de ellas, pero con la intención de obtener respeto y consideración entre las gentes, sea mediante manifestaciones verbales, sea mediante gestos o indicaciones. El segundo nivel también tiene dos grados. El primer grado es manifestar cualidades elogiables y nobles características. El otro es dar señales de haberse alejado de los vicios y malos hábitos y de haber purificado el alma de ellos, para ser conocido por ello. El tercer nivel que es la ostentación de la que tratan los doctores de la ley (fuqahá), quiera Dios estar satisfecho de ellos, y que tiene esos dos mismos grados: Uno, que consiste en realizar los actos y a la adoración establecidos por la ley islámica o manifestar inclinaciones intelectuales pero con intención de hacerse ver por las gentes y atraer hacia él la simpatía; tanto si es la esencia de sus actos la que está regida por la ostentación, como si es la manera de realizarlos, o las condiciones en las que los realiza, o parte de ellos, tal y como ha sido descrito en los libros de leyes. Otro, que consiste en apartarse de determinados actos pero con la misma intención. Es estas páginas, comentaré algunos de los malos comportamientos en de cada uno de estos tres niveles y, de manera resumida, aquello que se considera adecuado para curar ese vicio moral. Primer nivel Consta de varias partes Has de saber que la ostentación en cuestiones relativas a las creencias y los conocimientos religiosos es, de todas la clases de ostentación, la peor y sus consecuencias son también las peores y provoca una oscuridad mayor y más profunda que ningún otro tipo de ostentación. Si quien sufre de este tipo de ostentación no cree en realidad en aquello que manifiesta, es uno de los hipócritas para los que ha sido decretado el fuego y la destrucción eterna y cuyo castigo es el más severo. Pero si cree en lo que manifiesta, pero hace gala de ello para conseguir la admiración y el afecto de los demás, no puede ser calificado de hipócrita, pero su ostentación causa que la luz de la fe escape de su corazón y su lugar pase a ser ocupado por la oscuridad de la incredulidad, ya que, tal persona, aunque desde el principio del asunto es un politeísta que padece un ligero politeísmo, ya que entrega a la gente sus creencias verdaderas y sus conocimientos religiosos, cuando deberían ser pura y únicamente para Dios, puesto que la Verdad Altísima es el único dueño de esa esencia sagrada, dando a los demás participación en ello y permitiendo que Satanás se apodere de ello, haciendo que ese acto del corazón no sea ya para Dios. En uno de los capítulos, explicaremos que la fe es uno de los actos del corazón y no únicamente algo intelectual. Como dice un noble hadíz: «Toda ostentación es politeísmo.» Pero este vicio, esta atrocidad, esta oculta crueldad y este hábito degradante, termina finalmente por destruir las buenas acciones de la persona, por permitir que en su corazón entre otro aparte de Dios. Poco a poco la oscuridad de este vicio causa que la persona marche sin fe de este mundo. Esta fe imaginaria que posee no es más que un concepto sin sentido, un cuerpo sin alma y una cáscara sin fruto, inaceptable para Dios, como indica ese hadíz transmitido por Ali ibn Sálem y recogido en el excelente libro Al-Kafi, que dice: «Escuche decir a Abu Abdel lah, sobre él la paz: Dijo Dios poderoso y majestuoso: Yo soy el mejor de los socios. Yo no acepto el acto de quien asocia conmigo a otros en lo que hace. Sólo acepto de él lo que hace únicamente para Mí.» Es evidente, por lo tanto, que Dios no presta a los actos del corazón si no son puros, ni los acepta y se los transfiere al otro socio que es aquel para quien se ha hecho alarde de ellos. Después, las prácticas del corazón realizadas para otro que Dios traspasan los límites del politeísmo y entran en el terreno de la pura incredulidad. De manera que se puede decir que esa persona pasa a formar parte de los hipócritas. Mientras su politeísmo es débil también su hipocresía es débil. El pobre desgraciado piensa que es un creyente pero es un politeísta al principio y al final deviene un hipócrita y probará el castigo reservado a los hipócritas. ¡Ay de aquel cuyos actos acaban en hipocresía! Diferencia entre conocimiento y fe Has de saber que la fe es algo diferente al conocimiento de Dios y de la Unidad divina y el resto de los Atributos afirmativos de Su perfección y majestad y también de aquellos Atributos denominados negativos (salbíya), y del conocimiento de los ángeles, los profetas, las Escrituras y del Día del Levantamiento Final. La fe es un acto del corazón y mientras no sea así no puede denominarse fe. Quien obtiene nociones religiosas por medio de la argumentación racional o por acceso al conocimiento de las obligaciones religiosas, debe también rendir su corazón a ellas. Y realizar los actos del corazón, que son una forma de rendición y sometimiento y una manera de aceptación, hasta convertirse en un creyente. La perfección de la fe es la «certeza». Cuando la luz de la fe se fortalece viene seguida por la «certeza» del corazón y todo ello es algo diferente del conocimiento. Es posible que la mente te permita comprender algo por medio de una argumentación racional pero si el corazón no se rinde a ella, ese conocimiento no sirve de nada. Por ejemplo, puedes comprender con la mente que una persona muerta no puede causar daño alguno y que todos los muertos del mundo no tiene el poder de una mosca ya que toda la fuerza corporal y mental ha escapado de ellos, pero mientras el corazón no acepte eso y se rinda ante esa idea no podrás quedarte a solas con un muerto en una noche oscura. Pero si el corazón se rinde a la razón y acepta sus juicios, no tendrás problema para hacer algo así. Cuando, con algo de esfuerzo el corazón se rinde a la razón, desaparece el miedo a los muertos. Por tanto, ha quedado claro que la rendición, que es una cualidad del corazón, es algo diferente a la razón, que es un cualidad de la mente. Puede que la persona, mediante la argumentación racional demuestre la existencia del Creador Altísimo, de Su Unidad, del Día del Regreso a la vida y del resto de las creencias divinas, pero a estas creencias no se las denomina «fe» y a quien las profesa no le convierte en «creyente». Puede que sea un incrédulo o un hipócrita o un politeísta. Pero hoy tu ojo interno está cerrado y no posee visión espiritual. Estos ojos terrenales no son capaces de percibir. Cuando lo que está oculto se revele y se manifieste el reino de la Verdad divina, el mundo físico se desvanecerá y la realidad aparecerá. Entonces te darás cuenta que no tenias fe en Dios y que el juicio de la razón no estaba en consonancia con la fe. Mientras la ilaha il lal lah no quede escrito en la página en blanco del corazón con la pluma de la razón, la persona no será un creyente en la unidad de Dios. Cuando esta hermosa sentencia divina entra en el corazón, el dominio del corazón se hace uno con la misma Verdad Altísima, la persona ya no reconoce la influencia de nadie más en el territorio de la Verdad, deja de buscar el reconocimiento y la aceptación de los demás y de esperar de ellos posición y respeto. Entonces es cuando el corazón se aleja de la ostentación. Así pues, si ves que en tu corazón existe ostentación debes saber que aun no se ha rendido al imperativo de la razón y que no se encuentra iluminado por la luz de la fe. Que es a otro y no a la Verdad Altísima a quien tienes por dios y bajo cuya influencia estás y que, por tanto, eres uno de los hipócritas, de los idólatras o de los incrédulos. Sobre los peligros de la ostentación Sí ¡Oh tú, que actúas para ser visto y que has depositado en manos de Satanás, que es el enemigo de Dios Altísimo, las creencias verdaderas y los conocimientos religiosos! Aquello que pertenece en exclusiva a Dios Altísimo se lo has entregado a otros y esas luces que iluminan el alma y el corazón y que son el capital para la salvación y la felicidad eterna, las fuentes de las que mana el encuentro con Dios y la semilla de la cercanía al Amado, las has trocado por las terribles tinieblas de la desgracia y la destrucción eterna. Prepárate para unas tinieblas tras las cuales no viene luz alguna, una dificultad sin nada que la alivie y una enfermedad incurable: una muerte sin vida. Un fuego que se manifiesta desde el fondo del corazón y que abrasa el alma y el cuerpo de una manera que ni tú ni yo podemos llegar a imaginar, tal y como Dios Altísimo informa en el noble versículo de Su Libro revelado, cuando dice: Es el Fuego abrasador de Dios que llega hasta el fondo del alma.[28] Solamente el fuego de Dios es capaz de quemar el corazón. Si el conocimiento innato de la unidad divina, que es la naturaleza misma de Dios, se pierde y su lugar pasa a ser ocupado por la idolatría y la incredulidad, la persona no podrá obtener la intercesión de intercesor alguno y permanecerá eternamente en el castigo. ¿Qué castigo es ese? Es el castigo que surge del disgusto divino y del celo del Señor. Por lo tanto ¡Oh querido! No te expongas al enfado y la ira divina por causa de una falsa ilusión, un afecto limitado de las débiles criaturas y un lugar en el corazón de los pobres seres humanos y no vendas el amor divino, Su generosidad ilimitada y Su favor y benevolencia a cambio del afecto sin consecuencias de las criaturas, de las que no vas a obtener nada más que perjuicios y molestias. Una información científica para acabar con la ostentación Esto que voy a mencionar aquí es algo de lo que cabe esperar que sea útil para curar esa enfermedad del corazón en este y otros niveles. Está en conformidad con las demostraciones filosóficas y las iluminaciones del alma, así como con las noticias reseñadas de los Imames purificados y con el Libro de Dios y también tu razón lo confirma. Puesto que Dios bendito y ensalzado abarca con Su poder todo el universo y todas las criaturas, controla también los corazones de todos Sus siervos y, sin Su permiso, nadie tiene capacidad, ni la tendrá, de ejercer ningún control sobre ellos. Ni siquiera la misma persona tiene poder para controlar su corazón si no es con el permiso divino, tal y como ha sido indicado en el Corán y podemos ver en la información recogida procedente de la Casa Profética (Ahl ul-Bayt), sobre ellos la paz. Así pues, Dios bendito y ensalzado es el dueño de los corazones y Quien los controla y tú que eres solamente un siervo débil e impotente no puedes ejercer control sobre los corazones sin Su permiso, pues Su voluntas está por encima de la tuya y por encima de la voluntad de todas las criaturas. Por lo tanto, tu ostentación e hipocresía, dirigida a atraer los corazones de Sus siervos y a conseguir respeto y fama entre ellos, no dará fruto alguno, ya que es algo que está completamente más allá de tu control y bajo el control divino. El es el dueño de los corazones y Quien los gobierna y Él es quien hace a quien quiere un sitio en los corazones de las gentes, mientras que es posible que tú consigas lo contrario de lo que te propones. Hemos visto y oído lo sucedido a la gente de dos caras que actúa para ser visto por lo demás y cuyos corazones no eran puros, cómo han tenido un final desgraciado y humillante y han obtenido lo contrario de aquello que pretendían, tal y como ha sido indicado en el noble hadíz recogido en Al-Kafi, que dice: Relató Yarráh al-Madáiní, que Abu Abdel lah al-Imam al-Sádeq, sobre él sea la paz, comentando las palabras de Dios poderoso y majestuoso, que dicen: Por tanto, quien tenga esperanza de encontrarse con su Señor, que obre rectamente y que no asocie a nadie en la adoración a su Señor.»18:110 dijo: «La persona que no actúa para conseguir como recompensa el encuentro con su Señor, sino que obra movido por el deseo de que los demás le consideren una persona pura y buena y desea que la gente escuche lo que hace, no realiza sus actos de adoración exclusivamente para Dios, sino que asocia junto a Él a otros, es decir adora a dos dioses al mismo tiempo, al verdadero Dios y a sí mismo. No existe siervo alguno que mantenga ocultas sus buenas acciones sin que Dios después de pasado un tiempo las saque a la luz y tampoco siervo alguno que oculte sus malas acciones sin que después de un tiempo Dios haga que ese mal quede al descubierto.»[29] Por tanto ¡Oh querido! Si deseas ser bien considerado pídeselo a Dios. Pide al Dueño de los corazones que los corazones de la gente estén contigo. Que tus actos sean para Dios. A cambio, Dios, además de otorgarte Sus bendiciones y favores en la otra vida, te favorecerá en este mundo y hará que seas amado. Hará que muchos corazones se abran a ti y te honrará en ambos mundos. Esfuérzate en cultivar en tu corazón el amor a Dios con una pureza absoluta. Purifica tu ser interior para que también tus actos sean puros y tu corazón éste sólo pendiente de la Verdad, libre de contaminación y corrupción. Elimina lo turbio y opaco de tu alma. ¿De qué sirven en amor y el odio de las débiles criaturas? ¿De qué la fama y el nombre entre los siervos insignificantes? Supongamos que sirven de algo. El beneficio que procuran es insignificante y dura poco tiempo. Es posible que ese amor sea la causa de que los actos de la persona terminen siendo pura ostentación y, Dios no lo quiera, la conviertan en un idólatra, un hipócrita y un incrédulo. Si no es humillado en este mundo lo será en el otro, ante la corte de la justicia divina, ante los siervos rectos de Dios, Sus grandes profetas y Sus ángeles querubines, con la cabeza baja, avergonzado. No sabes cómo son la vergüenza y la humillación de ese día. Sólo Dios sabe las desgracias que acarrea el fracaso ante la corte divina. Ese es el día del que Dios ha dicho que los incrédulos dirán: ¡Ay de mí! ¡Ojalá fuese polvo![30] Pero, entonces ya no servirá de nada. ¡Oh desgraciado! A cambio de un afecto limitado y de una fama entre los siervos de Dios que no sirve para nada, has renunciado a los favores divinos. Has conseguido que Dios no esté satisfecho de ti y has provocado Su disgusto contigo. Aquellos actos con los que deberías haberte procurado la morada de la generosidad divina, la vida eterna y la felicidad sin límites y mediante los cuales habrías alcanzado las más elevadas posiciones del Paraíso, los has cambiado por la opresión y las tinieblas de la idolatría y la hipocresía, y solamente obtendrás verguenza, humillación y castigos terribles. Tú mismo te has condenado al Siyyín. Tal y como dice el noble hadíz recogido en Al-Kafi, Su santidad el Imam al-Sádeq, sobre él la paz, relató que el Mensajero de Dios dijo: «En verdad, el ángel se alegra de las acciones de un siervo y las lleva al Cielo. Pero cuando llega al Cielo con ellas, Dios, poderoso y majestuoso le dice: Envíalas al Siyyín, pues, en verdad, él no las realizó solamente para Mí.»[31] Tú y yo, con este estado, no podemos imaginar lo que es Siyyín, ni comprender lo que significa el tribunal de los actos pecaminosos, ni ver la forma que adoptan esos actos en Siyyín. Y si un día podemos contemplar la realidad de esos actos ya no tendremos oportunidad de echarnos atrás y el camino del arrepentimiento estará cortado. ¡Oh querido! ¡Despierta! Aleja de ti la distracción y la borrachera y sopesa en la balanza de la razón tus actos antes de que sean pesados en el otro mundo y echa tu cuenta antes de que te la echen. Limpia el espejo de tu corazón del polvo de la idolatría, la hipocresía y la doble moral. No permitas que el polvo de la idolatría y la hipocresía se acumule en él hasta un punto tal que ni siquiera los fuegos del otro mundo puedan limpiarlo. No dejes que la luz de tu naturaleza original se transforme en las tinieblas de la incredulidad. No permitas que «la naturaleza esencial en la que Dios ha creado a los seres humanos»[32]se pierda. ¡No traiciones hasta ese punto es depósito divino! Limpia el espejo de tu corazón para que la luz de la belleza divina brille en él y desapégate de este mundo y de todo lo que en él hay. Cuando el fuego del amor a Dios se enciende en el corazón, abrasa en un instante el amor que sentíamos por todo los demás de este mundo. Cuando se disfruta el placer que proporciona el recuerdo de Dios el resto de los placeres animales pasan a ser un juego de niños. Si no eres de la gente que ha alcanzado esa posición espiritual y estas cosas te resultan sorprendentes y extrañas, al menos no apartes de ti los favores divinos del otro mundo de los que el Noble Corán y los hadices proféticos hablan, por obtener una fama y un reconocimiento efímero en los corazones de las criaturas. No pierdas todos esos regalos. No te prohíbas todas esas mercedes. No vendas tu felicidad eterna a cambio de un sufrimiento sin fin. Una invitación a la sinceridad Debes saber que el verdadero Señor del reino y el auténtico Otorgador de bendiciones, Aquel que nos ha entregado todos estos dones, ha previsto todo esto que existe en el mundo para nosotros desde antes de que nosotros llegásemos a él. Él es quien concibió para nosotros estos alimentos delicados y provistos de materias nutrientes adecuadas a nuestros débiles estómagos. Él es quien nos educa y nos sirve con un amor innato a Su esencia, a pesar de no estar obligado a servirnos. Él es quien ha creado el aíre que respiramos y todo lo que nos rodea, así como el resto de los favores, manifiestos y ocultos, de manera adecuada a nuestras necesidades. Así mismo ha dispuesto todo lo que existe en el otro mundo y en el mundo intermedio antes de que nosotros vayamos a ellos y nos ha pedido que purifiquemos el corazón para poder recibirle y recibir Sus favores y alcanzar así nuestras metas y obtener lo que nos beneficia. A cambio de ello, nosotros Le desobedecemos y no Le escuchamos y actuamos en contra de aquello que provoca Su satisfacción. ¡Que gran opresión cometemos! El resultado de esa rebelión contra el Señor de los mundos se traduce inevitablemente es opresión contra nosotros mismos sin que a Él le alcance el menor daño. No podemos escapar a Su control y gobierno. Para Él es igual si somos idólatras o monoteístas, conozcamos a Dios o creamos en la purificación del alma, a Él pertenecemos. Si somos incrédulos o politeístas, a nosotros mismos nos perjudicamos, ya que: En verdad, Dios no tiene necesidad de nadie ni de nada de lo que existe en el Universo.[33] No tiene necesidad de nuestra adoración , de nuestra pureza, de nuestro sometimiento. Si le desobedecemos, adoramos falsos dioses junto a Él o mantenemos dos caras y una doble moral, no dañamos Su poderío en lo más mínimo. Pero, debido a que Él es el «más misericordioso de los misericordioso» (Arhama ar-Rahimín), en Su infinita misericordia y Su ilimitada sabiduría nos ha enseñado cuál es el camino correcto y cuál el equivocado, donde está la belleza y donde la fealdad y nos ha advertido de los peligros y dificultades que se encuentran en el sendero hacia la perfección humana y la verdadera felicidad. Dios Altísimo, con esa guía y orientación, e incluso con nuestros actos de adoración, nuestros actos de purificación y de sometimiento, nos ha otorgado un favor inmenso, cuya importancia no podremos llegar a comprender mientras los ojos de nuestra visión interior no se abran y no alcancemos a vislumbrar el mundo intermedio que existe entre ambos mundos. Mientras permanezcamos en este mundo estrecho y oscuro y sometidos a las limitaciones del espacio y el tiempo no podremos percibir con claridad la ilimitada grandeza divina ni imaginar en nuestros actos de adoración y purificación el gran favor que Dios nos ha hecho al otorgarnos tal guía y orientación. No se te ocurra suponer que nosotros hacemos algún favor a los grandes profetas y a los santos de Dios o a los sabios de la comunidad que nos han guiado y nos guían hacía la felicidad y la pureza y nos salvan de la ignorancia, las tinieblas y la desgracia y nos han invitado al mundo de la luz, la felicidad y la grandeza, soportando todo tipo de dificultades para poder educarnos y salvarnos de las tinieblas que acompañan inevitablemente a la falsas creencias y a la ignorancia compuesta[34] y de los castigos y presión que acompañan a los hábitos y a los comportamientos viciosos. Ellos han procurado y procuran salvarnos de las odiosas formas e imágenes de pesadilla que en el otro mundo adoptan nuestros malos actos y hacernos alcanzar unas luces, alegrías, paz y tranquilidad que no podemos llegar a imaginar. Este mundo terrenal, con toda su grandeza, es tan pequeño en comparación con el otro que no cabe en él ni una sola de las mansiones del Paraíso. Nuestros ojos no tiene capacidad para ver un solo cabello de los seres celestiales de grandes ojos (hur ul-ain), todo ello formas celestiales que adoptan las creencias, la moral y los actos a los cuales nos han invitado los grandes profetas y en especial el dueño del discernimiento universal y del mandato global, el sello de los profetas,[35] la paz y las bendiciones sean con él y con su familia purificada. Ellos, gracias a la inspiración divina, han percibido, visto y escuchado esas verdades y nos han invitado a participar de ellas, pero nosotros, pobres desgraciados, como niños que, no solo se niegan a obedecer a las gentes juiciosas, sino que las denigran, nos comportamos con ellos siempre con rebeldía, enfrentándoles y discutiéndoles, mientras que esas almas puras y llenas de certeza y esos espíritus buenos, debido a la conmiseración y misericordia que han tenido con los siervos de Dios, jamás han cesado de invitarnos a seguir ese camino a pesar de nuestra ignorancia, llevándonos a la fuerza o de buen grado hacia nuestra felicidad y hacia el Paraíso, sin pedirnos a cambio de ello salario o recompensa. Cuando el noble Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, limita su recompensa a que «améis a mi familia»[36]es posible que la forma que ese amor y afecto adopte en el otro mundo sea la más luminosa de todas las formas y, también, para nuestro propio beneficio y para hacernos llegar a la felicidad y a la misericordia. Por lo tanto, la recompensa por habernos traído el mensaje divino es a nosotros a quien nos beneficia. Nosotros, pobres desgraciados, ¿Cómo podemos favorecerles a ellos? ¿Qué beneficio les reporta ellos nuestra purificación y las virtudes que seamos capaces de obtener? ¿Qué favor hacemos nosotros o ustedes a los sabios de nuestra comunidad? Estamos en deuda con cada uno de los seres que nos ha guiado al buen sendero, desde esa persona que explica las cuestiones de la ley islámica, pasando por el noble Profeta y llegando a la Esencia Sagrada de la Verdad, ensalzada sea Su majestad, cada cual en su nivel y posición espiritual y no podremos pagarles en este mundo ni siquiera una parte de esa deuda. Este mundo no es el lugar adecuado para pagar esa deuda: Es a Dios y a Su Mensajero y a Su amigos a quien se debe estar agradecidos. Tal y como Dios Altísimo ha dicho: No penséis que me habéis hecho un favor abrazando el Islam. Es Dios Quien os ha hecho un favor a vosotros guiándoos a la fe, si es que sois sinceros. En verdad, Dios conoce lo que está oculto a los sentidos en los cielos y en la Tierra y Dios ve claramente lo que hacéis.[37] Por lo tanto, si, cuando proclamamos nuestra fe en Dios, fuésemos sinceros, esa misma fe que proclamamos sería un favor que Dios nos hace. Dios ve el mundo que está oculto a los sentidos, por lo tanto conoce las formas que revisten en él nuestros actos y cómo son la forma de nuestra fe y de nuestro Islam en el mundo oculto a los sentidos. Nosotros, pobres, como no tenemos información de la realidad, buscamos el conocimiento en los sabios y pensamos que les estamos haciendo un favor, Creemos que cuando seguimos al doctor de la ley más sabio le hacemos un favor, cuando la realidad es que son ellos quienes nos hacen un favor a nosotros, aunque no lo sepamos. Así, esa comprensión equivocada de quién favorece a quién, destruye nuestras buenas acciones y nos envía a Siyyín. Segundo nivel Consta de dos partes Primera parte Has de saber que la ostentación en este nivel aunque no reviste la misma intensidad que en el primer nivel, si la persona hipócrita no presta atención a las advertencias y se comporta de la misma manera de forma reiterada, es muy posible que termine padeciendo la ostentación propia del primer nivel. Ya hemos dicho en la explicación del primer hadíz que en la otra vida es posible que la persona adopte otra forma diferente a la que tenía en este mundo y que esas formas están en consonancia con los atributos del alma y son esos mismos atributos. Si tú posees los atributos propios de un buen ser humano, esos atributos te proporcionarán en el otro mundo forma humana, siempre y cuando puedas ser caracterizado por ellos y no te hayas apartado del camino de la moderación y el equilibrio. Los atributos que poseemos pueden ser considerados buenos cuando el alma egoísta (nafs al-ammara) no interfiere en ellos y el ego no juega ningún papel en la formación de los mismos. Nuestro maestro y guía, Shayj Ayatolá Shahabadí, quiera Dios alargar la sombra de su vida, decía que la manera de sopesar la práctica mundana frente a la práctica espiritual correcta era prestando atención al grado en el que el ego estaba implicado en esta última. Si el viajero espiritual (Sálek) se mueve impulsado por el ego y sus prácticas espirituales están dirigidas a obtener poder personal, sus esfuerzos serán en vano y su viaje espiritual estará llamado a tener un mal final. Las falsas proclamas espirituales surgen de ese tipo de personas. Pero si el viajero espiritual realiza su senda espiritual impulsado por su amor a la verdad y a Dios, sus esfuerzos y prácticas serán conformes a la verdad y a los mandatos religiosos y la Verdad Altísima le tomará de la mano, conforme deja establecido el noble versículo que dice: Y a quienes se esfuerzan por Nosotros, ciertamente, les guiaremos a Nuestros caminos. [38] Por tanto, su esfuerzo finaliza felizmente. Su ego ha caído y su egoísmo se ha alejado de él. Es evidente que aquel cuyos buenos atributos espirituales y su buen comportamiento están dirigidos a ser visto por la gente y a obtener de ellos una buena opinión, se mueve a impulsos del ego. Y la buena opinión que de sí mismo tiene, y su egoísmo es pura egolatría y, por tanto, su amor a Dios y su buena opinión de Dios son puras fantasías, vanas e imposibles. Mientras que el territorio de tu existencia este ocupado por el amor propio, el amor por la posición y la majestad, la fama y la preeminencia sobre los siervos de Dios, tus atributos no pueden ser considerados buenos, ni tu moral espiritual y divinamente orientada. Satanás es quien actúa en tu territorio y tu imagen interior y en la otra vida no es humana y cuando abras tus ojos a la realidad del otro mundo, verás que tu imagen no es la de un ser humano, sino, por ejemplo, la de uno de los demonios. Para un corazón así habitado por Satanás, es imposible alcanzar un conocimiento espiritual y una compresión correcta de la Unidad divina. Y, mientras tu otra vida no sea humana y tu corazón no esté limpio de estos egoísmos y desviaciones, no será el hogar de la Verdad Altísima. Como Dios mismo nos ha hecho saber en una transmisión relatada por el ángel Gabriel (hadíz qudsí): Mi Tierra y mi cielo no pueden contenerme, pero Me contiene el corazón de Mi siervo creyente.[39] Ocupando el corazón del creyente. La verdad no el ego. Es el Amado el que opera en su existencia, Quien es el corazón del creyente. No es él mismo, no es ya disoluto. Cómo se recoge en un hadíz: El corazón del creyente está entre los dedos del Misericordioso, Quien lo transforma como quiere. La mano del Misericordioso se adueña del territorio de su corazón y los cambios y transformaciones que en él se operan es Dios mismo quien los opera. ¡Oh desgraciado! Tú que eres siervo de tu ego y que tienes el corazón ocupado por Satanás y por la ignorancia y que has impedido que sean las manos de Dios las que obren en él ¿Qué tipo de fe posees para que pueda ser el lugar en el que Dios se manifieste y gobierne absolutamente? Debes saber que, mientras permanezcas en tal estado y el vicio del egoísmo esté en ti, no crees en Dios y sigues la senda de los hipócritas, aunque te creas que estas sometido a Dios y tienes fe en Él. Segunda parte Por tanto ¡Oh querido! Despierta y sácate de los oídos los algodones del descuido y de tus ojos la somnolencia de la desatención y sabe que Dios Altísimo te ha creado para Él. Tal y como se ha recogido en una tradición (Hadíz qudsí), Dios ha dicho: ¡Oh hijo de Adán! He creado las cosas para ti y te he creado a ti para Mí.[40] Y he hecho de tu corazón Mi morada. Tú y tu corazón son dos de los honores divinos. La Verdad Altísima es celosa de aquello que Le honra, por tanto, no veles aquello que honra a la Verdad Altísima. No tienes permiso para ello. Teme el celo de Dios Altísimo que puede hacerte tan desgraciado en este mundo que no podrás hacer nada para remediarlo. Si tú rompes en tu mundo angelical y ante la presencia sagrada de los ángeles y los grandes profetas el velo del honor divino y el noble comportamiento, mediante los cuales los amigos de Dios se asemejan a Él y te rindes ante otro que no es la Verdad Altísima, entregando tu corazón al enemigo de la Verdad y poniendo a otros junto a Dios en tu interior angelical, teme por ello que la Verdad Altísima, además de romper el velo de tu mundo angelical y de deshonrarte ante los grandes profetas divinos y los ángeles querubines, también te deshonre en este mismo mundo y te condene a un deshonor imposible de compensar y rompa tu protección de manera irremediable. La Verdad Altísima es «El que vela» pero también es «El celoso». Él es «El más misericordioso de los misericordiosos»pero también «El más severo de los que castigan». Cubre tus actos mientras no te extralimites. Es posible, Dios no lo quiera, que la gravedad de tus faltas provoque Su enfado y Su celo sea mayor que Su velo, tal como has escuchado en un noble hadíz. [41] Por tanto, vuelve en ti y vuélvete a Dios y dirígete hacia Él, pues Dios Altísimo es misericordiosísimo con los creyentes y siempre encuentra una excusa para mostrar Su misericordia. Si te vuelves a Él pide que te perdone y cubra tus faltas pasadas y que no deje que nadie las conozca y que te otorgue Su distinción y un comportamiento noble y que haga de ti un espejo de Sus atributos y que haga que tus deseos se realicen en el otro mundo de la misma manera que Su propios deseos se cumplen en todos los mundos. Tal y como se encuentra recogido en el hadíz, cuando la buena gentes sea instalada en el Paraíso llegará a ellos un mensaje de Dios diciendo: «Este es un mensaje que procede del que vive eternamente y no muera para quien vivirá eternamente sin morir. Yo doy vida a cuanto quiero. Le digo «Sé» y es. Y he decretado para ti que digas a una cosa «Sé» y ella sea.»[42] Por tanto, no seas tan orgulloso y rinde tu voluntad ante la Verdad. Entonces la Sagrada Esencia hará que seas el lugar en el que Su voluntad se epifaniza. Te dará poder para que intervengas en Sus asuntos y pondrá bajo tu control en el otro mundo la capacidad de crear. Ese es un poder diferente al libre albedrío, que es un concepto equivocado, como veremos en su momento. Si ¡Oh querido! Tú, por naturaleza, tienes el poder de elegir esto o aquello. Dios Altísimo no necesita de nosotros ni de toda la creación, ni tiene necesidad de nuestra pureza ni de la pureza de todo lo que existe en el mundo. Tercer nivel Consta de varias partes Primera parte Debes saber que la «ostentación» en este nivel es mayor y está más extendida que en otros niveles, ya que nosotros, los seres humanos, no somos una especie que pertenezca a esos dos niveles anteriores. Por esa razón, Satanás no llega a nosotros por ese camino. Pero, puesto que la mayoría de las personas que adoran a Dios lo hacen mediante la oración y los rituales formales, es en este nivel donde Satanás mayormente actúa y donde las intrigas del ego son mayores. Dicho de otra manera: Puesto que la especie humana posee el Paraíso terrenal y físico de las acciones y mediante la realización de buenas acciones y el abandono de las malas obtiene las moradas espirituales de la otra vida, Satanás penetra por esa misma vía, alimenta las raíces de la ostentación en los actos de la persona hasta que a ésta le brotan ramas y hojas, transforma sus buenas acciones en malas y por la senda de sus actos de adoración y de los ritos le hace entrar en el Infierno y las mismas cosas con las que quiere construir su vida futura las utiliza para destruírsela y hace que precisamente por aquellas cosas que pertenecen al más alto de los cielos (Iliyín) Dios Altísimo ordene a los ángeles que le lleven al Infierno (Siyyín). Por tanto, aquellas personas que únicamente poseen esa dimensión y no tienen otra manera de acercarse a Dios que mediante la realización de sus actos formales de adoración, deben tener muchísimo cuidado para que, Dios no lo quiera, este asunto se escape de sus manos y se transforme totalmente en algo infernal, privándoles de su camino hacia la felicidad, las puertas del Paraíso se cierren ante ellos y se abran para ellos las del Infierno. Segunda parte Cómo darse cuenta de la ostentación Sucede con frecuencia que la persona ostentosa no se de cuenta que sus actos están impregnados de ostentación y son vanos, debido a que las astucias de Satanás y del ego son tan precisas y sutiles y la senda de la condición humana es tan estrecho y oscuro que hasta que la persona no alcanza un discernimiento completo no es capaz de comprender que es exactamente lo que ha hecho. Él supone que sus actos son para Dios, pero son para Satanás. Como el ser humano ha sido creado de tal manera que se ama a sí mismo, el velo de su egoísmo no le permite ver sus propios defectos. Es posible, si Dios quiere, que podamos ver algo de esto mientras comentamos algunos hadices. A Dios Altísimo nos volvemos pidiendo éxito. Por ejemplo, la adquisición de conocimientos religiosos, que es una de las más importantes obligaciones y de los actos de adoración. A veces, la persona que se dedica a esa importante forma de adoración cae inadvertidamente en la ostentación sin siquiera darse cuenta de ello, por culpa de ese espeso velo que es el amor propio. Esa persona desea resolver, ante los sabios, directores y honorables personalidades, algún problema importante de la legislación islámica de una manera que hasta ahora nadie haya hecho, distinguiéndose de esa manera por su inteligencia. Cuanto mejor explica el problema y más sorprende a sus interlocutores, más feliz se siente y si alguno de ellos polemiza con él, desea vencerle a toda costa y avergonzarle frente a todos los presentes y dejar sus palabras, da igual si son ciertas o falsas, completamente desacreditadas. Si lo logra, percibe en sí mismo una clase de coquetería superioridad. Si alguna de las autoridades académicas apoya sus palabras, piensa: «luz sobre luz» (nur ala nur). El pobre desgraciado ignora que, incluso si en este mundo obtiene fama y posición ante los sabios y las personalidades, ante Dios, Señor de Reino, ha perdido todo y su comportamiento le lleva, por orden de la Verdad Altísima, directamente al Siyyín. Además de ello, ese comportamiento ostentoso va mezclado con algunos otros pecados más. Por ejemplo, avergonzar y humillar a sus oponentes e insultar a otros creyentes, molestar a un hermano en la fe, algunas veces, tratar con impertinencia y difamar a un creyente. Cada uno de los cuales es suficiente para enviar a una persona al infierno. Si tu ego no te permite ver tus fallos y te dice: mi intención es aclarar un punto de la legislación islámica y manifestar la verdad, lo cual es una de las mejores formas de adoración, y no manifestar superioridad y notoriedad, debes preguntarte a ti mismo: Si hubiese sido un amigo mío con mi mismo nivel de conocimientos el que hubiese expuesto este problema y me hubiese derrotado ante tus interlocutores ¿Me sentiría igual que me siento ahora? Si así fuera, querrá decir que eres sincero en esta polémica. Pero si, sigue echando mano de trampas y subterfugios, y te dice: «Puesto que manifestar la verdad es un acto distinguido y recompensado por Dios, yo quiero alcanzar esa distinción y obtener la recompensa divina.» Debes decirle: «Si, imaginemos, Dios te otorgase esa misma distinción aunque fueras vencido en el debate y te sometieses a la verdad ¿Seguirías entonces tratando de salir vencedor? Y si, al mirar en tu interior, llegas a la conclusión de que, a pesar de ello, quisieras ser el vencedor del debate y obtener fama y honores ante los sabios y las autoridades académicas y que con todo este debate intelectual lo que pretendías era ganarte sus corazones, debes saber que en este debate intelectual, que es uno de las mayores actos de obediencia y adoración a Dios, tu actúas por ostentación y que, conforme al hadíz recogido en Al-Kafí, es un acto del Siyyín y tu eres una persona que adora, junto a Dios, a otros falsos dioses (mushrik). Lo que has hecho ha sido por amor a la posición y a los honores y, que tal como dice el hadíz, tienes más necesidad de fe que un rebaño atacado por dos lobos tienen de un pastor. Así que, tú, que eres un intelectual y tienes la obligación de corregir aquello que esté mal en la comunidad, de orientarles para la otra vida y curar sus enfermedades espirituales, debes necesariamente corregirte a ti mismo primero y mantener sano tu espíritu para no ser uno más de los sabios sin obras, cuyo estado es bien conocido. ¡Oh Dios! ¡Limpia nuestra alma de idolatría e hipocresía! ¡Limpia el espejo de nuestro corazón del amor por las cosas mundanas que son la fuente de todos estos defectos! ¡Acompáñanos siempre! ¡Toma nuestra mano, pobres desgraciados, siempre aquejados de deseos apasionados y de amor por la posición y los honores, en este viaje lleno de peligros y de accidentes, de curvas complicadas, de inmadurez, estrechez y oscuridad! ¡Oh Tú que tienes poder sobre todas las cosas! Y, uno de los grandes actos de adoración del Islam es la oración colectiva. En ella, el honor de quien la dirige es mayor que el de quienes rezan tras él. Por ello, Satanás penetra más en ese importante acto de adoración que en otros y ataca a quien dirige esa oración con mayor intensidad, intentando alejar de él ese honor y desviar ese acto puro para convertirlo en otro merecedor del Siyyín y transformarle en alguien que adora junto a Dios a otros falsos dioses. Por ello, entra en los corazones de algunos de los que dirigen las oraciones colectivas, utilizando para ellos diversos caminos. Por ejemplo, el orgullo (uchb), del que, si Dios quiere, hablaremos más adelante, y la ostentación, es decir el lucimiento ante los demás de esta gran forma de adoración, para conseguir el afecto de sus corazones y fama y honores. Por ejemplo, ve que tal persona santa está presente en la oración colectiva y, para llamar su atención y obtener su admiración, hace ostentación de su humildad de diferentes maneras y en las reuniones, para hacer comprender a los que no estuvieron presentes su importante posición, menciona la presencia de esta santa persona en las oraciones colectivas que el dirige o hace de manera que eso se sepa. En su propio corazón siente un amor por el hecho de que esa persona acuda a las oraciones que él dirige y manifiesta hacia él un amor y una amistad como ni por un momento en toda su vida ha manifestado por Dios y Sus santos. Especialmente si es un respetable comerciante. Y, si Dios no lo quiera, una de esas nobles personas deja de participar en las filas de la oración colectiva, se convierte para él en la mayor desgracia. Satanás tampoco se desentiende de quien dirige las oraciones de un apequeña comunidad. Va junto a él y le sugiera que haga comprender a la gente que él ha pasado de las pompas mundanas y se ha retirado a una pequeña mezquita para estar con los pobres y los oprimidos. Es, por tanto, lo mismo que el otro o peor, ya que su corazón padece, además, el vicio de la envidia. No teniendo nada en este mundo, se priva también de las bendiciones del otro y fracasa en esta vida y en la otra. De la misma manera, Satanás tampoco aparta su mano del cuello de gente como tú o yo, que no tenemos ningún ascendiente en la comunidad y que lamentamos no poseer medios para ello. Nos hace dudar del beneficio de las oraciones colectivas y nos aparta de ellas y encontrarlas llenas de defectos. Nos hace presentar nuestra ausencia de las oraciones comunitarias como una evidencia de nuestro alejamiento de las cosas mundanales y del amor a la posición social y la fama. En ese caso, somos peores aun que esos dos tipos de personas mencionados anteriormente. Ni disfrutamos de la posición superior absoluta en este mundo del primer grupo, ni de la superioridad relativa del segundo, ni tampoco de beneficios en la otra vida. Y, si tuviésemos la oportunidad, demostraríamos que tenemos más deseos de posición social y más amor por los honores y las riquezas que esos dos tipos de personas. Satanás no tiene suficiente con el imam de la oración colectiva: los fuegos de sus deseos no se han calmado con haberle convertido en una de las personas destinadas al infierno. Penetra entre las filas de quienes rezan tras él. La primera fila, como posee mayor honor que las siguientes, se convierte en el objetivo de sus afanes. Saca a ese pobre hombre santo de su alejado hogar y le indica que se siente en primera fila a la derecha del imam y le susurra que evidencie su posición de honor ante los ojos de los demás. Este pobre desgraciado que no ha comprendido como está siendo manipulado, trata por todos los medios de manifestar ante los demás su distinguida posición. Evidencia su politeísmo interno y envía su obra al Siyyín. Desde ahí se dirige al resto de las filas. Con artimañas y sugerencias mentirosas les hace poner su atención en este pobre bendito de la primera fila y le convierte en sujeto de sus burlas e imprecaciones, haciendo que ellos mismos de consideren libres de tales defectos. A veces, es posible observara un respetable individuo, especialmente si es de la gente honorable y de conocimiento, al que Satanás ha tomado de la mano y ha situado en la última fila para hacer entender que, a pesar de que él, con esa posición de la que disfruta, no debería rezar al lado de esta gente, se ha desprendido tanto de las vanidades y de los deseos mundanos que puede sentarse en la última fila sin problemas. A algunos individuos de estos no los encontraréis siquiera en la primera fila. Satanás, no se contenta con el imam de la oración y con los que rezan tras él. Se pega a las barbas de cualquiera, le arrastra del mercado o de su casa y le lleva hasta una esquina de una alfombra de la mezquita. Como es una persona que no considera justo a ningún imam, ante el resto de la gente realiza una oración de inclinaciones, prosternaciones y súplicas prolongadas. En su fuero interno desea hacer entender a la gente que él es una persona tan santa y prudente que no reza en congregación para evitar participar en los pecados de la persona injusta que la dirige. Además de ser una persona ostentosa y engreída, no tiene ni idea de las disposiciones de la ley islámica. No se sabe si la autoridad religiosa (marya-e taqlid) que este hombre más que bueno sigue, pone como condición para ser seguido manifestar una apariencia dura, pero a él esto no le concierne, porque si ha salido de su casa para ir a la mezquita es para que la gente le vea hacerlo. El resto de nuestras acciones, se encuentran igualmente bajo control de Satanás. Este maldito hace su casa de cualquier corazón turbio que encuentra y quema las acciones manifiestas e íntimas y nos lleva del camino de los buenos actos al infierno. Tercera parte Una invitación a la pureza Por lo tanto ¡Oh querido! Debes poner atención en tus actos, sopesar tu ego en cada uno de ellos y, ante cada nuevo acontecimiento que te surja, analiza si lo realizas para obtener algo bueno y es un acto noble o para qué es. ¿Para qué quieres preguntar por la oración de la noche? ¿Para qué quieres conocer cuáles son las súplicas que se recitan en ella? ¿Es para Dios que quieres saber esas cuestiones o quieres hacer ver que estás interesado en ellas? ¿Por qué le haces saber a todo el mundo que has ido en peregrinación a un lugar sagrado y cuántas veces? ¿Por qué no te quedas satisfecho de la limosna que has dado sin que nadie lo sepa y tienes que hablar de ello sea como sea y hacer ostentación de ello ante los demás? Si lo has hecho para Dios y quieres que los demás hagan lo mismo, siguiendo la máxima «Guiar a los demás al bien es lo mismo que hacerlo», está bien que lo manifiestes. Da gracias a Dios por poseer esas buena cualidades y ese corazón puro. Pero ten cuidado para que en el debate con el alma no caigas en las trampas de Satanás y te creas que un acto hecho para que los demás lo vean es una acción pura y santa. Y si no es para Dios no aceptes manifestarlo y dite «esto es para que los demás lo sepan y pertenece al árbol maldito de la ostentación. Dios no lo acepta y ordena que sea enviado al Siyyín.» Hemos de buscar refugio en Dios de las trampas del ego, pues sus trucos son muy sutiles. Debemos saber que, en general, nuestras acciones no son puras. Si fuésemos siervos puros de Dios, entonces ¿Por qué Satanás posee tanto control sobre nosotros a pesar de que él mismo ha aceptado ante su Dios que no podrá con Sus siervos puros (ibad ul-lahi al-mujlisín) y que no alargará su mano hacia ellos debido a la sinceridad de su santidad?[43] En palabras de mi respetable maestro, quiera Dios alargar su sombra, Satanás es el perro guardián de la corte divina. No ladra a quien es conocido de Dios ni le molesta, igual que el perro de una casa no molesta a los conocidos del amo. Satanás no permite entra en la casa a quien no es conocido de Dios. Por tanto, si ves que Satanás te molesta, debes saber que la causa es que tu acto no tiene una base pura y no es únicamente para Dios. Si eres puro ¿Por qué no fluyen las fuentes de la sabiduría desde tu corazón hacia tu boca? cuando el hadíz recoge que: «Las fuentes de la sabiduría fluyen del corazón a la boca de quien se mantiene puro para Dios durante cuarenta días.»[44] Por lo tanto, debes saber que nuestros actos no son para Dios y no nos damos cuenta, para nuestra propia desgracia. ¡Ay! de la gente obediente a Dios, dedicada a la adoración, que acude a la oración del Viernes y a las oraciones colectivas y estudia los asuntos propios de la religión y que, cuando abre los ojos a la otra vida el Día del Juicio, se encuentra entre la gente de grandes pecados o peor aun, entre los que no tienen fe y los idólatras y ve que el libro de sus acciones está completamente negro. ¡Ay! Del estado de quien entra con sus oraciones y actos de adoración en el infierno. ¡Que Dios nos proteja de ser de aquellos cuyas limosnas y sus oraciones adoptan en la otra vida formas más horrorosas de lo que podamos imaginar! ¡Pobre de ti que adoras varios dioses! Dios, en Su misericordia, perdonará, si Él quiere, los pecados de quien solamente cree en Él, pero ha dicho que no perdonará los pecados de quienes han vivido adorando otras cosas, si mueren sin haberse arrepentido de su idolatría.[45] Tal y como has escuchado, en un noble hadíz se recoge: «Quien hace ostentación de sus obras es un idólatra.» Quien hace ostentación de sus prácticas religiosas, de su obediencia a los Imames, de sus estudios religiosos, de su formación religiosa, de sus ayunos, de sus oraciones y, en definitiva, de sus buenos actos, es un idolatra, es un politeísta. (mushrik) Y, conforme a lo relatado de los Imames purificados, las bendiciones de Dios sean con ellos, y conforme a lo recogido en el mismo Corán, no serán perdonados por Dios. Así que, ojalá seas una persona que comete grandes pecados, corrupta y culpable de actos prohibidos, pero creyente en Dios, antes que alguien que adora junto a Dios a otras cosas. Ahora ¡Oh querido! Reflexiona y busca un remedio para curar tus enfermedades espirituales y sabe que la fama ante las gentes no es nada y que sus corazones, que son un pequeño trozo de carne que apenas dejaría satisfecho el apetito de un pájaro, no tienen poder ni capacidad para nada. Son criaturas débiles e impotentes El poder verdadero se encuentra en la Santidad del Señorío, en el Agente Absoluto y Causa de todas las causas. Él es la Esencia Sagrada. Si todas las criaturas juntaran sus esfuerzos para crear un simple mosquito, no podrían conseguirlo y si un simple mosquito les pica no podrán impedirlo.[46] El poder está junto a Dios Altísimo. Él es quien lo ejerce sobre toda la creación. Pon todo tu esfuerzo para escribir en tu corazón con la pluma de la razón «Sólo Dios tiene poder sobre toda la creación.» Graba en tu corazón de cualquier manera «la unidad de la acción divina» (tauhid-e fe‘elí), que es el primer grado de la unidad y unicidad divinas y cree y ríndete ante esta sentencia bendita y graba este noble sello en tu corazón: «La ilaha il lal lah» (No hay más dios que Dios) y haz que la imagen de tu corazón sea la imagen de esa sentencia que expresa la unidad y unicidad divina y hazle llegar a la posición espiritual de «la certeza» (Itminán). Hazle comprender que los seres humanos no tiene poder para beneficiarle o perjudicarle. Dios es Quien beneficia y perjudica. Elimina de tus ojos esa ceguera, para que no tengas que temer ser de aquellos que el Día del Juicio Final digan «¡Dios mío! ¿Por qué me resucitas ciego, si yo veía?»[47] La voluntad divina está por encima del resto de las voluntades. Si el corazón tiene certeza de esta sentencia bendita y se ha rendido a esa creencia, existe esperanza de que puedas cumplir tu misión y arrancar de tu corazón las raíces de la idolatría, la ostentación, la incredulidad y la hipocresía. Y sabe que esa creencia está en conformidad con lo que dicen la razón y las disposiciones religiosas y que no hay en ello la menor sospecha de determinismo (yabr). Es posible que algunas personas que desconocen los fundamentos y principios que rigen esto lo califiquen de determinismo, pero no tiene nada que ver con el determinismo. Es creencia en la unidad y unicidad divina, de la esencia, de los atributos y de los actos (tauhíd), el determinismo es politeísmo. Es guía, el determinismo es extravío. No es éste lugar para explicar lo que son el determinismo (yabr) y el decreto divino (qadr), pero para la gente que tiene conocimiento de ello lo que expongo es un asunto claro y los que no tienen conocimiento de estas cuestiones no tienen derecho a opinar sobre ellas. El Mensajero de Dios nos ha aconsejado no entrar en esos temas.[48] En cualquier caso, pide a Dios en todo momento, especialmente cuando estés meditando en soledad, con toda humildad, que te guíe hacia la luz del tauhíd. Que ilumine tu corazón con un rayo de lo que está oculto a los sentidos. Que te otorgue una visión y una adoración que te permita comprender la insignificancia de todo lo que existe en el mundo, de todas las cosas. Pide con toda humildad a la Esencia Sagrada que purifique tus actos y que te guíe al camino de la pureza y la devoción. Y si consigues experimentar un estado espiritual, ruega por este siervo débil, que ha gastado su vida en vanos deseos ajenos a cualquier propósito real y su corazón enfermo y pecador es de tal modo que ningún consejo, ni versículo coránico, ni hadíz profético, ni prueba ni argumento, hacen efecto en él. Quizás, gracias a tu súplica encuentre el camino de la salvación, ya que Dios no aparta de su lado al creyente y acepta sus súplicas. Después de recordar este asunto, que tú ya conocías y que no supone decir nada nuevo, presta un momento de atención a tu corazón y evalúa tus actos y comportamientos, tus movimientos y pausas, y analiza los sentimientos ocultos en tu corazón y saca la cuenta precisa de todo ello, como la gente de este mundo le pide cuentas a su socio. Abandona cualquier acto del que sospeches que es realizado por ostentación, por mucho que sea un acto noble en sí mismo. Incluso si ves que no eres capaz de realizar tus actos de adoración obligatorios en público de manera pura, realízalos en la soledad, a pesar de que sea recomendable realizarlos con la comunidad. En realidad, la ostentación en los aspectos obligatorios de las oraciones y otros actos de adoración es algo que se da poco. Se da más en los aspectos particulares y recomendables (Mustahabat). De cualquier forma, limpia tu corazón, con sinceridad absoluta y gran esfuerzo, de la mancha del politeísmo, no sea que, Dios no lo quiera, marches de este mundo con ese estado de actos deplorables y no haya para ti esperanza de salvación de manera alguna y Dios bendito y ensalzado esté disgustado contigo. Tal y como se recoge en un noble hadíz citado en la obra Wasail ash-shia, con una cadena de transmisión fiable, Emir al-Muminín dijo que el Mensajero de Dios dijo: «Quien hace gala ante las gentes del comportamiento que agrada Dios y en secreto manifiesta los atributos que a Dios desagradan, se encontrará con el enfado y la ira de Dios el Día del Juicio.»[49] Existen dos posibles interpretaciones de este noble hadíz. Una se refiere a la persona que ante los demás realiza buenas acciones, mientras que cuando no es visto realiza malas acciones. Otra que se refiere a la persona que realiza en público actos meritorios pero internamente lo hace por ostentación. En ambos caso guarda relación con la ostentación, ya que la realización de los actos de adoración obligatorios, si no es por ostentación, no es objeto de la ira divina. Probablemente, la segunda interpretación del hadíz es la más acertada, ya que realizar malos actos abiertamente es algo de mayor gravedad. De cualquier manera, Dios no quiera que el Señor del reino, el Más misericordioso de los misericordiosos, se disguste con un ser humano. Me refugió en Dios de la ira del Muy condescendiente. Cuarta parte Explicación de una tradición de Imam Ali Queremos terminar la explicación de este nivel de ostentación con un noble relato, recogido en Al-Kafi, del Maestro de los temerosos de Dios, Emir al-Muminín, sobre es la paz. También ha sido recogido uno semejante y procedente de Su Santidad el Imam As-Sádeq, por Sheyj Sadúq, quiera Dios estar satisfecho de él. Es parte del testamente del noble Profeta para Emir al-Muminín, y dice: « Fue transmitido por una cadena que llega a Abu Abdel lah, As-Sadeq, quien dijo que Emir al-Muminín dijo: Las señales del que actúa por ostentación son tres: Se alegra cuando le ve la gente, es perezoso cuando está solo y desea que la gente le alabe por todo lo que hace.» Como éste es un defecto que a veces se encuentra tan oculto que la misma persona no se da cuenta de él; lo tiene en su interior mientras cree que sus actos son puros; fueron descritas sus manifestaciones, de forma que la persona que lo padece pueda llegar a descubrirlo y ponerle solución. La persona se da cuenta que, cuando se encuentra solo, no siente deseo de obedecer los mandatos divinos. Aunque cumpla con sus obligaciones de adoración debido a la costumbre y con gran esfuerzo, no lo hace con gusto y eso no le proporciona purificación ni pureza. Pero cuando está en la mezquita y en comunidad, realiza sus oraciones lleno de devoción, entusiasmo y presencia de corazón. Le apetece alargar sus genuflexiones y prosternaciones. Realiza los actos recomendables con belleza. Observa todas sus particularidades y condiciones. Si la persona presta un poco de atención y se pregunta por la causa de ello, piensa que lo hace debido a su santidad. Se dice que disfruta más de ellos debido a que los actos de adoración poseen más valor cuando se realizan en la mezquita o en comunidad. Y si los hace fuera de la mezquita o de la comunidad, se dice que es recomendable prestar mayor atención a los actos de adoración cuando se está ante los demás para que los demás lo imiten y sientan mayor deseo por los asuntos religiosos. Se engaña por cualquier medio. Ese placer y alegría que siente no son sino la enfermedad misma de su corazón, que el pobre desgraciado padece y que a él le parece correcto y saludable, sin pensar para nada en la necesidad de curarle. Una enfermedad que a él le parece salud. Hay poca esperanza para él. El desgraciado, en su fuero interno quiere mostrar ante los demás sus acciones a pesar de que no pone la atención debida a ellas. Más aun, considera adoración lo que es pecado y difusión de las enseñanzas religiosas lo que no es sino autocomplacencia. ¿Por qué entonces a su ego le apetece mostrar siempre en público sus actos no obligatorios, cuando lo recomendable es realizarlos en la intimidad. Llorar de temor a Dios en las reuniones públicas le llena de alegría, pero en la intimidad sus ojos no se le humedecen por mucho que se esfuerce. ¿Cómo es que sólo siente temor de Dios cuando está ante los demás? En las «noches del poder», durante el mes de Ramadán, se escuchan sus profundos suspiros y lamentos en medio de los miles de asistentes. Reza cien ciclos (rakat), recita largas súplicas, como Yushón-e Kabír y sagír y lee varias partes (yuz) del sagrado Corán sin moverse de su sitio. No siente el cansancio. Pero si reza diez rakat en solitario se siente agotado y su espalda no aguanta más. ¿Si una persona realiza sus obras buscando la satisfacción de Dios, o para obtener Su misericordia, o por temor al Infierno, o por deseo de lograr el Paraíso, por qué ha de desear que cada cosa que hace reciba la alabanza de la gente? Sus oídos están pendientes de las lenguas de la gente y su corazón atento a ellos, para ver quién le elogia, quién dice de él lo santo que es, lo cuidadoso que es de cumplir sus obligaciones religiosas al principio de su tiempo y cómo cumple con los aspectos no obligatorios de la oración. ¡Qué hombre más cumplidor es el Hayyi! ¡Qué recto haciendo esto y aquello! Si lo haces por Dios ¿Por qué ese amor por el exceso en las formas? Si son el cielo y el infierno los que te mueven a la acción, entonces ¿Qué significa ese amor por ser visto? Por atención, porque ese amor pertenece al árbol maldito de la ostentación. Trata por todos los medios de ponerle barreras y corregirlo y purifícate si puedes de esa clase de amores. Al hablar de este nivel de ostentación, debo llamar la atención sobre un asunto. Para cada uno de estos atributos del alma, tanto buenos como malos, existen numerosos niveles. Un grupo de los que adquieren buenas virtudes y se purifican de los vicios son los gnósticos y amigos de Dios. En ellos esto representa uno de los niveles que estamos describiendo. Para el resto de las personas, en función de la estación espiritual de cada uno, esta adquisición de buenos atributos y purificación de los defectos, que para el primer grupo es una adquisición parcial, es para ellos, de alguna manera una perfección. De la misma manera, existen características que, en la gente común, suponen cualidades, pero que entre los gnósticos y amigos de Dios suponen defectos. Por ejemplo, el ego de la gente común desea que sus buenas obras sean conocidas por los demás aunque su intención cuando las realizan no sea esa. Aman eso de manera espontánea. Ello no anula sus buenas acciones ni supone que sean politeístas o hipócritas. En cambio, si se da entre los gnósticos de Dios, supone una imperfección. Y en ellos implica politeísmo e hipocresía y la purificación del politeísmo y la eliminación de todos sus grados es la primera estación de los amigos de Dios. Para ellos existen otras estaciones que no es ahora el momento de mencionar, hasta llegar al grado de los Imames purificados, sobre ellos la paz, quienes dijeron: «Nuesttra adoración es la propia de almas más libres (ahrár), pues está motivada por el puro amor a Dios, no por el deseo de alcanzar el Paraíso ni por temor al infierno.» Esa es una estación espiritual natural y el primer grado para los Imames. El nivel de su adoración es de un grado que nosotros no podemos llegar a imaginar. Podemos comparar ese hadíz anterior que hemos mencionado, recogido de las cosas dichas por el Profeta y transmitido por Emir al-Muminín, las bendiciones de Dios sean con ellos y con su familia, con otro que Zurára recoge de Hadrat Abu Yafar, Imam Muhammad al-Baqer, sobre él la paz, que dice: «Relató Muhammad ibn Yaqub por una cadena de transmisión que llega a Abu Yafar, sobre él la paz. Dice : Le pregunté acerca de la persona que realiza una buena acción y otro lo ve y él se alegra de ello, y me dijo: No hay problema en ello. No hay nadie a quien no le guste que sus buenas obras sean conocidas. No hay problema siempre que no las realice únicamente para eso.»[50] Vemos como en uno de los dos hadices se considera la tendencia a realizar buenas acciones para ser visto una de las señales de la ostentación, pero en el otro se dice que sentirse contento de que los demás conozcan las cosas buenas que hacemos no supone problema. Ello se debe a que en cada caso se habla de personas que poseen diferentes niveles de creencia. Existen también otras consideraciones que se deben tener en cuenta, pero no entraremos ahora en ello. «Sum‘at» consiste en contar a los demás lo bueno que uno hace para obtener el afecto de la gente y una buena reputación. Es parte del árbol maldito de la ostentación y por eso lo hemos mencionado en esta misma sección y no lo hemos tratado por separado. Tercer hadiz Vanidad (uchb) Con una cadena de transmisión que llega a Muhammad ibn Yaqub, de Ali Ibn Ibrahím, de su padre, de de Ali ibn Asbát, de Ahmad ibn Umar al-Halalí, de Ali ibn Suwaida, que dijo: «Pregunté a Abu al-Hasan Musa ibn Yafar, sobre él la paz, a cerca de la vanidad que corrompe las acciones y me dijo: La vanidad tiene diferentes grados. Uno de ellos es el que embellece ante el siervo sus malas acciones haciéndole verlas como buenas. Le llena de vanidad y le hace pensar que actúa bien. Otro de ellos es que lleva al siervo que tiene fe en su Creador a pensar que le hace un favor a Dios con ello, cuando, en realidad, es Dios quien le agracia.» Según los sabios islámicos (ulama), Dios tenga misericordia de ellos, «vanidad» consiste en magnificar las propias virtudes y buenas acciones y sentirse feliz y satisfecho por ello, considerándose más allá de todo defecto y falta. Pero, el alegrarse de las virtudes propias con moderación y con humildad ante Dios Altísimo y agradecimiento a la Esencia Sagrada de la Verdad por los favores recibidos y el buscar incrementarlos, no es vanidad sino agradecimiento y glorificación (mamdúh). El gran recopilador de hadices, Maulana Aláma Maylesí, que su tumba se llene de fragancia, cita al gran erudito y pensador Sheyj Baha ud-Din al-Amulí, Dios esté satisfecho de él, que dijo: «No hay duda de que, quien realiza buenos actos, tales como ayunar y levantarse a rezar por las noches y cosas semejantes, se siente interiormente feliz y satisfecho. Si esa alegría y satisfacción le lleva a sentirse agradecido a Dios Altísimo. Quien le ha otorgado esa disposición y esos favores que le permiten realizar tales actos, a temer perderlos y a pedirle a Dios que se los incremente, eso no se considera vanidad. Pero si esas buenas acciones le llenan de alegría porque piensa que son sus propios merecimientos y el resultado de sus virtudes, y le hace sobrevalorarlos y sentirse más allá de cualquier defecto, hasta el punto que piensa que le hace un favor a Dios Altísimo realizando tales actos, eso es vanidad.»[51] En mi opinión, está manera de caracterizar lo que significa «vanidad» es correcta, pero al hablar de los actos que realiza se deben considerar tanto las acciones externas como las internas y tanto las buenas acciones como las malas, ya que la vanidad tanto corrompe las acciones exteriores como las intenciones y sentimientos interiores y tanto afecta a las buenas acciones como a los comportamientos inadecuados y corruptos. Y, de la misma forma en que la persona vanidosa se enorgullece de las buenas acciones que realiza, el vanidoso que realiza actos inadecuados se enorgullece también de ellos. El noble hadíz citado al principio hace referencia a ambas situaciones ya que este aspecto suele ser ignorado por la mayoría de las personas. Si Dios quiere hablaremos de ambos aspectos más adelante. Debe también saberse que la alegría producida por las buenas acciones, de la que se ha dicho que no debe ser considerada como vanidad, sino como agradecimiento y glorificación, responde a otro estado del alma, tal y como veremos en uno de los capítulos posteriores. Y debes saber que, tal y como ha indicado el noble hadíz, la vanidad es de diferentes clases. La primera clase corresponde a la vanidad que tiene que ver con la fe y las creencias religiosas. Es diferente a la vanidad de quien no tiene fe (kufr), de quien adora varios dioses (shirk) y de quien tiene creencias erróneas. La segunda clase corresponde a la vanidad por las buenas cualidades y es diferente a la vanidad por los malos hábitos y costumbres corruptas. La tercera clase corresponde a la vanidad por las buenas acciones y obras pías y se diferencia de la vanidad por los malos actos y los comportamientos inadecuados. Existen algunas otras clases de vanidad, pero no son lo suficiente significativas como para clasificarlas aparte. Si Dios, quiere hablaremos de estas tres clases, las fuentes de las que surge y las posibles maneras de remediarla. Y al Él pedimos ayuda. Segunda parte Sobre los grados de la vanidad Debes saber que, para cada una de las tres clases de vanidad mencionadas anteriormente, existen grados y niveles. Algunos de ellos son evidentes y claros y cualquiera que preste un poco de atención puede descubrirlos. Otros están bien ocultos y se manifiestan de maneras sutiles y mientras la persona no realice un análisis profundo y atento de sus comportamientos no puede llegar a percibirlos. E, igualmente, algunos de sus grados son más intensos y destructores que otros. El primer nivel, que es el más elevado de todos y el más destructivo, consiste en que la persona afectada, debido a la intensidad de la vanidad que padece, siente en su corazón que está haciendo un favor al Benefactor Supremo, al Rey de reyes, por tener fe en Él o por las acciones que lleva a cabo. Piensa que, gracias a su fe se han incrementado las bendiciones del Reino de los Cielos o que contribuye al esplendor de la religión divina. Que gracias a que él difunde Su mensaje, que gracias a su guía y orientaciones, o porque él ordena el bien y prohíbe el mal, o aplica las prescripciones de la ley, o que gracias a sus sermones desde púlpito, o a las oraciones de la comunidad que dirige, incrementa el esplendor de la religión divina. Que gracias a su presencia en las reuniones de los musulmanes, o por organizar las sesiones de duelo y lamento por Su Santidad Abu Abdel lah al-Huseyn, sobre él la paz, incrementa la magnificencia de la religión. Que él está favoreciendo a Dios, al señor de los oprimidos y al noble Mensajero, las bendiciones de Dios sean con él y su familia. Y aunque no manifieste estos sentimientos, lo siente así en su fuero interno. Que está haciendo un favor a los siervos de Dios cuando se ocupa de los asuntos religiosos, cuando da la limosna obligatoria o recomendable, o cuando atiende las necesidades de los pobres y los necesitados. A veces ese sentimiento de estar haciendo un favor con sus obras permanece oculto incluso para él. Y ya hemos visto en el segundo hadíz como no es el siervo quien favorece a su Señor con sus obras, sino que, al contrario, es Dios quien favorece a sus criaturas. Otro de los niveles de la vanidad es el que manifiesta la persona que piensa que se merece que Dios Altísimo le recompense por su fe o por sus buenas cualidades y obras y que tiene derecho a ser recompensado por ello. Así que, cree que Dios tiene la obligación de ser generoso con él en este mundo y de otorgarle una elevada posición en el otro, pues se considera un creyente puro y completo. Cada vez que escucha hablar de los creyentes, se incluye entre ellos y piensa en su fuero interno que si Dios es justo con él, le dará la recompensa que se tiene merecida. ¡Algunos esperan incluso ser recompensados hasta por sus malas acciones! Y, si le sobreviene algún problema o dificultad, se siente injustamente tratado e interiormente se queja de cómo Dios se porta con él. Se sorprende de que Dios, siendo justo, ponga en dificultades a un creyente puro como él, mientras que favorece a los hipócritas corruptos y en su interior se siente disgustado con Dios bendito y ensalzado y con Sus decisiones, aunque exteriormente se manifiesta conforme y satisfecho. Culpa de su disgusto al Supremo Benefactor pero se muestra conforme ante Sus criaturas. Cuando escucha que Dios pone a prueba a los creyentes en este mundo, enviándoles dificultades, se compadece de las dificultades que está sufriendo por ser creyente. No sabe que también los hipócritas sufren difíciles pruebas y que no todo el que sufre dificultades es un creyente. Otro de los niveles de la vanidad es el de la persona que se cree mejor que los demás y piensa que su fe es mayor y más perfecta que la del resto de los creyentes. Que sus virtudes son mayores que las del resto de los virtuosos y también su manera de cumplir con lo obligatorio y de apartarse de lo prohibido, de realizar lo aconsejable, de cumplir con la oración en comunidad y con el resto de los rituales y de abstenerse de lo que ha sido desaconsejado. Siente que todo ello lo hace mejor que los demás y que por ello merece mayor recompensa. Se siente lleno de seguridad en sí mismo y en su fe y actos y considera a las demás personas insignificantes e imperfectas, las contempla como seres inferiores a él y habla o trata a los siervos de Dios con arrogancia y desprecio. Aleja a todo el mundo de la corte de la misericordia divina, considerando que solo él y un pequeño grupo semejante a él so merecedores de ella. Quien padece este grado de vanidad, llega al punto de no reconocer cualquier acto bueno que vea realizar a otras personas y le busca los defectos, mientras que ve sus propios actos libres de defectos y imperfecciones. No valora las buenas acciones de la gente, pero si es él quien hace esas mismas cosas, las sobrevalora y magnifica. Ve rápidamente los defectos de los demás pero ignora los suyos. Esas son las señales de la vanidad, aunque la persona no se dé cuenta de ellas. Existen otros grados de vanidad, algunos que no he mencionado y otros que ignoro. Tercera parte La gente corrupta se envanece a veces de sus actos corruptos La gente que no cree en Dios, los hipócritas, quienes adoran junto a Dios a otras cosas y quienes poseen una moral corrompida y bajos atributos y son gente pecadora y desobediente a los mandatos divinos, llegan a veces a un punto en que se sienten orgullosos de sus actos y se envanecen de ellos, considerándolos buenos. Debido a ello, se ven como gente que posee un espíritu independiente, que no imita a nadie y que está libre de supersticiones y falsas creencias. Se consideran gente valiente y decidida y piensan que la fe en Dios es superstición y el sometimiento a los mandamientos religiosos un comportamiento infantil. Creen que poseer una buena moral y cualidades es una señal de debilidad, propia de espíritus despreciables, y que realizar buenas obras, tener buen comportamiento y cumplir con los rituales religiosos es muestra de poseer un carácter débil y una inteligencia corta y se sienten orgullosos y se felicitan a sí mismos de poseer una opinión no sometida y libre de supersticiones y fantasías. Los malos atributos y los vicios han echado raíces en sus almas y estas se han acostumbrado a ellos. Sus ojos y oídos se han habituado a ellos y en su opinión son cualidades que les adornan. Tal y como indica este noble hadíz cuando dice: «Uno de sus grados es el que embellece ante el siervo sus malas acciones haciéndole verlas como buenas. » Y a eso mismo se refieren las palabras de Dios Altísimo cuando dice: «¿Acaso aquel a quien le parecen hermosos sus malos actos y los ve como buenos…?»[52] Y cuando dice «haciéndole verlas como buenas» se está refiriendo al noble versículo que dice: «Di: ¿Queréis que os informe de quienes son los que peor obran? Aquellos que malgastan sus esfuerzos persiguiendo la vida mundanal y creyendo que actúan bien. Son quienes no creen en las señales de su Señor y en el encuentro con Él. Sus obras no obtendrán recompensa y el Día del Levantamiento no pondremos una balanza para ellos.»[53] Son esas gentes ignorantes y desinformadas que se creen a sí mismos los más sabios e informados. Ellos son las criaturas más desgraciadas. Los doctores de almas no pueden curarles su enfermedad y ni los medicamentos ni los consejos les hacen efecto, e incluso, a veces, les producen el efecto contrario. No escuchan los argumentos. Cierran sus ojos y oídos a la guía de los profetas, los argumentos de los filósofos y las enseñanzas de los sabios. Debemos buscar refugio en Dios de las maldades y las trampas del alma que llevan a la persona del pecado a la incredulidad y de la incredulidad a sentirse orgulloso de ella. El ego y Satanás le hacen caer en el pecado haciéndole creer que algunos de ellos son pequeños y sin importancia y, cuando estos han echado raíces en su alma, le llevan a otros mayores, haciéndole creer lo mismo. A base de repetirlos, se habitúa a ellos y los ve insignificantes y comete otros mayores aun. Así, paso a paso, va la persona cometiendo cada vez pecados más graves, considerando insignificante lo que es grave hasta dejar de ver como tal el pecado y abyectos los mandamientos divinos, las enseñanzas proféticas y Dios mismo. Sus obras terminan llevándole a la incredulidad, el ateísmo y la vanidad mayor. Puede que volvamos a hacer mención de ello. Parte cuarta Acerca de las trampas de Satanás De la misma manera en que las personas vanidosas van profundizando en el pecado paso a paso hasta terminar perdiendo la fe, van progresando en su vanidad hasta llegar al más alto grado. Las trampas del ego y de Satanás responden a un plan determinado y premeditado. El ego no puede jamás llevar a la persona que posee temor de Dios a cometer homicidio o adulterio. Tampoco puede incitar al robo y a la estafa a una persona que posee una naturaleza honesta y un alma pura. No puede decirte desde el primer momento que tus actos buenos y tu fe en Dios suponen un favor que tú le haces a Él o que te consideres uno de los amados de Dios y de los próximos a la corte divina. Inicialmente, penetra en tu corazón por los niveles más bajos. Te sugiere que seas extremadamente cuidadoso en la realización de los actos recomendables, en las súplicas y recitaciones. Luego hace que compares tu comportamiento con el de un pecador y te hace ver que tus actos, desde el punto de vista de la ley islámica y de la razón son mejores que los suyos y causa de tu salvación, ya que, gracias a Dios y a Su misericordia, tú eres una persona pura y libre de vicios y pecados. De esta manera consigue dos cosas: que tengas una mala opinión de los siervos de Dios y que te sientas satisfecho de ti mismo. Ambas destructivas y corruptoras. Dile a tu ego y a Satanás que, posiblemente, esa persona que comete pecados posea también buenas cualidades y realice otros actos que le hagan ser perdonado por Dios Altísimo en Su misericordia y que la luz de esas buenas cualidades y obras puede que le guíen su moral y sus hábitos y le permitan corregirse y terminar sus días como un buen creyente. Puede que Dios le haya llevado a cometer pecados para que no caiga en la vanidad, que es peor aun que el pecado, tal y como vemos en un hadíz recogido en Al-Kafí: «Fue recogido que Abu Abdel lah Yafar Al-Sadeq, sobre él la paz, dijo: En verdad, Dios sabe que cometer un pecado es mejor para el creyente que caer en la vanidad. Si no fuera así, Él no permitiría jamás que el creyente cometiese pecados.» Y puede que mi mala opinión de otra persona sea causa de mi desvío y de que marche de este mundo habiendo extraviado mi camino. Nuestro gran maestro y gnóstico perfecto, Sheyj Shahabadí, decía: «No dejéis que vuestro corazón tenga mala opinión ni siquiera de los que no creen en Dios. Puede que la luz de la naturaleza pura en la que Dios le ha creado termine guiándole y que vuestra condena y mala opinión haga que os extraviéis del camino recto. Ordenar el bien y prohibir el mal no tiene nada que ver con dejar que la mala opinión entre en el corazón.» Decía también: «No debéis maldecir a un no-creyente porque no sabemos si marchará de este mundo en ese estado. Puede que antes de partir de este mundo encuentre la guía y su espiritualidad así alcanzada suponga un impedimento para nuestro propio progreso espiritual.» El ego y Satanás tratan de llevarte al primer grado de vanidad como sea. Poco a poco te llevan de ese nivel a otro peor y de ese a otro peor, hasta conseguir que sientas que tu fe o tus buenos actos son un favor que le haces a Dios y alcances el más alto grado de vanidad. Quinta parte Los destructores efectos de la vanidad Sabe que la vanidad es sí misma es destructiva y aniquila la fe y las buenas obras de la persona y la corrompe. En respuesta a la persona que, en ese noble hadíz citado, le preguntó al Imam sobre los efectos destructivos de la vanidad, el Imam, sobre él la paz, habla de un nivel que corresponde a la vanidad en la fe. Acabamos de leer el hadíz que dice que la vanidad es peor que el pecado ante la corte de Dios Altísimo y que por esa razón Dios permite que el creyente cometa pecados, salvándole así de la vanidad. El noble Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y su familia, ha considerado la vanidad una de los defectos más destructivos. En la obra Amálí de Sadúq se recoge un hadíz con una cadena de transmisión que llega a Emir al-Muminín y que dice: «La vanidad destruye a quien la padece.» Y la forma que adopta este pecado tras la muerte y en el mundo intermedio (barzaj) es tan terrorífica que nada puede compararse a ella. En el testamento que el Mensajero de Dios dejó a Emir al-Muminín, le dijo: «No existe soledad más terrible que la vanidad.» Musa bin Imrán, sobre nuestro profeta y su familia y sobre él sea la paz, preguntó a Satanás: «Infórmame del pecado que, cuando los hijos de Adán lo cometen, te posibilita entrar en su corazón y dominarles.» Dijo: «Cuando su ego se vuelve vanidoso, magnifica sus actos y considera que sus pecados carecen de importancia.» Dios Altísimo, dice al profeta David, sobre él la paz: «¡Oh Dawud! Anuncia la buena nueva a los pecadores y amonesta a los creyentes.» David dijo: «¿Cómo es que debo dar la buena nueva a los pecadores y amonestar a los creyentes?» Dios dijo: «Da a los pecadores la buena nueva de que, en verdad, Yo aceptaré su arrepentimiento y perdonaré sus pecados y amonesta a los creyentes para que no se envanezcan de sus actos, ya que, ciertamente, no habría un solo siervo que se salvase de la destrucción si le hiciese la cuenta que se merece.» Me refugio en Dios Altísimo del rigor de la cuenta que destruiría incluso a los siervos sinceros (Sadiqín) y a quienes poseen una posición más elevada ante Dios que ellos. Sheyj Sadúq, en su obra Al-Jisál, recoge, por una cadena de transmisión que llega a Hadrat Imam Yafar al-Sadeq, sobre él la paz, que éste dijo: «Dice Satanás: Dejo de preocuparme por lo que haga el hijo de Adán cuando logro imponerle tres cosas, ya que no le serán aceptadas sus buenas obras: Que sobrevalore sus buenos actos, se olvide de sus pecados y le domine la vanidad.» Además de los vicios que has oído referidos a la vanidad, ésta es un árbol maldito cuyos frutos son los pecados mayores y, cuando echa raíces en el corazón de la persona, lleva a ésta a la incredulidad, la idolatría y a cosas aun peores. Uno de estos males es el no considerar importantes los pecados que se comenten. La persona vanidosa se considera pura y purificada y no presta, por tanto, atención a corregir y perfeccionar su alma, ya que no piensa que deba limpiarla de pecado alguno. El velo de la vanidad y la gruesa cortina de la autocomplacencia le impiden ver sus defectos. Esa desgracia no le permite avanzar hacia su perfeccionamiento y le hace padecer toda clase de defectos, destruyendo sus buenas obras para siempre e impidiendo que los médicos puedan encontrar remedios para curar su alma. Otra de las consecuencias de la vanidad es que quien la padece siente una excesiva seguridad de sí mismo y de lo correcto de sus acciones. Eso lleva a este pobre desgraciado a sentir que no tiene necesidad de la ayuda divina y no presta atención a Sus favores. En su pequeña mente cree que Dios está obligado a favorecerle, pensando que, si la Verdad Altísima actúa justamente con él, está obligada a recompensarle. Volveremos a este asunto más adelante, si Dios quiere. Otro de los defectos que la vanidad alimenta en la persona es que le induce a contemplar a los siervos de Dios como criaturas inferiores y sus actos carentes de valor, ya que los suyos son siempre mucho mejores. Este defecto es una de las causas de destrucción de la persona y un gran obstáculo en su camino. Otro de los defectos que la vanidad conlleva es que alimenta la ostentación. Ya que, cuando una persona considera que sus obras son insignificantes, su comportamiento y moral defectuosos, su fe algo que no merece la pena tomar en consideración y no se envanece de sí mismo, ni de sus cualidades y obras, sino que, al contrario, siente que él y todo lo que tiene que ver con él es imperfecto y sin valor, no hace manifestación de ellas ni de él mismo. No lleva sus mercancías defectuosas al mercado. Pero cuando se considera perfecto y a sus obras aceptables, se anima a hacer gala de ello y se muestra a sí mismo con orgullo. Los vicios y defectos que fueron mencionados en el segundo hadíz del capítulo dedicado a la ostentación, son también atribuibles a la vanidad. La vanidad es causa de otros defectos. Uno de ellos es el destructivo defecto del orgullo (kibr), del que hablaremos en el capítulo siguiente, pero causa otros más de manera directa o indirecta, aunque comentarlos nos tomaría mucho tiempo. Por tanto, la persona vanidosa debe saber que este defecto es la semilla de otros defectos más y la fuente de vicios capaces cada uno de ellos de provocar la destrucción y el castigo eternos de la persona. Si estos defectos son entendidos correctamente, se les presta atención y se remite uno a los hadices que relatan las palabras y obras del noble Mensajero y de la Gente de la Casa Profética, las bendiciones divinas sean con todos ellos, existe la posibilidad de corregirlos. Desde luego, es necesario que la persona comprenda la necesidad de ponerles freno y de corregir su alma si quiere limpiarla de estos defectos y eliminar sus raíces de lo profundo de ella para que, Dios no lo quiera, no pase al otro mundo con estos feos atributos, pues cuando cierre sus ojos físicos en este mundo y amanezca al reino del mundo intermedio (barzaj) y al Día del Juicio, verá que la situación de la gente que ha cometido grandes pecados es mejor que la suya, ya que Dios ha dicho que a esos los sumergirá en el mar de Su misericordia gracias al remordimiento y al arrepentimiento que mostraron o gracias a la certeza que tuvieron en la misericordia y el favor de la Verdad Altísima. Pero, este pobre desgraciado, como se consideraba libre e independiente y en el fondo de su corazón pensaba que no necesitaba del favor divino, sufrirá el rigor con el que Dios le ajustará su cuenta. Como él mismo quería que le fuera aplicada la balanza de la justicia divina, se le hará entender que no sólo no realizó acto alguno de adoración para Dios, sino que todos los actos de adoración que realizó le alejaron de la presencia de la Verdad Altísima. Sus actos y su fe fueron vanos y carentes de valor, gratuitos. Fueron el motivo de su aniquilación, la semilla de un doloroso castigo y la fuente de su eterna permanencia en el Infierno. ¡No permita Dios que suframos la justicia divina! Pues si así fuese nadie, ni de los primeros ni de los últimos, se salvaría. Los Imames de la Guía, sobre ellos la paz, y los grandes profetas, han suplicado en sus diálogos íntimos con Dios (munayat) la concesión de Su favor y expresaron el temor de verse sometidos a Su justicia. Las suplicas de Sus siervos escogidos ante la corte divina y de los Imames Purificados, las bendiciones de Dios sean con ellos, están llenas de confesiones de su imperfección, debilidad e incapacidad para responder adecuadamente a las demandas divinas de adoración y servicio, hasta el punto que, la mejor de Sus criaturas y la más cercana de todas ellas a Él, declara: «No te conocemos como Tú debes ser conocido, ni te adoramos como Tú tienes derecho a ser adorado.» Siendo así ¿Cuál será el estado del resto de nosotros? Sí. Ellos conocen la grandeza de la Verdad Altísima y la relación de los seres contingentes con el Ser Necesario. Ellos saben que, aunque pasen toda su vida dedicados a la adoración y a la obediencia, a alabarle y glorificarle, no conseguirán agradecerle Sus favores. ¿Qué decir de rendir el tributo debido a Su Esencia y Sus Atributos? Ellos saben que las criaturas no poseemos nada nuestro. Vida, fuerza, conocimiento, poder y el resto de los atributos son sólo la sombra de Su perfección y saben que el ser contingente está necesitado, es pura necesidad, una sombra dependiente no un ser independiente. ¿Qué perfecciones posee el ser contingente por sí mismo para que pueda vanagloriarse de perfección? ¿Qué poder posee para que pueda vanagloriarse de obras? Ellos son gnósticos de Dios y gnósticos de la belleza y la majestuosidad de la Verdad. Ellos poseen un conocimiento testimonial de su imperfección e incapacidad y de la perfección de Ser Necesario, mientras que nosotros, pobres, a quienes el velo de la ignorancia, de la desatención y de la auto satisfacción y las cortinas de los pecados de nuestro corazón, nos han velado de tal manera los ojos, los oídos, la mente y el resto de las percepciones, que nos comportamos con pretensiones frente al Todopoderoso y nos creemos seres independientes. ¡Oh pobre ser contingente ignorante de ti mismo y de tu relación con el Creador! ¡Oh desgraciado ser contingente desentendido de tus obligaciones ante el Señor del Reino! Esa ignorancia es la causa de todas nuestras desgracias y la que nos hace padecer toda esta oscuridad y tinieblas. Es la fuente de todos nuestros fracasos y de la turbidez de nuestras aguas. El ojo de nuestra visión interior está ciego y nuestro corazón muerto y esa es la causa de todos nuestros padecimientos y ni siquiera nos planteamos corregir tal situación. ¡Oh Dios! Otórganos la capacidad de arrepentirnos de nuestro comportamiento. Haznos conocer nuestras obligaciones. Otórganos una partícula de las luces de Tu conocimiento con las que Tú has desbordado los corazones de los gnósticos y de Tus amigos. Haznos contemplar nuestra imperfección y la inmensidad que Tu poder abarca. Haznos comprender el significado de «Alabado sea Dios, Señor de los mundos» (Al hamdu lil lahi rab bil alamín) a nosotros, pobres ignorantes que toda la alabanza la remitimos a las criaturas. Haz conocer a nuestros corazones que no existe nada digno de alabanza en las criaturas. Revélanos la verdad de «Todo lo bueno que os sucede proviene de Dios y todo lo malo que os sucede proviene de vosotros mismos». Introduce en nuestros duros y confusos corazones la palabra sagrada de la Unidad divina. Somos gente ignorante y ofuscada, gente hipócrita e idólatra, orgullosos y complacientes con nosotros mismos, ¡Saca de nuestros corazones el amor propio y el amor al mundo! ¡Haz de nosotros seres amantes y complacidos de Ti! En verdad, Tú tienes poder sobre todas las cosas. Sexta parte La fuente de la vanidad es el amor propio Sabe que la vanidad es un defecto que tiene su origen en el amor que nos tenemos a nosotros mismos, ya que el ser humano ha sido creado con una naturaleza tal que se ama a sí mismo de manera instintiva y ese amor es la fuente de la que manan todos los errores y todos los vicios morales de la persona. Por esa razón ve sus pequeños actos como si fuesen grandes obras y a sí mismo como parte de los buenos y de los elegidos para formar parte de la corte divina. Debido a esto, no sólo considera sus actos voluntarios merecedores de una recompensa ilimitada sino que ve incluso sus defectos como virtudes. Si ve a alguien que se comporta mejor que él y que realiza obras más importantes, no le concede la importancia que se merece y le busca siempre las faltas y los defectos, mientras valora de manera complaciente sus propias malas acciones y busca siempre la forma de presentarlas como algo bueno. La persona que así actúa, tiene una mala opinión de la creación divina pero una buena opinión de sí mismo. Debido a ese amor propio, cuando realiza una pequeña buena obra salpicada de mil defectos se siente merecedor de la recompensa y de la misericordia divinas. Ahora, sería bueno que nos parásemos a reflexionar un poco en nuestros propios actos y que sometiésemos nuestros actos de adoración a la consideración de nuestra razón, para ver si, realmente, ellos merecen el elogio y la recompensa y misericordia divinas o la condena y el castigo. Y si Dios Altísimo, abrasa con el fuego de su ira y enfado esos mismo actos que a nosotros nos parecen dignos de alabanza, está en Su derecho y no hace sino actuar conforme a lo que es justo. Ahora, os llamo a meditar adecuadamente y a juzgar con justicia la siguiente cuestión: ¿Acaso si el noble Mensajero, las bendiciones de Dios sean con él y su familia, que es el verídico por excelencia, os dijese que si durante toda vuestra vida adoráis a Dios, obedecéis Sus mandamientos, abandonáis las pasiones y los deseos del ego o si, al contrario, durante toda vuestra vida desobedecéis Sus mandamientos y seguís vuestras pasiones y deseos, obtendríais en la otra vida la misma recompensa y de todas maneras seríais de la gente que se salva, iríais al Paraíso y os libraríais del castigo, sin que importase si cumplís con vuestras oraciones u os dedicáis a fornicar, pero que lo que únicamente satisface a Dios es que Le adoréis y que Le alabéis y glorifiquéis y que abandonéis vuestras pasiones y los deseos de vuestro ego en este mundo, aunque no os recompensará por ello ¿Seríais de los que cometen pecados o de los que se dedican a la adoración? ¿Abandonarías vuestras pasiones y os prohibiríais los placeres del ego para complacer y satisfacer a Dios Altísimo o no? ¿Prestarías atención a los actos de adoración recomendables, a las oraciones comunitarias y a las reuniones de la comunidad u os sumergiríais en los placeres y apetitos vanos y en las distracciones? Responded con sinceridad, sin disimulo y sólo por aparentar santidad. Porque un servidor y la gente como yo seríamos de los que se entregan al pecado y abandonan la obediencia a los mandatos divinos y se ocupan de satisfacer sus pasiones y placeres. Por lo tanto, debemos llegar a la conclusión de que todos nuestro actos son para satisfacer los deseos de nuestro ego y para dar placer a nuestro estómago y nuestro sexo. Somos adoradores del estómago y de los deseos. Abandonamos un placer para obtener otro mayor aun. Nuestro deseo y nuestras esperanzas residen en la posibilidad de ampliar el panorama de nuestros placeres. La oración, que es el viaje a la presencia divina, se convierte para nosotros en el medio de conseguir huríes del Paraíso. No tiene nada que ver con conseguir cercanía de Dios. No tiene nada que ver con el deseo de obedecer Sus mandatos. Está a mil kilómetros de distancia del deseo de satisfacer a Dios. ¡Oh desgraciado! ¡Que no conoces nada de las enseñanzas divinas y que sólo entiendes lo que tiene que ver con la satisfacción de tus deseos y pasiones! Toda la atención que pones en recitar letanías, en la realización de actos de adoración recomendables, y obligatorios, en apartarte de lo que está prohibido o desaconsejado, en tener un comportamiento correcto y en alejarte de lo que es moralmente censurable, es para satisfacer las pasiones de tu alma, para sentarte en lechos elevados, reclinarte en cojines adornados con rubíes, disfrutar de los placeres del Paraíso, vestirte hermosas prendas de seda y brocados de oro y habitar en hermosos palacios. ¿Tiene todo eso, que es sólo satisfacción de tu egoísmo y adoración del ego, algo que ver con Dios y con la adoración a la Verdad Altísima? ¿En qué te diferencias del trabajador que realiza su tarea para obtener un beneficio, aunque diga que lo hace para satisfacer a su señor? ¿No eres un mentiroso cuando dices que realizas tu oración par acercarte a Dios? Esa oración que rezas ¿Es para acercarte a Dios o para acercarte a las huríes del Paraíso y para satisfacción de tus pasiones? Digámoslo abiertamente, toda esta adoración nuestra a los ojos de los gnósticos divinos y de los amigos de Dios no son más grandes pecados. Pobre desgraciado, ante la presencia sagrada de la Verdad, ensalzada sea Su gloria y ante los ángeles querubines, él actúa contra lo que satisface a la Verdad y realiza su oración, que es el viaje celestial hacia la proximidad divina, para satisfacer a su alma animal y a Satanás. No sientes pudor de mentir, en presencia de Dios Altísimo y de los ángeles querubines, en cada oración. Muy al contrario, calumnias y sientes que haces un favor a Dios, te envaneces y no sientes la menor vergüenza por comportarte de esa manera. ¿Qué diferencia tiene esta oración que tú y yo hacemos con los pecados que comete la gente pecadora, el peor de los cuales es la ostentación? Porque la ostentación quiere decir politeísmo (shirk) y lo peor de ella es que la adoración que se realiza no es para Dios. Toda nuestra adoración es puro politeísmo y carece de toda pureza y sinceridad. Obtener la satisfacción de Dios no juega en ella el menor papel, solamente busca la satisfacción de nuestras pasiones, de nuestro estómago y nuestra sexualidad. ¡Oh querido! La oración que se hace pensando el obtener mujeres, aunque sean las del otro mundo, no es una oración para Dios. La oración que se hace para conseguir beneficios mundanos o los beneficios de la otra vida, no tiene nada que ver con Dios. ¿Para qué entonces tanta ñoñería y afectación, tantas manifestaciones de amor y sentimiento, si luego consideras a las criaturas de Dios inferiores a ti y a ti mismo un elegido de la corte celestial? ¡Desgraciado! Esa oración solo te procura castigo y una cadena de setenta eslabones. ¿Por qué entonces te consideras un elegido, si esa misma presunción y vanidad son fuentes de más castigo para ti? Haz lo que se te ha ordenado y se consciente de que no es para Dios. Y si Dios Altísimo te otorga Su favor y misericordia y te lleva al Paraíso, sabe que Él ha ignorado un poco de la idolatría que Su siervos realizan, debido a la debilidad de su fe y que ha cubierto sus pecados con los velos de Su perdón y de Su misericordia. No dejes que esos velos del perdón divino se aparten y caigan, dejando al descubierto esas blasfemias a las que llamamos adoración. Dios no quiera que ese pliego sea apartado y en su lugar se aplique el pliego de la justicia, pues el hedor de nuestra adoración no es menor que el hedor de los pecados mortales de los pecadores. Ya hemos citado previamente un hadíz recogido por el digno de confianza (Ziqat ul-Islam) Sheyj Koleyní en su obra Al-Kafí, con una cadena de transmisión que remite a Imam Yafar As-Sádeq, sobre él la paz. Citare ahora una parte de él y espero que podamos beneficiarnos de sus bendiciones. Fue transmitido que Abu Abdel lah Imam As-Sádeq dijo que el Mensajero de Dios dijo: «Dios poderoso y majestuoso dijo al profeta David: «¡Oh Dawud! Anuncia la buena nueva a los pecadores y amonesta a los creyentes.» David dijo: «¿Cómo es que debo dar la buena nueva a los pecadores y amonestar a los creyentes?» Dios dijo: «Da a los pecadores la buena nueva de que, en verdad, Yo aceptaré su arrepentimiento y perdonaré sus pecados y amonesta a los creyentes para que no se envanezcan de sus actos, ya que, ciertamente, no habría un solo siervo que se salvase de la destrucción si le hiciese la cuenta que se merece.» Después de saber que hasta los «verídicos», aquellos que están libres de pecado, serían condenados si se les hiciese la cuenta justa ¿Qué decir de ti y de mi? Todo eso en el caso de que nuestros actos estén libres de ostentación mundana. Y la verdad, pocas veces sucede que nuestros actos estén libres de ostentación e hipocresía. Dejémoslo así, como si no hubiésemos dicho nada. Si después de todo eso piensas que queda lugar para sentirse vanidoso y hacer alarde de amor a Dios ¡Adelante! Pero si consideras que es el momento de sentirte avergonzado, de bajar la cabeza, mostrarte humilde, arrepentirte y pedir perdón por las mentiras que dijiste ante Dios Altísimo en cada oración hecha con sinceridad por la relación sin fundamento que estableciste entre tu acto de adoración y tu autocomplacencia. ¿Acaso no debes arrepentirte por haber dicho antes de comenzar la oración: «Vuelvo mi rostro a Quien creó los cielos y la Tierra como un buscador sincero de la verdad, sometido a Dios, pues no soy de los que adoran junto a Dios otros dioses. En verdad, mi oración y mis actos de adoración y mi vida y mi muerte pertenecen a Dios, Señor del Universo.» ¿Acaso has vuelto realmente tu corazón hacia el Creador de los cielos y de la Tierra? ¿Te has sometido realmente y estás libre de adorar, junto a Dios, a otros falsos dioses? ¿Realmente tu oración y tus actos de adoración, tu vida y tu muerte son únicamente para Dios? ¿No te da vergüenza decir en la oración «Las alabanzas pertenecen a Dios, Señor del Universo»? ¿Realmente crees que toda alabanza pertenece a Él? ¿O consideras que también los siervos de Dios, e incluso los enemigos de Dios, merecen alabanzas? ¿Acaso no es mentira cuando llamas a Dios «Señor del Universo» cuando luego , en este mismo mundo, aceptas en señorío de otros que no son Dios? ¿No merece eso un arrepentimiento? ¿No es para avergonzarse decir «Sólo a Ti adoramos y sólo a Ti pedimos ayuda»? ¿Acaso tú adoras a Dios o adoras tu barriga y tu sexo? ¿Amas a Dios o amas a las huríes del Paraíso? ¿Buscas la ayuda únicamente de Dios o piensas que quizás otro pueda ayudarte? Cuándo viajas a la Casa de Dios ¿Tu arrepentimiento es para Dios y tu intención es para el Señor de la Casa, y tu corazón recita como el poeta?: No es el amor por la Casa lo que inflama mi corazón Sino el amor por Quien habita la Casa. ¿Eres un buscador de Dios? ¿Buscas las señales de la Belleza y la Majestad divinas? ¿Te golpeas el pecho y la cabeza por Imam Al-Huseyn, el Señor de los oprimidos en las ceremonias de duelo o es para alcanzar tus esperanzas y deseos? ¿No es acaso tu estómago lo que te lleva a los duelos por Imam Al-Huseyn? ¿Tus pasiones las que te llevan a la oración comunitaria? ¿Los deseos de tu ego los que te impulsan a rezar y a recitar lamentaciones y súplicas? ¡Oh hermano! Pon atención a las trampas del ego y de Satanás. Debes saber que no dejarán que tú ¡pobre! realices ni un solo acto puro, ni que esos mismos actos impuros que Dios, en su misericordia, acepta de ti, lleguen a su destino. Harán que, por tu vanidad sin sentido, todos tus actos se los lleve el viento. Harán que, hasta esos beneficios escapen de tu bolsa. Alejándote de Dios y de Su satisfacción, ni siquiera alcanzarás el Paraíso y sus huríes. Fácilmente te condenarán al castigo eterno del Infierno. ¿Creías haber hecho meritos para obtener el favor de Dios con esos actos defectuosos, llenos de ostentación, vanidad y de miles de otros pecados, cada uno de los cuales es suficiente para impedir que tus obras sean aceptadas? ¿O que eras uno de los amantes y amados felices? ¡Oh pobre ignorante del estado de los amantes! ¡Oh desgraciado que no sabes nada del fuego que abrasa el corazón de los amantes! ¡Oh desafortunado que desconoces el ardor de los rectos y la luz que emana de sus obras! ¿Creías que también sus obras eran como las tuyas o las mías? ¿Crees que lo que diferencia la oración de Emir al-Muminín, sobre él la paz, de la nuestra, es la manera de prolongar la recitación de «wa lad dálín»[54]? ¿O que su recitación era más correcta? ¿O la mayor duración de sus genuflexiones, prosternaciones y súplicas? ¿O que la ventaja de su adoración era debida a que durante la noche realizaba varios cientos de ciclos de oración? ¿O que las súplicas del Señor de quienes se prosternan, Imam Ali ibn Al-Huseyn, sobre él la paz, son iguales que las tuyas y las mías? ¿Crees que sus abundantes lamentos, su duelo y su aniquilación eran, como los nuestros, por la huríes, las peras y las granadas del Paraíso? Juro por ellos, y en verdad que es un juramento inmenso, que si todos los seres humanos se juntasen para proclamar un «la ilaha il lal lah»[55] como el de Emir al-Muminín, no podrían lograrlo. ¡Que incomparable diferencia entre mi comprensión y el conocimiento de la morada espiritual de Ali Emir al-Muminín! Juro por la morada espiritual de Ali ibn Abu Táleb que, si los ángeles querubines y los mensajeros de Dios, exceptuando al Sello de los profetas, que es el señor de Ali y de todos los demás, quisieran recitar un takbir [56]de los suyos, no podrían conseguirlo. Nadie, excepto ellos mismo, puede conocer el estado de sus corazones. ¡Oh querido! No proclames tanto a Dios. No declares tanto tu amor por Dios. ¡Oh gnóstico! ¡Oh sufi! ¡Oh filósofo! ¡Oh combatiente! ¡Oh asceta! ¡Oh doctor de la ley! ¡Oh creyente! ¡Oh santo! ¡Oh desgraciadas criaturas! ¡Oh pobres víctimas de las trampas del ego y de sus deseos! ¡Oh pobres víctimas de las esperanzas, las aspiraciones y el amor a sí mismo! ¡Todos vosotros sois unos desgraciados! ¡Todos alejados muchos kilómetros de la pureza y del amor por Dios! ¡No tengáis tan buena opinión de vosotros mismos! ¡No estéis tan orgulloso y seguros de vosotros mismos! ¡Preguntadle a vuestro corazón para que sepáis si busca a Dios o se ama a sí mismo! ¡Si cree en un solo Dios y busca al Uno o adora a varios dioses! Entonces ¿Qué significan todas esas vanidades? ¿Para qué tanto sobreactuar? Un acto que, supuestamente, reúne todas las condiciones para ser correcto y que esta libre de ostentación, idolatría, vanidad y del resto de los defectos ¿Va a servir sólo para alcanzar los deseos sensuales y sexuales? ¿Qué valor tiene eso para que lo prefiráis a la compañía de los ángeles? Esos actos deben apartarse de la vista. Esos actos son impúdicos y vulgares. La persona debe avergonzarse de ellos y velarlos. ¡Oh Dios! Nos refugiamos en Ti, pobres desgraciados, del mal de Satanás y del ego. Protégenos de las trampas de ambos. Te lo pedimos por el derecho de Muhammad y de su familia. Que las bendiciones de Dios sean con ellos. Cuarto hadiz Arrogancia (kibr) Con una cadena de transmisión que llega a Muhammad ibn Yaqub, de Ali ibn Ibrahím, de Muhammad ibn Isa, de Yunus, de Abán, de Hakím que dijo: «Pregunte a Abu Abdel lah Imam Yafar as-Sádeq, sobre él la paz, cuál es el peor grado de herejía y él me respondió: Ciertamente, la arrogancia es el peor grado.» La arrogancia es un estado del alma que hace sentirse a la persona superior y mejor a los demás. Sus señales son perceptibles en sus actos y se manifiestan claramente, de manera que cualquiera puede ver que esa persona está dominada por el orgullo. Es un defecto diferente a la vanidad. Como dijimos anteriormente, este feo defecto, este sucio vicio moral, es hijo y fruto de la vanidad. La vanidad es un sentimiento de autocomplacencia, mientras que la arrogancia hace a una persona sentirse mejor y más importante que los demás y le lleva a manifestar abiertamente su grandeza. A la persona que se considera a sí misma perfecta le sobreviene un estado de placer y coquetería, al que denominamos «vanidad». Como cree que los demás carecen de esa perfección que él posee, se ve superior y por delante de los demás. Eso hace que crezca en él un sentimiento de grandeza e importancia, al que se denomina «arrogancia». Todo esto se localiza en el corazón, pero se evidencia en el comportamiento exterior, tanto en sus gestos corporales como en sus actos y en la manera de hablar. En resumen, la persona que es auto indulgente con sus defectos se vuelve auto complaciente. Cuando esa auto complacencia crece en él se transforma en auto adoración y cuando eso se manifiesta lo hace en forma de altivez y arrogancia ante los demás. Debes saber que los atributos del alma, tanto los que tienen que ver con defectos y vicios como los que tienen que ver con virtudes y perfecciones, son cuestiones extremadamente sutiles y complicadas y, por esa razón, es difícil diferenciar con precisión unos de otros. Debido a ello, encontramos con frecuencia, en los mismos eruditos, grandes diferencias cuando tratan de delimitarlos con precisión, de tal manera que resulta imposible establecer definiciones categóricas de los estado interiores del alma. Por ello, es mejor que dejemos eso a la naturaleza y a la conciencia interior de cada individuo y nos ocupemos de los aspectos fundamentales del asunto que nos ocupa. Debemos saber que la arrogancia también tiene diferentes grados, parecidos a los grados que vimos al tratar lo relativo a la vanidad y algunos otros, que por no considerarlos demasiado importantes cuando se referían a la vanidad, dejamos de lado entonces, pero que cuando tienen que ver con la arrogancia sí lo son y que habremos de mencionar. Los grados que presentan semejanzas con los grados de la vanidad son seis: 1. Arrogancia por causa de la fe y las creencias religiosas . 2. Arrogancia por causa de la incredulidad y de las falsas creencias. 3. Arrogancia por causa de los hábitos virtuosos y las buenas cualidades. 4. Arrogancia por los vicios morales y las malas cualidades 5. Arrogancia por la realización de buenas obras y de los rituales religiosos. 6. Arrogancia por la realización de actos malvados y pecados. Es posible que cada una de esas clases de arrogancia sea producida por su equivalente vanidad o puede que sea causada por otras cosas, como veremos más adelante. Lo que ahora nos ocupa especialmente son las causas exteriores que provocan la arrogancia, del tipo: raíces familiares, riqueza, estatus social, y cosas semejantes y, posteriormente, analizaré, si Dios quiere y en la medida de mis posibilidades, las consecuencias negativas de este hábito y la manera de curarlo. Pedimos la ayuda de Dios Altísimo para que tales remedios hagan efecto en nosotros y en vosotros. Segunda parte Clases de arrogancia Considerado desde otra perspectiva, existen diferentes clases de arrogancia: 1. Arrogancia frente Dios 2. Arrogancia frente a Sus profetas, mensajeros y santos. 3. Arrogancia frente a los mandamientos divinos. Ambos remiten a la arrogancia frente a Dios. 4. Arrogancia frente a los siervos de Dios. Que también, según los gnósticos, remite a la arrogancia frente a Dios. La arrogancia frente a Dios Altísimo es la más abominable y destructora de todas y la manifestación mayor y peor y se encuentra entre la gente que niega a Dios o que pretende ser Dios y es, posiblemente, causada por una ignorancia extrema y una total falta de entendimiento de las propias limitaciones y de la posición espiritual del Ser necesario. Algunas veces, también se puede encontrar entre gente religiosa, pero no es éste el lugar para mencionarlo. La arrogancia frente a los profetas divinos y los santos es una actitud que se manifiesta más cuando ellos están vivos y el Sagrado Corán se refiere a quienes se comportan así, citando sus palabras: ¿Vamos a creer en un ser humano como nosotros?[57] Y también: ¿Por qué este Corán no ha sido revelado a un hombre importante de una de estas dos ciudades?[58] Durante los primeros tiempos del Islam, la arrogancia frente a los santos era abundante y en nuestros tiempos también a veces se manifiesta en algunos críticos del Islam. Es también posible encontrar arrogancia frente a los mandamientos divinos en algunos pecadores, como sucede con personas que no cumplen con su obligación de peregrinar a la Casa de Dios porque no consideran adecuado para ellos algunos de sus ritos, por ejemplo, vestir las simples ropas del peregrino y cosas semejantes. O quienes no rezan por considerar inadecuado para su alta posición humillar su frente hasta el suelo. A veces, se encuentra esta actitud entre gente practicante, religiosos y estudiosos, pero que no aceptan la verdad si procede de alguien igual a ellos o menos importante que ellos, o que no recitan la llamada a la oración porque piensan que no es adecuado para una persona de su alta posición. Ocurre a veces que una persona escucha exponer un asunto a un amigo o a un colega y lo rebate con todas sus fuerzas y se burla de quien lo expone, pero si escucha esas mismas palabras de una autoridad, religiosa o no, las acepta sin reparos. Y es posible que actúe con convencimiento tanto cuando se opone a los argumentos del primero como cuando los acepta del segundo. Tal persona no es un sincero buscador de la verdad. Su arrogancia pone una cortina entre él y la verdad y su actitud obsequiosa y servil ante la gente importante, actitud que no tiene nada que ver con la humildad y la sencillez, le ciega y le vuelve sordo. A esa misma clase de arrogancia responde la actitud de quien se niega a enseñar materias que considera por debajo de su nivel y categoría, o se niega a dar clases a personas que no posean una posición social relevante, o a un grupo reducido de alumnos; o que se niegan a dirigir la oración comunitaria de una pequeña mezquita a la que acuden pocas personas, aunque sepa que son esas cosas las que alegran a Dios. Y, a veces, debido a que no pone la suficiente atención, la persona aquejada de este defecto no se da cuenta que sus actos están teñidos de arrogancia. Solo podrá darse cuenta de ello si se preocupa seriamente de reformar su comportamiento y pone una atención extrema para percibir las trampas de su ego. En cuanto a la arrogancia frente a los siervos de Dios, es la peor forma de orgullo para los sabios religiosos y para el resto de los sabios, sus efectos son los más perniciosos y el daño que causa es mayor. Es éste tipo de arrogancia el que lleva a abandonar la compañía de la gente pobre y a buscar notoriedad en las asambleas y reuniones, en la trayectoria personal y en la manera de comportarse. Se encuentra en todas las clases sociales, desde las más encumbradas hasta los sabios islámicos y especialistas en tradiciones proféticas, ricos y pobres, excepto aquel a quien Dios protege. A veces, es difícil diferenciar entre humildad y adulación y entre arrogancia y auto contención y la persona debe buscar el refugio de Dios Altísimo para que Él le guíe. Si la persona se propone seriamente reformar su comportamiento y se esfuerza por alcanzar sus metas, la Esencia Sagrada de la Verdad Altísima le guiará por medio de Su amplia misericordia y hará que el resto le resulte fácil. Tercera parte Causas básicas de la arrogancia La cosas que generan arrogancia son muchísimas, pero todas ellas remiten a una, la suposición de ser perfecto. Esa fantasía es la causa de la vanidad, la cual, unida al amor egoísta por sí mismo, pone un velo en la persona que la impide ver la perfección de los demás y la lleva a verlos imperfectos en relación consigo mismo. Eso hace que en el corazón o en el comportamiento se manifieste un sentimiento de superioridad. Por ejemplo, entre los gnósticos, a veces, surge quien se considera a sí mismo una persona espiritual e iluminada, un santo lleno de buenas acciones, y se presenta así ante los demás, manifestando su elevación y grandeza y considerando gente superficial a los filósofos, doctores de la ley y especialistas en las tradiciones proféticas y animales sin raciocinio al resto de las personas. El pobre desgraciado habla de su aniquilación en Dios (faná fil lah) y de su permanencia en Dios (baqá bil lah) y hace sonar el tambor de su búsqueda sincera, a pesar de que las enseñanzas divinas disponen que se tenga una opinión favorable y bondadosa de las criaturas. Si el perfume del conocimiento divino hubiese hecho de él una recipiente teofánico de la belleza y la majestuosidad de la Verdad, no sería una persona orgullosa. Cuando declara su posición espiritual, él mismo se comporta de una manera que niega el estado interior que publica. Todo ello se debe a que en su corazón no ha penetrado la verdadera espiritualidad. El pobre, a pesar de que su corazón no conoce lo que significa la fe, se cree un gnóstico. Aunque no sabe lo que gnosis significa, dice haber alcanzado la verdad última. Entre los filósofos también se encuentra quien se cree en posesión de los argumentos y los conocimientos verdaderos y se considera de la gente que posee certeza de Dios, de Sus ángeles, de Sus Escrituras Sagradas y de Sus profetas y contempla a los demás como seres inferiores y desprecia el resto de las ciencias y conocimientos. Cree que el resto de las criaturas de Dios poseen un conocimiento limitado y una fe imperfecta. En su corazón, se considera superior a ellos y se comporta con los demás con arrogancia, a pesar de que el conocimiento de la posición espiritual del Señorío divino y de su propia insignificancia como ser contingente que es, exigirían de él que se comportase de manera muy diferente, ya que filósofo es aquel a quien el conocimiento del origen y del final de los seres le hace ser una persona humilde y modesta. Dios Altísimo otorgó a Luqmán la sabiduría que se encuentra en el noble Corán y entre los mandamientos que esta destacada personalidad enseñó a su hijo, se encuentra este que Dios Altísimo cita: No gires tu rostro ante la gente con altivez y no camines por la Tierra con arrogancia. En verdad, Dios no ama a quien es vanidoso y engreído.[59] A veces, se encuentra entre la gente que proclama ser gente de la guía, el camino sufi y la pureza interior, quien se comporta con la gente de manera arrogante y mira de malos modos a los sabios, a los doctores de la ley y a quienes les siguen. Habla con sarcasmo e ironía de los filósofos y eruditos y considera a todos, menos a él y a quienes le siguen, gente que será aniquilada en el Infierno. Como carecen de conocimiento y formación, consideran el conocimiento una espina en el camino espiritual y a la gente que lo posee demonios para el viajero espiritual. Aunque ellos proclaman ser gente que posee una estación espiritual elevad su comportamiento desdice su proclama. Quien es un guía para las criaturas y un maestro para quines están extraviados, debe, él mismo, estar libre de los pecados que llevan el alma a la destrucción, desapegado del mundo y estar aniquilado en la contemplación de la belleza divina. No deberá ser arrogante con los siervos de Dios ni tener mala opinión de ellos. También, a veces, entre los doctores de la ley, los especialistas en derecho islámico y en tradiciones proféticas y los estudiantes de las ciencias religiosas, se encuentran personas que consideran a los demás inferiores a ellos y se comportan con ellos con arrogancia, considerándose poseedores de todo tipo de nobleza y grandeza y, por tanto, con el derecho a ser obedecidos por el resto de las personas sin poner el más mínimo reparo a cualquier cosa que ellos digan. Imaginan que el Corán se refiere a ellos cuando dice: Él no será interrogado por lo que hace, pero ellos sí serán interrogados.[60] Y, excepto él y unos pocos más semejantes a él, no considera a nadie merecedor del Paraíso. Si se menciona el nombre de cualquier grupo de estudiosos de la disciplina que sea, habla de ellos con ironía y sarcasmo y excepto su propio conocimiento, del cual además posee una cantidad insuficiente, considera insignificantes al resto de las disciplinas y causa de la destrucción de las almas y acusa de ignorantes a los eruditos de las demás ciencias. Presenta sus opiniones religiosas de tal manera que se justifica que trate a los demás con desprecio y malas palabras, a pesar de que el conocimiento y la religión son inocentes de tales comportamientos y prejuicios. Las nobles disposiciones islámicas han prohibido hablar a la gente sin tener conocimiento de lo que se habla y considera que este comportamiento obliga a todos los musulmanes. Este desgraciado desinformado de las disposiciones y de las ciencias religiosas, no actúa en consonancia con la palabra de Dios y de su profeta. Presenta sus palabras como si se ajustasen a las disposiciones religiosas, a pesar de que el comportamiento y la enseñanza de los grandes sabios de todos los tiempos ha sido completamente diferente. Cualquier de las disciplinas religiosas exige de los maestros que las imparten un comportamiento modesto y haber extirpado de sus corazones las raíces de la arrogancia. Ninguna de estas disciplinas fomenta la arrogancia y ninguna de ellas está reñida con la modestia. Comentaremos más adelante las causas de que estos individuos tengan un comportamiento opuesto a su conocimiento. También se puede encontrar este defecto en los maestros del resto de las ciencias, tales como la medicina, las matemáticas, la física e igualmente entre los maestros de las ingenierías técnicas, como puedan ser la electricidad o la mecánica, etc. Contemplan al resto de las ciencias y disciplinas como algo sin valor y a las personas que se dedican a ellos como seres de menor valía. Cada cual supone que ciencia es lo que él sigue y en su corazón y en sus actos manifiesta su arrogancia hacia los demás, a pesar de que su ciencia no lo demanda. Entre algunas otras personas que no pertenecen a ninguna de las ramas de la ciencia, pero que son gente devota y practicante, también se puede encontrar gente que se comporta con sus semejantes de manera muy arrogante y que les consideran inferiores, tratándoles de manera humillante. No consideran que el resto de las personas, incluyendo a los sabios religiosos, sean de los que salvan sus almas. Cada vez que la conversación gira entorno al conocimiento dicen: «¿De qué sirve el conocimiento sin buenas acciones? Lo principal son los actos.» Otorgan gran importancia al poco conocimiento que ellos poseen, y a quienes pertenecen al resto de las categorías sociales llenos de vanidad y orgullo, cuando, si fueran gente que practicase una adoración sincera y pura, deberían ocuparse de corregir su comportamiento. La oración es una barrera frente al pecado y las malas acciones y es el viaje celestial del creyente, pero esta persona, después de cincuenta años rezando y prestando atención a lo obligatorio y a lo recomendable, está dominada por la arrogancia, que es una forma de apostasía, y por la vanidad, que es uno de los mayores pecados, y se encuentra más cerca de Satanás y de su comportamiento que de Dios. La oración que no aleja del pecado y que no protege el corazón sino que, todo lo contrario, cuanto más reza más perjudica a su corazón, no es oración. La oración que se hace con tanto cuidado y que acerca a Satanás y a su principal atributo, que es precisamente la arrogancia, no es oración. No es que la oración lleve a ello. Ellos padecen arrogancia por su conocimiento y por sus obras. La arrogancia que padecen aquellos que no pertenecen a ninguna de estas categorías también remite a un sentimiento de ver cierta perfección en sí mismo y carencia de la misma en los demás. Por ejemplo, alguien que procede de una familia noble o rica, a veces, se muestra altivo y arrogante frente a los que carecen de esos atributos. O quien es hermoso o agraciado, a veces muestra desprecio ante quienes no lo son o ante quienes buscan serlo. O, por ejemplo, quien tiene seguidores, o auxiliares, o una tribu, o discípulos que siguen sus enseñanzas, o cosas semejantes y se muestra arrogante con quien carece de ello. En todos los casos, la arrogancia viene causada por la ilusión de poseer algún tipo de perfección o plenitud que hace a la persona sentirse envanecida, mientras que considera que otros carecen de ello. Hasta personas que tienen una moral corrupta y acciones malvadas se muestran arrogantes a veces con los demás, pues piensan que lo que ellos hacen es de alguna manera algo de lo que otros carecen y lo contemplan como una clase de perfección. Y debes saber que, a veces, la persona que es arrogante trata de no manifestar su arrogancia y de no dar muestras de ello, pero como ese árbol maldito ha echado raíces en su corazón, no puede evitar que se manifieste en cuanto pierde el control. Por ejemplo, cuando le domina el enfado o la ira, comienza a manifestar su arrogancia y a enumerar sus méritos, haciendo alarde de su grandeza e importancia y de lo que posee, sea lo que sea, conocimiento, obras o cualquier otra cosa. Otras veces, la persona arrogante manifiesta su arrogancia sin importarle la mala impresión que pueda causar ya que la intensidad de su arrogancia hace perder el control sobre sí mismo. Por tanto, a veces la arrogancia se manifiesta en lo que hace y en lo que deja de hacer, como la persona que se adelanta a los demás en los actos públicos y no cede el paso a nadie al entrar o salir de los sitios o que no permite que las personas humildes participen en sus reuniones ni él participa en las de ellos, considerándolo un acto indigno de su persona, y manifiesta su arrogancia en la manera en que mira a los demás, en que camina, en que responde y en que pregunta. Uno de los investigadores de los que he tomado mucho de lo que estoy exponiendo sobre este tema y lo he traducido, dice que el grado más bajo de arrogancia en un erudito (alim) es el que le hace apartar su mirada de la gente como si le molestase su presencia, y en la persona devota (abid) se manifiesta como un estado de malhumor que le hace arrugar su ceño de tal manera que se diría que quisiera acabar con la gente o que está muy irritado con ellos. El pobre desgraciado no sabe que la devoción no consiste en fruncir el ceño ante los demás, ni en mirarles con desden, ni en mostrarse huraño y enfadado, ni en girar la cabeza con desprecio, ni en bajarla ignorándoles, sino que la piedad y la devoción es algo que reside en el corazón. El Profeta, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, dijo: «El temor de Dios reside aquí.» señalando su pecho. Otras veces, su arrogancia se manifiesta en su lengua y le lleva a manifestar aquellas cosas de las que se siente orgulloso de sí mismo y la manera en que purifica su alma. Cuando la persona devota es dominada por la arrogancia dice: «He realizado tales y tales obras» sacando faltas a los actos de los demás y engrandeciendo los suyos. Otras veces no lo manifiesta claramente, pero actúa de manera que sea evidente que es una persona que se ocupa de purificar su alma. El erudito arrogante se dirige a los demás diciendo: «¿Tú qué sabes? Yo he leído tal obra tantas y cuantas veces. He pasado tantos y cuantos años estudiando. Conozco a tales y cuales famosos sabios y he realizado un gran esfuerzo para adquirir todo este conocimiento. He escrito tal y cual obra. He recopilado y elaborado tales y cuales trabajos.» y cosas semejantes. Por tanto, es necesario que busquemos el amparo divino para no ser víctimas del mal del ego y sus trampas. Cuarta parte Perjuicios de la arrogancia Has de saber que este feo defecto es un perjuicio en sí mismo y también el origen de muchos otros. Impide a la persona alcanzar su perfección externa e interna y disfrutar las bendiciones de este mundo y del otro. Provoca el odio y la enemistad y hace que decaiga la estima de los demás hacia la persona aquejada de este vicio. En un hadíz recogido en Al-Kafi, se lee que Imam Yafar As-Sádeq, sobre él la paz, dijo: «No existe siervo alguno que no tenga una brida en su cabeza y un ángel que la controle. Así que, cuando se muestra arrogante, le dice: Sé humilde o Dios te humillará. Así pues, ante sí mismo, se siente la persona más grande del mundo, mientras que, a los ojos de los demás, es la persona más pequeña del mundo. Mientras que cuando es modesto, Dios poderoso y majestuoso le retira la brida de su cabeza y le dice: Sé elevado. Dios te ha engrandecido y elevado. Así pues, ante sí mismo se considera la más insignificante de las personas, pero los demás le consideran la más elevada.» ¡Oh querido! Los demás tienen un talento y un alma igual que tú. Si eres humilde los demás te respetarán de manera natural y te considerarán una persona valiosa y si eres arrogante no podrás progresar. Si pueden te humillarán y, además, no confiarán en ti y si no pueden te despreciarán en su corazón y a sus ojos no tendrás ningún valor. Abre el corazón de las personas con tu humildad. Quienes se relacionen contigo manifestarán lo que llevan dentro y si sus corazones te rechazan no será por culpa tuya. Así que, suponiendo que busques su respeto y admiración, deberás actuar con humildad. Las consecuencias de la arrogancia son opuestas a lo que pretendes. No sólo no consigues lo que pretendes en este mundo sino que consigues lo contrario y en el otro mundo sólo te procurará sufrimiento y desprecio. De la misma manera en que en este mundo consideraste inferiores a tus semejantes y te mostraste arrogante con los siervos de Dios, actuando con aires de grandeza, ese comportamiento en la otra vida adoptará una forma despreciable. Tal y como ha sido recogido en un hadíz de Al-Kafí, transmitió Dawud ibn Farqad que su hermano dijo: «Escuche decir a Abu Abdella Imam As-Sádeq, sobre él la paz: En verdad, los arrogantes serán levantados de las tumbas como hormigas y las personas les aplastarán bajo sus pies mientras Dios termina de hacerles la cuenta.» Y en el testamento del Imam Yafar as-Sádeq, sobre él la paz, dice a sus compañeros: «Alejaos de la arrogancia y el engrandecimiento, ya que la grandeza es el manto de Dios poderoso y majestuoso y Dios castigará y humillará el Día del Juicio Final a quien encuentre, cuando le haga la cuenta de sus acciones, que se ha vestido con Su manto.» No puedo imaginar qué es lo que hará Dios Altísimo con aquel a quien Él quiera humillar y qué será lo que habrá de soportar, ya que la dimensión de los asuntos de la otra vida es diferente a la que poseen en este mundo. La humillación en la otra vida no es lo mismo que la humillación en ésta, pues las mercedes y los castigos en aquella no guardan semejanza con los de aquí. Son cosas que no podemos llegar a imaginar. Sus mercedes están más allá de lo que podemos suponer y Sus castigos también. Su generosidad es mucho mayor que cualquier cosa que podamos imaginar y Su castigo y humillación no son como los castigos y humillaciones que nosotros podemos pensar. El fin que espera al arrogante es el Infierno. Leemos en un hadíz: «Quien monta sobre la arrogancia va en dirección al fuego.» No verá el Paraíso mientras quede en él algo de arrogancia. Tal y como ha sido transmitido, el Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, dijo: «No entrará en el Paraíso la persona que tenga en su corazón una pizca del tamaño de un grano de mostaza de arrogancia.» E Imam Baqer e Imam Sádeq, con ellos la paz, dijeron algo muy parecido. En un hadíz recogido en Al-Kafí, se cita que Imam Báqer, la paz sea con él, dijo: «La grandeza y el orgullo son el manto de Dios y Él arrojará de bruces al Infierno a quien se apropie de algo de ello.» También el Infierno al que Dios arrojará a los arrogantes es diferente del Infierno del resto de los condenados. Es el momento de recordar el hadíz abrumador que traduje y cité anteriormente: « Transmitió Muhammad ibn Yaqub, de Ali ibn Ibrahím, de su padre, de Ibn Abu Umayr, de Ibn Bukayr, de Abu Abdel lah Imam As-Sádeq, sobre él la paz, que dijo: «En verdad, en el Infierno existe un valle al que llaman Saqar destinado especialmente a los arrogantes. Se queja ante Dios Altísimo de la intensidad del calor de él mismo y le pide permiso para respirar un momento. Y cuando obtiene permiso para respirar, emite una respiración que inflama todo el Infierno.»[61] Me refugio en Dios de ese lugar que, siendo él mismo la morada del castigo, se queja de su propio calor y que cuando respira inflama todo el Infierno. En este mundo no podemos discernir cómo es la intensidad y la dureza del calor del otro mundo, ya que los diferentes grados de intensidad en los castigos depende de muchos factores. Uno de ellos es la propia capacidad de percibir. Cuanto mayor capacidad de percepción mayor dolor se sufre. Otro factor es la diferente sensibilidad de los cuerpos que reciben el calor. Por ejemplo, el oro y el hierro aceptan más temperatura que el plomo o el aluminio y estos más que la madera o el carbón y estos, a su vez más, que la carne o la piel. Otro factor es la sensibilidad. Por ejemplo, el cerebro del humano es más sensible al calor que sus huesos. Al poseer una mayor sensibilidad, el efecto que sobre él ejerce una misma intensidad de calor es mayor que si se aplica a los huesos. Otro factor es la misma intensidad del fuego. Si aplicamos al cuerpo un calor de cien grados, el dolor que sentiremos será mayor que si le aplicamos un calor de cincuenta. Otro factor es la distancia entre el fuego y el objeto expuesto a él. Por ejemplo, si está lejos de la mano o está en la mano misma, no quemará de la misma manera. Estos cinco factores que hemos mencionado se dan en este mundo en su grado más débil y en el otro en su grado más intenso y pleno. Nuestra percepción en este mundo es imperfecta y está limitada por multitud de velos. Citarlos todos sería una labor larga y laboriosa y no es este el lugar para ello. Hoy, nuestra visión es incapaz de percibir a los ángeles, el Paraíso y el Infierno. Nuestros oídos no son capaces de percibir los extraños y sorprendentes sonidos del mundo intermedio (barzaj) y de sus habitantes, ni tampoco del mundo posterior al barzaj (quiyámat)y el de sus habitantes. Nuestros sentidos no son capaces de percibir el calor de ese lugar. Todo ello debido a sus limitaciones. Pero los versículos coránicos y las tradiciones de la Gente de la Casa Profética, las bendiciones de Dios sean con ellos, están llenas de referencias explícitas e implícitas a ello y, además, conformes a las demostraciones lógicas que tienen su propio lugar y momento. Debes saber que el cuerpo humano no es capaz de soportar el fuego en este mundo. Una hora soportando el flojo fuego de este mundo es suficiente para convertir el cuerpo en cenizas. Pero, el Día del Juicio, Dios hace que el cuerpo sea capaz de soportar el intensos fuego de la otra vida eternamente, sin consumirse, a pesar de que, conforme a lo que fue revelado por el ángel Gabriel, sobre él la paz, su ardor es de tal intensidad que si, de la cadena de setenta eslabones de fuego preparada para los pecadores en la otra vida, uno solo de ellos cayese sobre la Tierra, fundiría todas las montañas. Por lo tanto, no es posible comparar la capacidad de resistir el fuego que tendrá nuestro cuerpo el Día del Juicio con la que tiene en este mundo. La relación que, en este mundo, tiene el alma con el cuerpo es también muy débil e imperfecta. Este mundo es un impedimento para que él alma manifieste su poder, pero la otra vida es el terreno adecuado para la manifestación del alma y la relación que ésta establece con el cuerpo es activa y creativa, tal y como ha sido establecido en su momento, y esa relación se produce en el grado más intenso. En cuanto al fuego; el de este mundo es un fuego desvaído y templado y un fenómeno accidental aquejado de todo tipo de impurezas y deficiencias, pero en fuego del Infierno es puro, sin mezcla. Una sustancia establecida como un ser vivo y eterno por esencia que abrasa a sus habitantes conscientemente y que aplica a cada uno la intensidad que le ha sido ordenada. Has escuchado hablar de sus característica al ángel Gabriel, el enviado digno de confianza, el más verídico de los verídicos, y el Libro de Dios y las tradiciones del Mensajero están llenas de descripciones de sus atributos. En este mundo no existe semejanza posible con la relación y adhesión que el fuego de la Guehena establece con el cuerpo en la otra vida. Si todos los fuegos de este mundo rodeasen a una persona por todos los lados, sólo podrían rodear y quemar su cuerpo físico, pero el fuego de la Guehena le rodea por dentro y por fuera, abrasa su corazón, su alma y sus facultades, haciéndose uno con ellos de una manera que no existe en este mundo. Por tanto, ha quedado claro que, de ninguna manera se aplican en este mundo los requerimientos del castigo divino. Ni la materia aquí es capaz de soportar el calor, ni el fuego tiene la capacidad de desplegar todo su poder, ni quien lo recibe tiene la capacidad de sufrirlo en la totalidad de su ser. No podemos imaginar cómo es el fuego que abrasa el alma, a no ser que, Dios no lo quiera, abandonemos este mundo siendo de las gentes arrogantes y sin habernos purificado de esta abominable condición, porque entonces no encontraremos con él cara a cara. ¡Qué mala es la morada final de los arrogantes![62] Quinta parte Algunas otras causas de la arrogancia Debes saber que, además de los factores anteriormente señalados como causa de la arrogancia, existen algunos otros, tales como la poca inteligencia, la poca capacidad, la mediocridad y la falta de paciencia. La persona que posee poca inteligencia, en cuanto ve en sí cualquier virtud o cualidad, cree haber alcanzado un grado y un nivel, cuando, si lo sometiese a un juicio razonable y lo pensase con equidad, se daría cuenta que sus cualidades, sean las que sean, que el consideraba una gran virtud y que le hacían sentirse tan orgulloso y arrogante, o no lo son en absoluto o, si lo son, no son comparables con las virtudes que otras personas poseen, y se sonrojaría de vergüenza. Por ejemplo, el gnóstico que, debido a su conocimiento, contempla a los demás como seres inferiores a él, les trata con arrogancia y les considera superficiales ¿Qué es lo que posee de los conocimientos divinos, aparte de un puñado de conceptos que no son sino velos de las realidades e impedimentos para la comprensión y unos cuantos términos deslumbrantes sin ninguna relación con el verdadero conocimiento de Dios ni de los Nombres y Atributos divinos. La gnosis es un atributo del corazón y, según el que esto escribe, todas estas son ciencias prácticas, no el puro conocimiento de conceptos y de una trama de términos. En esta corta vida y con este conocimiento limitado que posee, he visto en algunos llamados gnósticos y en sabios del resto de las ciencias a quienes ni la gnosis ni las ciencias han causado efectos en sus corazones, más bien lo contrario. ¡Oh querido! El conocimiento de Dios, en tus propias palabras, hace del corazón el lugar en el que se manifiestan los Nombres, los Atributos y la naturaleza de la Esencia divina y el lugar donde habita el Señor Verdadero, Quien elimina todos los efectos, anula todos los colores y destruye todas las delimitaciones. En verdad, cuando los reyes entran en un país, lo corrompen totalmente y arruinan a los poderosos de él.[63] Hace del corazón el lugar de la fe en el Uno y de la alabanza a Él. ¿Por qué ha hecho, entonces, de tu corazón el lugar de tu propia glorificación? ¿Por qué ha incrementado sus colores y determinaciones y te ha apartado de la Verdad Altísima y de la teofanía de Sus Nombres? ¿Por qué ha hecho de tu corazón la mansión de Satanás y que consideres inferiores a los siervos de Dios, a los santos de la corte divina, manifestaciones de la belleza del Amado? ¡Ay gnóstico! Tu estado es el peor de todos y las pruebas en contra tuya las más definitivas. Eres arrogante ante Dios y te comportas como Faraón ante los Nombres, Atributos y manifestaciones de la Esencia divina. ¡O buscador de conceptos! ¡Oh extraviado de la Verdad! Reflexiona un poco y mira a ver cuánta gnosis posees. Cuántos efectos de la Verdad y de Sus atributos encuentras en ti. Es posible que la música y la armonía sean conocimiento más precisos que los que tú posees. La astronomía, la mecánica y el resto de las ciencias naturales y matemáticas prestan tanta atención a los conocimientos y a los términos como la ciencia que tú profesas. De la misma manera en que esas ciencias no están directamente relacionadas con el conocimiento de los asuntos divinos, tus conocimientos de la terminología y de los conceptos gnósticos, son para ti un espeso velo que te impide acceder a la realidad. No se puede esperar que te transformen cualitativamente ni que te aporten un estado de iluminación. Al contrario, a los ojos de la reglamentación islámica, las ciencias físicas y las matemáticas son mejores que el conocimiento que tú posees, ya que ellos aportan sus resultados, mientras que a ti no te aportan ninguno o te aportan lo contrario de lo que deberían. Un ingeniero obtiene resultados de sus cálculos, un herrero de sus trabajos, pero tú no has obtenido los beneficios de este mundo y tampoco has alcanzado los propios de la gnosis y el velo de tus ojos es mayor que antes. Cuando surge la conversación de la Unidad divina, imaginas una tiniebla ilimitada y cuando escuchas hablar de los Nombres y los Atributos divinos te imaginas una multiplicidad sin fin. Por tanto, esos términos no te han permitido encontrar la vía de las verdades y el conocimiento divino, solamente te han aportado orgullo y arrogancia frente a los que conocen Su verdad. El conocimiento que incrementa la oscuridad del corazón no puede ser considerado conocimiento. ¡Ay del conocimiento que hace a su dueño heredero de Satanás! La arrogancia es un atributo propio de Satanás. Él fue arrogante ante tu padre Adán y por ello fue expulsado de la corte divina. Tú que te comportas de manera arrogante con los descendientes de Adán eres también de los rechazados y expulsados. De todo esto puedes llegar a entender el papel del resto de las ciencias. El sabio, si es verdaderamente sabio y establece la relación que existe entre Dios y la creación y entre él mismo y Dios, elimina de su corazón la arrogancia. Pero el desgraciado buscador de terminología especializada y de conceptos, extravía su sabiduría en ellos aunque se crea el más sabio. A veces, se considera a sí mismo como adornado de los atributos del Ser necesario y dice que la sabiduría es uno de los atributos divinos: «La sabiduría se asemeja a la divinidad.»[64] Otras veces se incluye entre los profetas y mensajeros divinos, diciendo: «Y les enseña la Escritura divina y la sabiduría.[65] Otras, cita: «La sabiduría es el objetivo del creyente.[66] Así pues, a quien le es dada sabiduría le ha sido otorgado un gran bien.»[67] Su corazón ignora lo que es la sabiduría y se encuentra a miles de grados de distancia de los dones de Dios. El gran pensador y filósofo islámico, Muhahqeq Mir Damód, que Dios esté satisfecho de él, dice: «Sabio es aquel cuyo cuerpo es para él como un vestido. Cada vez que lo desea se desprende de él.» ¡Ved la elevación de sus palabras y ved la pobreza de las nuestras! ¡Ved lo que él entiende por sabiduría y lo que nosotros entendemos! Por tanto, queda claro tu poca capacidad y la pequeñez de tu espíritu cuando, por haber aprendido unos cuantos conceptos y unos cuantos términos deslavazados, te ensalzas a ti mismo y te comportas arrogantemente con los demás. Los pobres desgraciados que se consideran a sí mismos guías (murshid) de las criaturas y capacitados para asistirles espiritualmente y que se pretenden sufis, se encuentran en un estado aun más bajo que los dos grupos mencionados anteriormente y sus pretensiones son aun mayores. Roban la terminología de los dos grupos mencionados y ponen su mercancía a la venta en el mercado, apartando de Dios los corazones de los siervos y atrayéndolos hacia sí mismos y llevando a estos pobres simples e incontaminados a tener una mala opinión de los sabios islámicos y del resto de sus semejantes. Buscando su propio beneficio, consciente o inconscientemente, acuñan términos atractivos como «Machdúb Ali Shah» (Loco por Su Majestad Ali) o «Mahbúb Ali Shah» (Amante de Su Majestad Ali) haciendo creer a la gente simple y crédula que tales expresiones generan amor por Dios y llevan al éxtasis. ¡Oh buscador de los beneficios mundanales y ladrón de los significados! Lo que haces no es para sentirse tan orgulloso y arrogante. El pobre desgraciado, debido a su pobreza de espíritu y la pequeñez de su mente, se cree su propio juego y piensa que ha alcanzado una posición espiritual. El amor a sí mismo y al mundo le hace identificarse con los conceptos ajenos de los que se ha apropiado y adoptar una impostada personalidad. Con todo lo adquirido realiza una extraña mezcolanza y, a pesar de todas estas carencias y defectos, se considera un guía moral (murshid) llamado a salvar a la comunidad y dueño de los secretos de las disposiciones islámicas. A veces, esa desfachatez sobrepasa todos los límites y se imagina haber alcanzado la estación espiritual de la santidad y la guía espiritual absolutas (wilaya kul.liya). Todo ello producto también de su poca capacidad y cualidades, su carencia de grandeza y su debilidad de corazón. Tampoco tú, que te ocupas del estudio de las leyes islámicas, de las tradiciones proféticas y del resto de las disciplinas religiosas, has obtenido más que unos pocos términos técnicos. Si estos conocimientos, que guardan todos ellos relación con la práctica, no han conseguido hacer de ti alguien mejor y no te han servido para corregir tus defectos, sino que te han corrompido la moral y la práctica, tus conocimientos son de menos valor que los de los estudiosos del resto de las ciencias e incluso que los de las personas comunes. Todos estos conceptos superficiales, significados literales y debates inútiles, la mayoría de los cuales no guardan relación alguna con la religión divina y no pueden ser considerados como conocimientos, no merecen ser denominados frutos de la ciencia. No son para sentirse tan complacido y orgulloso. Dios es testigo de ello y kafa bihi shahidan (Él es testigo suficiente)[68] que si el resultado de las ciencias es éste y no sirve para guiarte y para alejarte de la decadencia moral y práctica, el más humilde de los trabajos es mejor que lo que te ocupa, puesto que aquel procura resultados prácticos inmediatos y menores problemas en este mundo y en el otro, mientras que lo que tú, pobre desgraciado, haces no te procura más que una pesada carga difícil de llevar y corrompe tu moral y tus obras. Por lo tanto, tus conocimientos no acreditan, desde el punto de vista científico, esa actitud arrogante. Pero, el horizonte de tus ideas es tan limitado que, con la adquisición de un par de conceptos deslavazados, te hace sentirte un sabio y ver al resto de las personas como ignorantes y pones las alas de los ángeles querubines bajo tus pies y creas dificultades a los siervos de Dios en las asambleas y en las calles, menospreciando el conocimiento y a los eruditos, ofendiendo con ello a todos. De todos ellos, el más infame y despreciable es el que se comporta con arrogancia debido a cuestiones como la riqueza, la posición, la familia y la sangre. El pobre se encuentra muy alejado del conjunto de normas morales y de las buenas maneras propias de los seres humanos. No posee el más mínimo conocimiento, pero como va vestido con ropas de lana de cordero y su padre es fulano de tal, se comporta con las personas arrogantemente. ¡Qué poca cabeza, qué corazón tan pequeño y qué obnubilado está para reducir todas las perfecciones a una ropa hermosa y todas las hermosuras a un turbante y una capa. El pobre desgraciado se siente feliz viviendo en el plano animal y satisfecho de haber cambiado todas las altas estaciones propias del ser humano por una apariencia vacía de contenido y una forma vacía de realidad y, a pesar de ello, considera que posee una posición espiritual elevada. Es tan bajo e impresentable que, si alguien posee un nivel social mínimamente superior al suyo, se comporta ante él como el siervo se comporta ante su amo. Por supuesto, quien no tiene otra meta en la vida que la mundanal, es esclavo de este mundo y pertenece a este mundo. De cualquier manera, algunos de los factores que fortalecen la arrogancia son la estrechez del horizonte mental y la poca capacidad intelectual y, por eso, aquellas cosas que no poseen perfección ni valor alguno, ejercen sobre él una fuerte influencia y le hacen sentirse vanidoso y comportarse con arrogancia. Cuanto mayor sea el amor a sí mismo y a las cosas mundanas de una persona, mayor será la influencia que estos asuntos ejercerán en él. Sexta parte Remedios para curar la arrogancia Ahora que conoces lo que es la arrogancia, debes tratar de curarte de ella y de esforzarte para limpiar tu corazón de esas cosas que lo empañan, eliminando esa densa capa de polvo que cubre el espejo de tu alma. Si eres una persona de voluntad fuerte y de pecho amplio y las raíces del amor por este mundo no se han implantado con fuerza en tu ánimo, los encantos mundanales no se han apoderado de tu corazón y mantienes abierto el ojo crítico, la mejor cura para la arrogancia es el conocimiento de ella que hemos expuesto en los capítulos anteriores. Pero si no te encuentras entre las personas que poseen esas cualidades, reflexiona un poco en tu propio estado, puede que tu alma despierte. ¡Oh humano, que no eras nada al principio de tu vida! ¡Oh tú, que permaneciste oculto en las sombras de la inexistencia durante siglos y siglos! ¿Qué puede ser más insignificante que la inexistencia y el no estar inscrito en el registro de los seres vivos? Después, cuando la Verdad Altísima tomó la decisión de crearte, te puso en el más insignificante y menos noble de los recipientes. Tú, que no tenías la capacidad de recibir la efusión divina, fuiste creado de la materia prima del mundo, que no era otra cosa que pura potencialidad y carencia, se te dio un cuerpo elemental, que son las formas más básicas de existencia y los modos más insignificantes de vida. Después Él te conformó como esperma, del mismo que si tu mano se mancha te hace sentir impuro y eliminas de ella con dificultad, y te recluyó en una morada baja, estrecha y oscura, los testículos de tu padre. Atravesando el mismo conducto impuro por el que se expulsa la orina, llegaste al útero de tu madre y se te alojó en un lugar cuya descripción no te gustaría escuchar. Allí fuiste transformado en un pequeño embrión colgante y, después, en una pequeña esfera de algo parecido a carne picada. Se te nutrió con un alimento que si escuchases cómo era te pondrías enfermo y te avergonzarías, pero, puesto que todos hemos de pasar por la misma situación, eso te libra de la vergüenza. El mal que todos comparten se hace más tolerable. Durante todos estos niveles de evolución y transformación, eras la cosa más insignificante de la creación. Carecías de toda facultad de percepción externa e interna y de cualquier tipo de perfección y plenitud. Después de ello, cuando Su amplia misericordia te capacitó para la vida, eras más débil e impotente que un pequeño gusano. Su misericordia fue la que te otorgó toda la perfección y los elementos necesarios para venir a este mundo. A través del más innoble corredor y en el peor estado te hizo llegar a este plano de la existencia, de tal manera que eras la más débil de las crías animales. Aun después de haber completado tus poderes internos y externos eres un ser tan débil y vulnerable que no posees el pleno control de ninguno de ellos, ni la capacidad de preservarlos. Te hizo de tal manera que no puedes preservar tu fuerza ni tu vida. No puedes preservar tu juventud y belleza. Si te aqueja una infección o enfermedad no puedes defenderte de ella. En resumen, no eres el dueño de tu persona ni de tu vida. Si pasaras un solo día hambriento estarías dispuesto a comerte el cadáver de cualquier animal y si estuvieses sediento beberías la más sucia y fétida de las aguas. Y, de la misma manera, ante el resto de las cosas, eres una pobre e indefensa criatura que no posee ningún poder por sí misma. Y si comparas tu existencia y perfección con la perfección del resto de los seres vivos, verás que tanto tú como todo el mundo en el que vives, e incluso todo el sistema solar, no son nada frente a toda la creación material que, a su vez, es el más bajo e insignificante de todos los mundos creados. Querido, aparte de ti no has visto nada y todo lo que has visto no es nada comparado con el mundo de la existencia. Compara tu persona y todo lo que posees con la grandeza de tu ciudad, tu ciudad con tu país y éste con el resto de los países del mundo, de muchos de los cuales no conoces ni el nombre. Compara ahora la grandeza de todos los países con la propia Tierra, la Tierra con el sistema solar y sus grandes esferas que no son sino pequeños fragmentos del mismo Sol. Compara el sistema solar, cuya amplitud se escapa a tu comprensión y la mía, con la Vía Láctea, a la cual pertenece nuestro sistema solar con todos sus planetas, junto a millones de otros sistemas solares. Considera ahora que la Vía Lactea con sus millones de sistemas solares es parte de una galaxia y que existen varios millones de galaxias, millones de veces más grandes y más luminosas que la nuestra en el universo hasta ahora conocido. Todo ello forma parte del mundo físico, cuya inmensidad nadie más que su Creador conoce y del que los descubrimientos de los investigadores sólo han alcanzado a explicar una mínima parte. Aun así, este mundo físico es insignificante si lo comparamos con el mundo metafísico, que no posee una dimensión sensible y en el que existen mundos inimaginables por el intelecto humano. Todo ello son dimensiones de nuestra vida a la luz de la cual debemos reexaminar todos nuestros planteamientos vitales. Cuando la Verdad Altísima decida sacarte de este bajo mundo, ordenará a todas tus fuerzas que te abandonen y a todas tus facultades que cesen su actividad. Tu sistema vital se quebrará, te será retirada la audición y la visión, el poder y la fuerza, y sólo quedará de ti un cuerpo inerte que, después de unos días, emanará un olor tan fétido que nadie podrá tolerar, ni soportará observar él aspecto que tendrás. Después de un tiempo, todos los órganos y miembros de tu cuerpo se descompondrán. Ese será el estado de tu cuerpo, lo que sucederá con tus bienes y propiedades es de todos bien sabido. Luego, en caso de que hayas partido de este mundo sin haber reformado tu condición, Dios no lo quiera, sólo Dios sabe en que forma y con que estado te encontrarás en el mundo intermedio que te aguarda tras la muerte (barzaj). Los sentidos de la gente de este mundo no son capaces de ver, oír, oler o tocar lo que allí sucede. Cuando escuchas hablar de la oscuridad, las dificultades y la opresión de la tumba, las comparas con la oscuridad, las dificultades y la opresión de este mundo, pero esa es una vana comparación. Quiera Dios escuchar nuestro grito de angustia y rescatarnos de aquello que nosotros mismos hemos preparado para nosotros mismos. El castigo de la tumba, para el que según algunas tradiciones proféticas no podremos procurarnos intercesión, no será sino una muestra del castigo que nos espera a partir del Día del Juicio Final y sólo Dios sabe cómo será. El estado en el que nos encontraremos el Día del Juicio será peor y más terrible que todo lo sufrido anteriormente. Será el Día en que las verdades se manifiesten, el día en el que los secretos sean desvelados, el día en el que los actos y los comportamientos tomarán forma, el día en el que se nos hará la cuenta, el día de la dificultad y el sufrimiento. Esa será la situación del Día del Juicio. La situación del Infierno tras el Día del Juicio también es conocida. ¡Escucha las noticias sobre el Infierno! El castigo del Infierno no es únicamente el fuego. Se abrirá una puerta de él ante tus ojos, tan horrible que si se abriese en este mundo mataría de terror a todos sus habitantes. Otra puerta semejante se abrirá a tus oídos y otra a tu olfato y la intensidad de su castigo es tal que, si fueran abiertas a este mundo, destruiría a todos sus habitantes. Uno de los sabios sobre las cuestiones de la otra vida dice que, de la misma manera en que el calor del Infierno es de una intensidad absoluta, el frío que hay en él también alcanza la máxima intensidad. Dios Altísimo tiene el poder para unir en una sola realidad ambos extremos opuestos. Ésta es también la situación de la otra vida. Por tanto, la persona que proviene de una inexistencia infinita, que, desde el momento en que comienza su existencia, habita en los lugares más desagradables, y para quien cada uno de los niveles por los que ha de atravesar, éste mundo, el mundo intermedio y el otro, es más terrible y desventurado que el anterior ¿De que se muestra tan arrogante? ¿De que belleza y majestuosidad presume? Queda, por tanto, claro que la arrogancia no es más que el producto de la ignorancia. Cuanto más ignorante es una persona y cuanto más limitada es su inteligencia, más arrogante es. Por el contrario, cuanto más conocimiento posee una persona y más grande es su espíritu, mayor es su modestia y humildad. El Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, cuyo conocimiento procedía de la revelación divina y cuyo espíritu era tan grande que sobresalía entre el de millones y millones de seres, que puso a sus pies todas las bárbaras costumbres y falsas creencias religiosas de los tiempos anteriores, abrogó todas las sagradas escrituras anteriores y cerró el ciclo de la profecía; que gobernaba sobre este mundo y el otro y era el señor de todos los mundos con el permiso de Dios, era el más modesto y humilde de los seres con las criaturas de Dios. Le molestaba que sus compañeros se pusiesen en pie, en señal de respeto, cuando él llegaba. Cuando llegaba a alguna reunión se sentaba en el primer lugar que encontraba, comía en el suelo y se sentaba en el suelo y solía decir: «Soy un siervo de Dios, por ello como igual que comen los siervos y me siento como se sientan los siervos.» Fue recogido que Imam Yafar al-Sádeq, sobre él la paz, dijo que el Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y su familia, prefería montar en un burro sin silla, comer con los siervos de Dios sentado en el suelo y ayudar a los pobres con sus propias manos. Esta gran personalidad prefería ir montado en un burro y sentarse a comer con sus ayudantes y sirvientes. En los libros que relatan su vida, se puede leer que este gran dirigente compartía con su familia las tareas domésticas, ordeñaba las ovejas con sus benditas manos, remendaba sus ropas y calzado, molía el trigo con sus sirvientes, amasaba con ellos el pan y cargaba sus propios enseres. Se reunía con los pobres y los mendigos y compartía con ellos sus alimentos. La vida de este gran dirigente esta llena de tales muestras de modestia y de otras mayores aun, a pesar de que, además de su elevada posición espiritual ejercía toda la autoridad y el gobierno de la comunidad. El comportamiento de Ali ibn Abu Táleb, la paz de Dios sea con él, era semejante. Siguió la senda del Profeta y tuvo un carácter y una moral similar a la suya. Por tanto ¡Oh querido! Si la espiritualidad perfecta fuese motivo para ser arrogante, la de ellos era más elevada que la de ningún otro; y si fuese el poder y el gobierno, ellos lo poseían. En cambio, eran los más modestos y humildes de todos. Por lo tanto, debes saber que la modestia es hija del conocimiento y de la espiritualidad, mientras que la arrogancia es el fruto de la ignorancia y la poca inteligencia. Aleja de ti la ignominia de ignorancia y la bajeza de una mente estrecha, adopta la forma de comportamiento propia de los profetas y elimina de ti los atributos propios de Satanás. No trates de competir con Dios y usurparle Su manto de gloria y orgullo porque provocarás Su ira y serás enviado directamente al fuego. Si has decidido corregir tu alma, podrás recorrer esa senda fácilmente poniendo un poco de atención y cuidado. No te tropezarás con peligro alguno si la recorres con determinación varonil, libertad de pensamiento y criterio elevado. La única manera de vencer al ego y a Satanás y de ponerte a salvo de sus sugerencias es actuar al contrario de lo que ellas te piden. No hay mejor manera para derrotar al ego que comportarse con modestia y perseverar en esa actitud. Frente a cada nivel de arrogancia en el que te encuentres, y en cualquier medio científico o profesional en el que te desenvuelvas, debes actuar al contrario que como te sugiere tu ego y meditar sobre las consecuencias de tu comportamiento en este mundo y en el otro. De esa manera existe la esperanza de que tu camino sea fácil y los resultados los apetecidos. Si tu ego te sugiere que te hagas notar en la reunión y manifiestes tu preeminencia sobre el resto de tus colegas, actúa al contrario de lo que te pide. Si te dice que no participes en reuniones de gente pobre y humilde, repréndele con dureza y siéntate en compañía de ellos, come con ellos, viaja con ellos y rózate con ellos. Es posible que tu ego polemice contigo y te diga que tú eres una persona de posición y que debes preservarla para beneficio de la difusión del Islam y que si te reúnes con la gente humilde la sociedad dejará de respetarte, perderás la estima social; que si te sientas en las reuniones al mismo nivel que la gente pobre perderás tu estatus y entonces no podrás cumplir con las obligaciones que el Islam demanda de ti. Debes saber que todo eso son trampas de Satanás y trucos del ego. El Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y su familia, poseía una posición social incomparablemente más elevada que la tuya y tú ya has visto como fue su vida. Yo mismo he sido testigo del comportamiento de algunos de los sabios contemporáneos, que detentaban la autoridad no sólo de todo un país, sino de toda la comunidad shiíta, y que se comportaban siguiendo el modelo del noble Mensajero, las bendiciones de Dios sean con él y su familia. Todos pudimos ver la modesta manera en que vivía y se comportaba el gran maestro y noble doctor de la ley, Sheyj Abdel Karim Haerí Yazdí, que ejerció la dirección espiritual del mundo shiíta de 1939 a 1976. Comía y viajaba junto a sus sirvientes, se sentaba en el suelo y bromeaba y reía con sus alumnos más jóvenes. Al final de su vida, cuando ya se fatigaba con el esfuerzo, después de anochecer se ponía unas zapatillas de campesino, se enrollaba un pequeño trozo de tela en la cabeza y salía a dar un paseo por su callejuela sin su capa y sin sus atuendos religiosos. Eso hacia que creciera el respeto y la admiración de las gentes hacia él y su comportamiento no menoscababa lo más mínimo su estación espiritual. A parte de él, había muchos grandes y respetables sabios de Qom que no se sentían coartados por esas limitaciones que Satanás ha diseñado para tu comportamiento. Ellos mismos iban al mercado a comprar sus alimentos, llevaban los cubos de agua desde las fuentes a sus casas, realizaban tareas domésticas y trataban con el mismo respeto a jóvenes y viejos, a la gente común y a los notables. Su humildad asombraba a las gentes y eso no menoscababa su posición, al contrario, hacía que creciese el amor y la estima que la gente sentía en sus corazones hacia ellos. Los atributos propios del Mensajero de Dios y de Ali ibn Abu Táleb no empequeñecen a la gente. Pero debes prestar atención a las trampas del ego, que, cuando no consigue que actúes de manera opuesta a ellos, busca otro camino para hacerte caer. Por ejemplo, verás que, en las reuniones, hay quienes se sientan al final, para hacer entender a los presentes que, a pesar de su importancia, su humildad les impide ocupar el lugar que por derecho les corresponde. O que, ante los demás, ceden ostensiblemente el paso a otros que manifiestamente ocupan una posición de menor importancia, para hacer notar su modestia frente a las personas de menor consideración social. Esos y cientos de trucos similares tiene que ver con las sugerencias del ego. Sugerencias que, a la arrogancia, añaden ostentación e hipocresía. Sólo cuando se tiene una intención pura se puede combatir y corregir al ego con éxito. Es posible corregir todos los defectos del ego, pero es necesario un pequeño esfuerzo inicial. Después de esa etapa, el trabajo de corregir los vicios se va haciendo cada vez más fácil. Lo más importante es llegar a la conclusión de que se debe corregir y purificar el ego y escapar de la modorra que nos atenaza. La primera etapa de la condición humana es «despertar» (yaqda). Eso significa abrir los ojos a nuestro estado de distracción y embriaguez natural. Comprender que el ser humano es un viajero y que un viajero necesita algunas provisiones para su viaje. Las provisiones del ser humano son sus buenas cualidades. La cabalgadura del viajero en este viaje lleno de peligros y temores, que debe atravesar sendas tenebrosas y angostas, más afiladas que una espada y más estrechas que un cabello, ha de ser la valentía. La luz en esta senda tenebrosa es la fe y los buenos atributos. Si afloja y es negligente no podrá atravesar el camino, caerá de bruces en el fuego, se confundirá en el polvo de la humillación y será destruido. Quien no pueda atravesar esta senda, tampoco podrá atravesar la senda de la otra vida (Sirát). ¡Oh querido! Sé valiente, destruye el velo de la ignorancia y sálvate de ese terrible abismo. Emir al-Muminín Ali, el señor de los temerosos de Dios, el viajero espiritual sin parangón y el guía verdadero, solía decir en voz alta en la mezquita, para que quienes estaban alrededor pudieran escucharlo: «Que Dios tenga misericordia de vosotros. Preparad vuestras provisiones de viaje, pues habéis sido convocados para partir.»[69] Ninguna provisión será mejor para vosotros en el viaje a la otra vida que la perfección de vuestra alma, un corazón temeroso de Dios, buenas obras, cualidades morales y pureza. Supongamos que seas una persona con una fe débil, incompleta y aparente, deberás purificarte de esas faltas para que la misericordia divina pueda llevarte junto a Sus siervos puros y rectos. Las faltas e impurezas se purifican con el fuego del arrepentimiento sincero y del remordimiento y colocando al ego en el recipiente de la autocrítica, disolviéndole al fuego del remordimiento y haciéndole volverse hacia Dios. Hazlo tú mismo mientras estás en este mundo. De lo contrario, serás colocado en el recipiente del castigo divino y expuesto al fuego abrasador de Dios que llega hasta el fondo del alma[70] en el que licuarán tu duro corazón. Y sólo Dios sabe cuantos siglos de los siglos de la otra vida llevará purificar tu corazón. Purificarse en este mundo es fácil y sencillo, los resultados del cambio se pueden observar rápidamente. Pero, en el otro mundo, la tarea de cambiar cobra otra dimensión, se transforma en un largo proceso y purificar un solo defecto puede tomar varios siglos. Por tanto ¡Oh hermano! Mientras tengas oportunidad y vida, juventud y fuerza, corrige tu ego. No prestes atención a la gloria mundana. Pisotea todas esas consideraciones. ¡Oh hijo de Adán! Aleja de ti los atributos propios de Satanás. Es posible que Satanás de mayor importancia a este defecto que a ningún otro. Como es su propio defecto y el que le llevó a ser expulsado de la presencia divina, desea verse acompañado por sabios e ignorantes, gnósticos y gentes comunes. Por tanto, si te encuentras con él en el otro mundo y cargas en tu alma este pecado, te maldecirá diciendo: «¡Oh hijo de Adán! Acaso los enviados de Dios no te explicaron como fui expulsado de la corte divina por mi arrogancia frente a tu padre. Fui maldecido por menospreciar la posición espiritual de tu padre y engrandecer mi propia posición. ¿Cómo pudiste caer tú también en este pecado?» Entonces, pobre desgraciado, además de tener que enfrentarte a toda suerte de castigos y problemas, de humillaciones y condenas que no podrás soportar, deberás escuchar como te maldice la criatura más baja y despreciable de todas. Satanás no se mostró arrogante frente a Dios, sino frente a tu padre Adán, que es una criatura de Dios. Dijo: A mi me has creado de fuego y a él le has creado de barro.[71] Eso le hizo creerse superior a Adán y considerarle a él inferior. Tú también te creíste superior a los hijos de Adán y les consideraste inferiores a ti. Tú también has desobedecido los mandatos divinos. Te ordenó que fueras humilde, que te comportases modestamente ante los siervos de Dios, pero fuiste arrogante, altivo. Entonces ¿Por qué solamente maldices a Satanás? Incluye a tu sucio ego en esas maldiciones de la misma manera en que le has asociado a su pecado. Tú eres una manifestación de Satanás. Una personificación de Satanás. Es posible que tu imagen en el mundo intermedio y en la otra vida sea la de un demonio. La forma del alma en la otra vida está en relación con las cualidades del alma. No existe impedimento alguno para que adoptes la forma de un demonio o de una pequeña hormiga. La balanza en la que se pesan las acciones en la otra vida es diferente a la balanza de este mundo. Séptima parte La envidia es, a veces, la fuente de la arrogancia Debes saber que, algunas veces, la persona que carece de perfección se manifiesta arrogante ante el que la posee. Por ejemplo, el pobre frente al rico, el ignorante frente al sabio. Y debes saber que, de la misma manera en que la vanidad, a veces, es la fuente de la arrogancia, la envidia, a veces, también es la fuente de la que surge la arrogancia. Puede que la persona carente de perfección sienta envidia de la persona que la posee y que esa envidia le lleve a comportarse con él de manera arrogante y a humillarle y ofenderle siempre que pueda. En la noble obra Al-Kafí, se recoge en un hadíz de Imam Yafar al-Sádeq, sobre él la paz, que dijo: «La arrogancia, a veces, se encuentra en los seres humanos más degradados de ambos géneros.» Después de algunas otras consideraciones, relató: «Una vez que el Profeta de Dios iba caminando por los callejones de Medina, había una mujer muy oscura recogiendo estiércol. Alguien le dijo que se echase a un lado para dejar pasar al Mensajero de Dios, a lo que ella respondió que el callejón era bastante ancho para que pudiera pasar. Algunos de sus compañeros quisieron castigarla, pero el Mensajero de Dios dijo: Dejadla, es una mujer arrogante.» [72] Algunas veces, este defecto se encuentra también entre una persona con estudios, que suele justificarse diciendo que no es adecuado mostrarse humilde ante los ricos. Su ego le sugiere que la humildad ante la gente rica es una imperfección en la fe. El pobre desgraciado no puede ver la diferencia entre humillarse ante la riqueza de los ricos y ser humilde con la gente rica. A veces, la persona disimula con falsa humildad el pecado del amor por las cosas mundanas y el deseo de obtener una posición social elevada. A eso no se le dice modestia sino adulación y bajeza y es uno de los defectos del alma. Quien se comporta de esa manera no es humilde con la gente pobre, a no ser que necesite algo de ellos o los quiera utilizar para obtener sus objetivos. La humildad es un sentimiento interior que induce a la persona a comportarse con modestia y respeto con los demás, sea rico o pobre, posea una posición envidiable o no, es decir, su humildad no ha de estar contaminada, su espíritu ha de ser puro y purificado, sin que en su corazón exista deseo de reconocimiento y posición social. Esa humildad es adecuada tanto para los pobres como para los ricos. Todo el mundo debe ser tratado con el respeto y la consideración que se merece. Esa actitud de menosprecio y de arrogancia hacia la gente que posee posición y consideración social no es debida a que no seas un adulador, sino a que eres un envidioso y estás completamente equivocado. Si esa persona te mostrase un respeto y una consideración inesperadas, te comportarías humildemente con ella. En cualquier caso, las trampas y astucias del ego son tan sutiles que uno nada puede hacer contra ellas excepto buscar el refugio en Dios. Alabado sea Dios al principio y al final.
[3]
Nash’a:
crecimiento, juventud, vida temprana, surgimiento,
nacimiento, formación, génesis, origen.
[4]
Hach Mula Hadi Sabsowarí, en
sus Notas a Al-Asfar (Hashie-ie Asfar) t.
V, p. 36, ha enumerado en este orden los siete grados o
fases del alma: nafs, qalb, ‘aql, ruh, sirr, jafí,
ajfá. Marhume Shah Abadí en el libro Al-Insán wa
l-fitra, a colocado el aql antes del qalb,
pero Sadr al Muta’al lehín, las ha enumerado de la forma
siguiente: taba’a, nafs, qalb, aql, ruh, sirr, jafí
y no ha mencionado el nivel de ajfá y ha
añadido el de taba’a. Cfr. Asfar, t. V, p.
36.
[5]
Para el aql humano se
han enumerado cuatro niveles: aql haiulaí, aql bil
malaca, aql bil figl, aql bil mustafád. Cfr.
Shawáhed al-Rububíya, p. 202-207. Y, también Sadr al
Muta’al lehín ha dividido el aql del ser humano en
sirr y ‘alan y cada uno de ellos en dáher
y báten, con lo que se pueden contabilizar cuatro
niveles del alma. Cfr. Asfar, t. V, p. 36.
[6]
Abu Ali Sina establece en
una primera división tres niveles del alma: nafs nabatí,
nafs haiwaní y nafs ensaní. Y otra división del alma en
tres, es la que se hace atendiendo a nivel del mulk, al
nivel del barzaj y al nivel del aql.
[7]
La división en dos apunta
hacia la división del alma en batén y dáher, o a otras
denominaciones, del tipo, sirr y ‘alan, mulk y malakut,
dunia y ajirat.
[10]
Corán,
XX: 124 – 126: …
Pero quien se aparte
de Mi recuerdo tendrá una vida difícil y el Día del
Levantamiento le resucitaremos ciego. Dirá: “¡Dios mío!
¿Por qué me resucitas ciego, si yo veía? Dijo: “Así como
te di Nuestras señales y tú las olvidaste, de la misma
manera hoy tú eres olvidado.”
[11]
Mirza Muhammad Ali hijo de
Muhammad Yawad Huseyn Abdadí Isfahaní Shah Abadí,
(1292-1369 h. l.), doctor de la ley, Faqíh, usulí,
gnóstico y filósofo sobresaliente del siglo catorce de
la hégira, Se formó en las escuelas teológicas de
Isfahan, Teherán y Nayaf. Sus maestros fueron su hermano
Sheij Ahmad y Mirza Muhammad Háshem Chahar Sauqí en
Isfahan, Mirza Háshem Ashkurí y Mirza Hasan Ashtiyaní en
Teherán y Ajund Jorasaní, Shariat Esfahaní y Mirza
Muhammad Taqi Shirazí en Nayaf. Dio clases primero en
Samarrá y posteriormente en Qom y Teherán. El Imam
Jomeiní asistió a sus clases de Gnosis y Ética en Qom,
entre los años 1347-1354 h. l.
[15]
Usul al-Kafi,
t. II, p. 315. Kitáb al-Imam wa l-kufr, cap. Jub
al-Dunia wa al-Jarad aleiha, hadíz 2 y 3.
[16]
Cfr. Sadr al-Mutaálehin, Asfár, t. I, p. 45, 65,
69.
[18]
Said al-Sayedí o Said
al-Sayyad, Señor de quienes se prosternan, es uno de los
títulos por los que es conocido Imam Ali, hijo del Imam
Al-Huseyn, hijo de Fátima y Ali Emir al-Muminín, cuarto
de los Imames purificados, herederos de la profecía de
su abuelo, el Mensajero de Dios.
[22]
Árbol citado en el Corán,
que hunde sus raíces en el infierno y cuyos frutos son
extremadamente amargos.
[27]
Referencia a las palabras coránicas:
Y no he creado a los genios y los
humanos excepto para que Me adoren.
Sagrado Corán, 51:56. Entendiendo en este contexto
«adoración»
como
«conocimiento»,
pues fue relatado que dijo Imam Al-Huseyn, sobre él sea
la paz: ¡Oh gentes! En verdad, Dios, poderoso y
majestuoso es Su recuerdo, no creó a Sus siervos sino
para que Le conozcan.. Cfr. Elal al-Sharáia,
t. I, p. 9, cáp. 9, hadíz 1.
[34]
Se entiende por ignorancia
compuesta la ignorancia del que no sabe pero no sabe que
no sabe y se cree sabio.
[35]
Con el título
«Sello
de los profetas»
se hace referencia al profeta Muhammad, último de los
ciento veinticuatro mil profetas enviados por Dios a la
humanidad a lo largo de toda su historia, después del
cual Dios no enviará ningún otro profeta, según la
creencia islámica.
[43]
Sagrado Corán, 15:39-42:
Dijo
(Iblís):
«¡Señor
mío! Puesto que me has desviado, les adornaré la Tierra
y les desviaré a todos excepto a quienes de entre ellos
sean Tus siervos puros.»
Dijo (Dios):
«Éste
es Mi camino recto. En verdad, no tendrás poder sobre
Mis siervos, excepto sobre los extraviados que te sigan.»
[45]
Sagrado Coran:
En verdad, Dios no perdona que se adore a nadie junto
a Él pero, excepto eso, perdona a quien Él quiere. 4:48;
En verdad, Dios no perdona a quien adora a otro distinto
a Él pero, aparte de eso, perdona a quien Él quiere. Y
quien adore a otro que a Dios se habrá extraviado
profundamente. 4:116
[46]
Referencia al Sagrado
Corán, 22:73 : En verdad,
aquellos que invocáis en lugar de Dios no crearían ni
una mosca aunque se reuniesen todos para ello y si una
mosca se llevara algo de ellos no podrían recuperarlo.
[48]
Se ha
recogido que dijo Imam Yafar Al-Sádeq, sobre ella paz,
que un hombre pregunto a Emir al-Muminín sobre el
decreto divino (qadr) a lo cual, él contestó:
«Es
un mar profundo, por tanto no entres en él».
Insistió por segunda vez y él le dijo:«Es
una senda oscura, no la sigas», insistió de nuevo y él
le dijo: «Es un secreto de Dios y no tienes obligación
de investigarlo.»
Bihár al-Anwár,
t. V, p. 96, Kitab al-adl wa l-maod, sección Al-Qadá wa
al-qadr, hadíz 22.
[49]
Wasael ash-Shia,
t, I, p. 5, Kitab al-taharát, Sección Muqaddamat
al-ibadát, parte 11, hadíz, 14.
[52]
Cfr. Sagrado Corán, 35:8.
[53]
Puesto que la balanza servirá para pesar las buenas
obras que hayan realizado en esta vida (Cf. 7:8-9) y
ellos no hicieron nada en ella buscando la satisfacción
de Dios. Al-Mizán, t. XIII, p. 548. Cfr.
Sagrado Corán, 18:103-105.
[58]
Sagrado Corán, 43:31.
Las dos ciudades a que se refieren son La Meca y
Ta’if.
Y, al decir: un hombre importante, se
refieren a que fuese rico y poderoso, ya que, aunque el
Profeta era descendiente directo de Abraham, no poseía
bienes materiales.
Al-Mizán,
t. XVIII, p. 145.
[60]
Sagrado Corán, 21:23. Cuando, en realidad, el
pronombre
«Él»
remite sin duda a Dios y el pronombre
«ellos»
remite a los dioses que los idólatras adoran o a los
seres humanos, o a ambos.
Al-Mizán,
t. XIV, p. 377.
[64]
Referencia a la frase de
Al-Asfar al-Arbaa de Mulá Sadrá, t. I, p. 22: Al
hikmatu hia al-tashabbuhu bil lah.
[72]
Usul al-Kafí,
t. II, p. 309, Kitab al-Iman wa l-Kufr, hadiz, 2.
Hadiz décimo tercero
Confianza en Dios (tawakkul)
Con una cadena de transmisión que llega
al maestro sublime, el verídico del Islam, Muhammad ibn
Yaqub al-Koleyní, de un grupo de nuestros maestros, de
Ahmad ibn Muhammad ibn Jálid, de más de un transmisor,
de Alí ibn Asbát, de Ahmad ibn Umar al-Hallál, de Alí
ibn Suwayd, de Abu Al-Hasan al-Awal (Imam Musa ibn
Yafar) la paz sea con él, que dijo:
Le pregunté sobre lo que
dice Dios poderoso y majestuoso:
Y quien confíe en Dios tendrá suficiente
con Él.
[1]
Y
dijo:
«La
confianza en Dios tiene grados. Entre ellos está el
grado de confiar a Él todos tus asuntos, de manera que
tú estés conforme con lo que Él haga contigo, sabiendo
que Él no cesa de otorgarte bienes y favores y que
sabiendo que el juicio sobre todo ello pertenece a Él.
Así pues, confía en Dios, delegando todo en Él y confía
en Él en ello y en lo que no es ello.»[2]
Comentario
«Hallál»
con tashdid en la lam quiere decir el que
vende Hall, es decir, aceite de sésamo.
«Abu
Al-Hasan al-Awal»
es el Imam Al-Kádim, la paz sea con él. Y también se le
denomina
«Abu
Al-Hasan»
a secas, siendo
«Abu
Al-Hasan Al-Zání»
el Imam Ar-Ridá, la paz sea con él, y
«Abu
Al-Hasan Al-Zálíz»
el Imam Al-Hádí, la paz sea con él.
«Tawakkul»
significa literalmente manifestar
la propia incapacidad y la confianza en otro.
Y
«attakaltu
ala fulánin fi amri»
significa: confiar en alguien en un asunto determinado.
Y en origen la expresión es
«Iu
takaltu».
«Hasbuhu»
significa
«muhsibuhu
wa káfíh»,
es decir: él es suficiente.
«Ia’lúka»
viene de alá, ia’lú, alwan, y significa
disminución, restricción, incapacidad (taqsír).
Algunos han dicho que cuando el verbo posee dos sujetos
pacientes (maf’ul) significa impedimento y
prohibición, y ello no es incorrecto y aporta un
significado más fluido, a pesar de que no es necesario y
con su significado de disminución o restricción también
está correctamente interpretado, pues Siháh lo ha
utilizado en otro sentido, cuando dice:
«a
lá ia’lú»,
es decir: redujo, disminuyó (qassara) y
«fulán
lá ia’lúka nushan»,
es decir:
«Fulano
no limitó sus buenos deseos hacia ti.»
Con lo que queda claro que cuando coge dos sujetos
pacientes mantiene el mismo significado.
Y Tawakkul es diferente a Tafuíd
(confianza) y ambos son diferentes a
«contentamiento
o satisfacción»
(ridá) y a
«confianza»
(wuzúq), tal como, si Dios quiere, veremos más
adelante.
Ahora, comentaremos y
explicaremos este noble hadíz en aquellas partes y
aspectos que es necesario hacerlo.
Sobre el significado de
Tawakkul y sus grados
Debes saber que al
término tawakkul se le han atribuido diversos
significados todos ellos aproximados, conforme a las
creencias de las distintas escuelas de pensamiento.
El
autor de Manázil al-Sá’irín dice:
«Tawakkul
significa confiar todos los asuntos a su dueño y tener
confianza en la gestión que él hará de ellos.»
Y
algunos gnósticos han dicho:
«Tawakkul
significa desprenderse del cuerpo en la adoración y
acercar el corazón a Dios.»
Es decir, utilizar los poderes
corporales en la senda de la obediencia a Dios,
abstenerse de intervenir en los asuntos y ponerlos en
manos del Creador.
Y
otros han dicho:
«Tawakkul
en Dios significa el apartarse el siervo de todos los
deseos y esperanzas que tienen que ver con las criaturas
y ponerlo todo en manos de Dios.»
En general, todas las definiciones
mencionadas poseen un significado cercano y no es
necesario dedicarse a explicarlas.
Lo que merece la pena decir es que
tawakkul posee distintos grados; tantos como
grados espirituales diferentes en los siervos de Dios. Y
puesto que el conocimiento de los grados de tawakkul
depende del conocimiento de los grados de conocimiento
del siervo respecto a su Señor, ensalzada sea Su
grandeza y majestad, nos vemos obligados a hacer mención
de ellos.
Por tanto, debes saber que uno de
los pilares del conocimiento de Dios, sin el cual los
buscadores espirituales (salekín) no alcanzan las
moradas espirituales, es el conocimiento del Señorío (rububiat)
y de la Majestad (malikiat) de la Verdad y de la
manera en que la Esencia Sagrada se ocupa de todos los
asuntos.
No entraremos en el análisis de los
distintos aspectos del conocimiento, ya que el mismo se
sustenta en el análisis de la predestinación y el libre
albedrío y ese debate escapa al objetivo de esta obra.
Aquí hablaremos solamente de los diferentes grados de
conocimiento de ello que las personas poseen.
Hemos de decir que las personas
difieren grandemente en lo relativo al conocimiento del
Señorío de la Esencia Sagrada.
Las personas monoteístas comunes
consideran a Dios Altísimo el creador de los fundamentos
de los asuntos y del conjunto de las sustancias y de los
elementos que conforman las cosas, pero consideran que
las cosas de las que Él se ocupa son limitadas y no
creen que el Señorío divino todo lo abarca. Como un
hábito verbal, dicen, a veces, que Dios decreta todas
las cosas, que todas ellas están bajo Su control y que
nada puede llegar a existir si no es por Su sagrada
voluntad, pero no poseen esa posición espiritual, ni en
el nivel del conocimiento, ni en el de la fe, ni el del
testimonio, ni en el de la conciencia. Este tipo de
personas, del que nosotros mismos formamos parte, no
poseen conocimiento del Señorío de la Verdad Altísima y
su concepto de la unidad y unicidad divinas en
incompleto y se encuentra velados del conocimiento del
Señorío y del Poder divinos por el velo de las causas y
de las razones aparentes y no poseen la morada
espiritual del tawakkul, de la que todavía estamos
hablando, más que a nivel verbal y aparente. Y, por
ello, nunca confían en Él los asuntos de este mundo y no
confían más que en las causas aparentes y en los
factores materiales. De manera que, si algunas veces se
vuelven a Dios pidiéndole algo, o bien lo hacen por
imitación o por precaución, ya que no sólo no ven en
ello nada inconveniente, sino que aceptan la posibilidad
de obtener de ello algún beneficio. Existe, pues, en
ellos un cierto aroma de tawakkul, pero si
consideran favorables las condiciones materiales,
ignoran totalmente a Dios Altísimo y Su control.
Lo que dicen respecto a que
tawakkul no está en contradicción con el
conocimiento y la acción es totalmente correcto. No sólo
eso si no que está en consonancia con la argumentación
lógica y con la revelación. Pero ignorar el señorío y el
control divinos y considerar las causas como algo
independiente de ellos sí está en contradicción con
tawakkul.
Este grupo de personas que no
poseen ningún tipo de devoción ni tawakkul en lo
relativo a los asuntos cotidianos, hacen gran
ostentación de tawakkul en lo que se refiere a la
otra vida y justifican rápidamente su desidia y pereza
en la adquisición de conocimiento, en la purificación y
refinamiento de su alma, en la adoración y en la
obediencia a los mandatos divinos, manifestando su
confianza en Dios y en Su favor y su tawakkul.
Pretenden obtener un grado de elevación en la otra vida
sin realizar ningún esfuerzo ni acción, simplemente
diciendo: ¡Dios es grande! y ¡Confiamos en el favor de
Dios!
Mientras que en los asuntos
relativos a este mundo dicen que el esfuerzo y la acción
no están en contradicción con la confianza en Dios, en
los asuntos que tienen que ver con la otra vida
consideran que la acción y el esfuerzo sí está en
contradicción con la confianza en el favor divino y
tawakkul en Dios.
Eso no es más que un engaño del ego
y del demonio, ya que no tienen confianza en Dios ni en
los asuntos de este mundo ni en los del otro, ya que,
debido a que dan gran importancia los asuntos de este
mundo, depositan su confianza en las causas materiales
y no confían en Dios y en Su poder. Y al contrario, como
no dan importancia a trabajar por los asuntos del otro
mundo y no poseen una fe verdadera en el Día del Juicio
Final y sus detalles, inventan pretextos para no
ocuparse de ello. A veces dicen: ¡Dios es grande!. Otras
veces manifiestan confianza en Dios y en la intercesión
de los Intercesores, pero todas esa manifestaciones son
puramente verbales y carentes de sentido verdadero.
El segundo grupo de personas es el
de aquellos que, bien por medio del razonamiento lógico
o bien por medio de la revelación, han creído y
confirman que la Verdad Altísima es quien determina
todos los asuntos, que Él es la Causa de las causas,
Quien influye en todos los asuntos de la existencia y
que Su poder y control no tienen límites.
Ellos tiene tawakkul en Dios
a nivel intelectual, es decir, su confianza en Dios a
nivel intelectual y de su conocimiento de la revelación,
es plena y por eso se consideran a sí mismos gente que
tiene tawakkul y argumentan sobre la necesidad de
depositar la confianza en Dios, ya que han establecido
firmemente los pilares básicos de tawakkul:
-El hecho de que la Verdad Altísima
conoce las necesidades de las criaturas.
- Posee el poder para cubrir esas
necesidades.
- En la naturaleza divina no existe
la avaricia.
- Es misericordioso y compasivo con
las criaturas.
Por eso es necesario tener
confianza en el Sabio, Poderoso, que no es tacaño y que
es misericordioso con los siervos, ya que Él se ocupa de
proporcionarles todo aquello que es bueno para ellos,
aunque ellos mismos no sean capaces de distinguir lo que
es bueno para ellos de lo que es perjudicial.
Este grupo, a pesar de que a nivel
intelectual tienen confianza en Dios, no han alcanzado
el grado de la fe y, por esa razón, cuando tiene que
enfrentarse a los asuntos cotidianos sus convicciones
tiemblan y su corazón entra en conflicto con su
intelecto y, en ese conflicto, su intelecto resulta
derrotado, ya que sus corazones se encuentran apegados a
la lógica de las causas materiales y están velados del
control que sobre ellas ejerce la Verdad.
Un tercer grupo es el de aquellos que tienen certeza en sus corazones del control que Dios posee sobre toda la existencia y, por tanto, creen con sus corazones que la Verdad Altísima es Quien decreta todos los asuntos y Quien detenta toda la autoridad y el poder sobre las cosas y, con la pluma de su intelecto, han escrito en las pizarras de sus corazones los fundamentos de la confianza en Dios. Ellos poseen la morada espiritual del tawakkul. Pero, en este grupo se manifiestan muy diferentes niveles de fe, hasta alcanzar en nivel de aquellos que poseen una certeza absoluta. Cuando eso sucede, en sus corazones se manifiestan los mayores niveles de perfección de tawakkul , se desembarazan de las ataduras a las causas materiales y se aferran a la morada del Señorío divino en la que encuentran la plena certeza y seguridad en Él, tal y como el gnóstico ha expuesto en su definición de tawakkul: «Ocupar el cuerpo con la adoración y apegar el corazón al Señorío.» Todo lo mencionado tiene que ver con los casos en los que el corazón se encuentre en la morada del apego a la multiplicidad de los actos (maqame kazrat-e af’al), ya que, si no es así, supera la morada del tawakkul y alcanza las moradas más elevadas. Así pues, ha quedado claro que tawakkul posee diversos niveles y, puede que el grado a que noble hadíz mencionado se refiere sea el tawakkul del segundo grupo, ya que ha considerado el conocimiento como fundamento del mismo. También puede ser que se refiera a un grado de tawakkul que corresponde a otro sistema de gradación, ya que existen otras maneras de establecer los grados de tawakkul, pues, de la misma manera que entre la gente de gnosis y de ejercicios espirituales (riádat) los grados de la senda espiritual que van del mundo de la multiplicidad al mundo de la unidad se van atravesando poco a poco y no se alcanza la morada de la aniquilación absoluta de los actos (faná mutlaq af’ali) de manera inmediata, sino gradualmente, testimoniándola primero en la morada del ego y posteriormente en la del resto de los seres existentes, la obtención de la morada del tawakkul, de la satisfacción en Dios (ridá), de la rendición (taslim), y el resto de las moradas, es también un proceso gradual. Es posible que, primeramente tawakkul se manifieste en algunos asuntos en relación con las causas ocultas a los sentidos y no perceptibles para estos y, posterior y gradualmente, se alcance la morada del tawakkul pleno, tanto en presencia de causas materiales manifiestas como en el caso de causas ocultas a los sentidos, tanto en los propios actos como en los actos de los familiares y los cercanos.Por eso, en el noble hadíz se expone que uno de los grados de tawakkul es aquel en el que la confianza en Dios se manifiesta en todos los asuntos. Diferencia entre confianza (tawakkul) y contentamiento y satisfacción (ridá) |